miércoles, 3 de julio de 2013

Capítulo 81

Narra Justin:

Estuvimos bailando un par de horas más. El ambiente se volvió todavía más movido y no tuve problema en ponerme de pie y seguir bailando con ella. Además de lo alegre, distraída y relajada que estaba. 

Verla así me reconfortaba muchísimo. Joder, por fin está viviendo lo que se merece. Sé muy bien que ella, además de mí, se lo pasó muy mal hace dos años. Separarnos fue una maldita pesadilla. Un infierno.
Mientras conduzco el ahora renovado y un poco menos estrepitoso Mustang, ______________ descansa en el asiento copiloto después de haberlo reclinado y haberse acomodado en él. La miro de reojo, va algo despeinada y con los típicos rasgos de una persona pasada de copas. Sí, ha sido mi culpa, pero me siento orgulloso. Ahora mismo no serviría de nada que se lo dijera, pero mañana será un buen momento para recalcárselo.

Las luces de los faroles entran por el parabrisas. _____________ se mueve en el asiento copiloto, cubriéndose la cara y gimiendo despacio. No puedo evitar sonreír. Y al voltear la mirada hacia ella, noto que abre los ojos y coloca su mano izquierda sobre mi pierna derecha.

- ¿Dónde estamos? – pregunta desorientada. Sus pequeños dedos están sobándose sobre mi pierna. Y aunque hay tela de por medio, juro que se siente muy bien.

- Te voy a llevar a casa. – le digo mirándola. _____________ vuelve a cerrar los ojos, pero sé que no está durmiendo.

- ¿Dónde está Elisabeth? – vuelve a abrir los ojos. Su mirada toca la mía. Puedo saber que realmente está en un mal estado al inspeccionar sus ojos. Aunque si ella podría contárselos, les diría que mis ojos son un tanto diferentes en este momento. O mejor dicho la mirada que tengo ahora. Que el verla “borracha”, despeinada, desorientada y con esa voz que se asemeja a los gemidos… no hace más que dejarme hambriento.

- Voy a recogerla, pero quiero dejarte en casa primero.

- Quiero ir contigo.

Y ahí empezamos de nuevo.

Niego con la cabeza. Hasta estando ebria, es terca.

- Te voy a dejar en casa ¿vale? – frunzo el ceño.

- Quiero ver a mi hija.

- Y la verás. Pero mañana, en un mejor estado, después de haber dormido diez horas.

Gruñe despacio y se estira en el asiento.

- Perdona, no quería terminar así.

Se pone de lado y vuelve a acariciarme el muslo. Lento. De arriba hacia abajo. Mi corazón palpita fuerte. Mis pantalones también lo hacen. Trago saliva y logro atrapar su mano para atraerla hacia mí.

- Ha sido mi culpa. – mi mano se enlaza con la suya. Su tersa piel hace contacto con la mía y es tan sutil. Encajamos perfectamente. Muevo los dedos, acariciándola.

Se queda callada, pero sé que está despierta porque ha empezado a mover los dedos sobre mi mano de la misma manera en la que yo lo estoy haciendo. No puedo evitar sonreír, y no sé por qué. Una de las cosas que he aprendido desde que conozco a ______________, es que puedo sonreír por cualquier cosa que ella haga aunque no tenga un significado. Puedo sonreír con tan solo verla. Con tan solo sentirla. Solo entonces puedo darme cuenta de cuan mal estoy por ella…

- Estás guapísimo. – giro el timón, doblando la esquina y al encontrar la calle libre, volteo el rostro para poder mirar a _________________.

Está sonriendo. Esa sonrisa un tanto traviesa que me pone bastante tenso. No deja ver los dientes, pero sí sus intenciones.

- Y tú, no sabes cuánto.

Lentamente su mano deja la mía abandonada. Debo voltear la mirada y la concentración hacia las calles de New York para seguir conduciendo, pero mis reflejos pueden captar a _______________ moviéndose sobre el asiento.

- ¿Qué… qué ha…

Está arrodillada sobre el asiento copiloto y ha puesto ambas manos sobre sus piernas. Miro el retrovisor, en vista de no saber qué otra cosa hacer y la escena que diviso me calienta tanto… _________________ se inclina y me besa la oreja lentamente.

Cierro los ojos. Mierda, que estoy conduciendo…

- Gracias por la maravillosa cita. – vuelve a inclinarse y a estirar los labios. Puedo sentir su respiración jadeante inspeccionar sobre la piel de mi cuello, mi nuca, mi oreja. Segundos después de pasearse y dejar su olor en mí, vuelve a besarme pero esta vez en la mejilla.

- ¿Sabes lo peligroso que es besarme de esa forma mientras conduzco?

- Tal vez sí.

- Eres una chica mala __________________. – niego con la cabeza, recibiendo extasiado otro beso más de su parte. Mis pantalones arden en fuego, puedo sentir mi polla palpitar ante el contacto de sus labios contra mi piel. Es poderoso. Muy poderoso. – mi chica mala. – susurro una vez más.

La carretera está limpia, así que no dudo en presionar el acelerador.

_________________ se mese hacia adelante, pero coge mi cuello apoyándose y sonríe, mientras vuelva a la misma posición.

Se acerca a mí y me besa la oreja una vez más. Abre un poco la boca y jala con los dientes el lóbulo de mi oreja. Aprieta suave y creo que está susurrando algo que no puedo entender gracias al sonido de los motores del auto. Y no se detiene. Después de hablarme al oído, su nariz baja hasta mi cuello para rebuscar en él y llevarme al límite de mi autocontrol. Voy a ser sincero, aunque creo que esto ya está bastante claro, me muero por hacerle el amor.

- Detente. – le ruego. Mi voz es ronca y delata perfectamente mi estado. – no puedo conducir así, gatita.

- Sí puedes. – me anima. La voz suave de _______________ no se hace más que ponerme en un estado mucho peor que el anterior. Sus manos tras mi espalda me acarician lento, empujándome hacia ella. Sé que hace esto por lo afectada que está por haber tomado conmigo. Ahora mismo tenerla de esa manera me genera cierto tipo de pensamientos perversos.

Aprieto un poco más el acelerador.

Todos mis músculos se tensan. Mi cerebro todavía está procesando que la tengo a mi costado, lamiéndome y besándome, y todavía no he hecho nada. ¿Algo está mal conmigo? Tiene que ser eso.

- Hagamos el amor…

Mierda.

- ¿Mnh?

Si supiera las ganas que tengo de follarla. Volteo el rostro y le correspondo el beso que está a punto de darme. Nuestros labios se juntan y ella vuelve a devorarme con fuerza. Jalando, chupando y lamiendo. Su intensidad es salvaje. Me encanta. Maldición, me encanta todo esto. Intento abrir los ojos para no perder de vista la carretera, por suerte hemos llegado y el edificio del departamento está justo en frente de nosotros.

Detengo el auto y mis manos se enredan inmediatamente en el cuello de _______________, presionándoselo, la atraigo hacia mí para que su boca se introduzca en la mía más profundamente.
Segundos después nuestras lenguas se están tocando como casi siempre. Su sabor es algo así como una mezcla de alcohol, frutas y deseo. En medio de aquel beso, abro los ojos en el afán de observar cómo se derrite cuando empiezo a tocar su cuerpo. Mis dedos se pierden en su piel descubierta y paso a tocar más allá de solo su espalda.

De pronto nos soltamos. Estoy seguro que si no se necesitara respirar, nosotros no nos separaríamos nunca. Me hundo en su cuello y en el perfume natural de su cuerpo. Su cabello hace cosquillas mi cara y la cubre casi completamente. Enrosca ambos brazos en mi cuello y deja reposar ambos brazos sobre mis hombros. Ni siquiera sé cómo, pero ha logrado posicionarse sobre mí. Las dos piernas en ambos lados de mi cuerpo. Todo ha pasado tan rápido.

Suavemente bajo las manos de su espalda hasta el culo. La escucho gemir allá arriba. Y en este momento en eso se basa el ambiente. Nuestros gemidos y nuestras respiraciones jadeantes gobiernan. Es tan excitante.

- Vaya… - susurra ______________. Puedo ver que está sonriendo gracias a las luces exteriores de los faroles. Poco después pasa a morderse el labio inferior. – estás bastante tenso. – me dice y se mueve, subiendo y bajando su cuerpo con suavidad.


Puedo saber a qué se refiere cuando siento bajar su cuerpo contra el mío. Mnh… nena… por Dios, está sintiendo mi erección.

- Demasiado. – respondo con la voz todavía más ronca. No sé cómo no he perdido los papeles aún.
________________ sonríe, mordiéndose el labio, alza una ceja y pega su pecho contra el mío. Me voy obligado a bajar la mirada. Cuando puedo darme cuenta, está a punto de hacerlo de nuevo.
Sube y baja su cuerpo con delicadeza sobre mi entrepierna, sobando lento.

- _________________ por Dios. – estoy gimiendo. Solo soy consciente de mis jadeos ahora mismo. Mis manos aprietan sus piernas, haciendo que su bonito cuerpo quede lo suficientemente unido al mío.
La veo sonreír, una sonrisa traviesa y a la vez maliciosa.

- Tengo que dejarte. – le digo luchando con todas mis emociones y demonios interiores, que solo piden que la desnude y le haga el amor con fuerza. – he quedo con Emily en que iría por Elisabeth antes de las doce.

Me mira. Sus ojos brillan por el contraste de la luz y su rostro está levemente decepcionado. Sé que quiere seguir jugando. Parece una niña… una niña inocente que no ha recibido su preciada recompensa. Joder… ¿Y quién soy yo para no dársela?

- No me deseas. – cruza ambos brazos, colocándolos sobre su pecho.

Por dentro todo en mí es fuego. No puedo dejar que se vaya con esa impresión. Desearla, es muy poco para todo lo que siento por ella.

+

Tardamos minutos en subir al departamento. Y lo mismo pasa conmigo cuando empiezo a desnudarla. Está tumbada sobre nuestra cama. Riéndose sin saber por qué y completamente desnuda. Las hondas de su cabello están alborotadas y caen por sus hombros, deslumbrantes. Ella lo es. Me quedo parado frente a ella, aún sin posicionarme en la cama, mirándola extasiado.

Mis ojos se nublan. Este es mi paraíso. La veo estirar un brazo, seguramente pidiéndome que vaya con ella. Sonrío y le entre mi mano, entrelazándola con la suya y hundiéndome sobre su cuerpo.

Tengo la ropa puesta, pero mientras empiezo a besarle los labios, ______________ se encarga de desabrocharme los pantalones con habilidad y bajarlos hasta la altura de mis rodillas.

Volvemos a comernos. Desesperados. ¿Por qué desesperados? Aún sabiendo que nos tenemos a los dos por el tiempo que queramos, el hecho de besarnos nos hace volvernos inmunes al razonamiento y a lo que ya sabemos. Es satisfactorio pero jamás… jamás obtenemos suficiente.

Me despeina el cabello como casi siempre. Sus dedos frotan sobre mi pecho segundos después y pasan a tocarme los hombros, los brazos, la espalda, la cintura, el culo…

Pasa a susurrarme “Te quiero” muchas veces. Estiro los labios y logro alcanzar su frente con ellos. Pero mis labios deciden seguir inspeccionando en sus pechos, haciendo que estos reaccionen. Mi nariz toca sus pezones ahora erectos. Siento como me jala el cabello con fuerza, haciéndome gemir alto. Al mismo tiempo siento el impulso de morderla, y no dudo en hacerlo al notar que se está aferrando duro.

- ¡Oh! – grita alto y alza las caderas. Mis dientes presionan una vez más. ______________ jadea rápido, y pronto noto que sus manos pasan a posicionarse tras mi espalda. – Dios… - gime y me aprieta la espalda.

Escucharla gemir nunca dejará de ser uno de mis más grandes placeres. Sin embargo, aunque me gustaría escucharla gemir un tiempo más, alguien está esperando por mí en la casa de Emily Prescot.
Estiro el bóxer y lo bajo hasta la altura de donde se encuentran mis pantalones. Como debí imaginarlo, mi polla está realmente dura y elevada. Erecta. Lo suficientemente lista, y por lo que puedo notar, ________________ también lo está.

Mis manos tocan sus piernas y las abro, haciendo que mi polla toque su entrada. El límite entre el cielo y el infierno. Todo a nada.

Entro en ella completamente. Sin límites de control. También estoy bastante exhausto de esperar. Algo que ella sabe muy bien es que para lo único que no soy de fierro, es para esto. La siento elevar las caderas y gritar mi nombre lo suficientemente alto como para que los vecinos puedan escuchar. Sí… estoy follando a mi novia.

Aprieto los dientes, gruñendo jadeante y envuelto en llamas. Salgo de ella y no espero mucho en volver a penetrarla con la misma intensidad. Nuestros cuerpos se mueven. Ella entregándome su feminidad y yo follándola tanto como puedo. Está cubierta en sudor y apenas he empezado a moverme realmente.
Mis dientes buscan su cuello y la muerdo suavemente a la misma vez que me siento expuesto a soltar un gemido. No puedo controlarlo. Muevo las caderas sobre ella en círculos, metiendo y sacando, dándole y recibiendo de la misma manera. _________________ está derretida en mis manos, solo tiene fuerza para desahogarse en gritos suaves que delatan lo que está haciendo.

- Grita duro. – le pido. Escucharla me hace sentir poderoso.

- ¡Sí! – lo hace antes de que termine de pedírselo. - ¡Oh! – la veo cerrar los ojos con fuerza y perderse entre lo que estamos haciendo.

- Hace tiempo que no te hago llegar.

Sus gemidos abrazadores son para mí una respuesta. Me siento en la necesidad de seguir moviéndome. Subiendo y bajando. Duro. Duro… muy duro. Penetrándola completamente y sin restricciones. Agotándome. Buscando con desesperación el punto de su orgasmo. Quiero hacerla feliz en cualquiera manera posible. Cada segundo se hace más agotador. Soy yo el que va a llegar primero y se lo entregará todo. Voy a explotar. Lo siento juntarse en el límite de mis emociones. Voy a correrme… pero quiero que ella también lo haga. El momento se pone cada vez más tenso. Está gritando, teniéndome con fuerza, hecha polvo y a punto de venirse. Sí… también puedo olerlo. Está viniendo…

Y cuando siento que no puedo seguir, ________________ se corre junto a mí. Dándomelo todo, todo… como yo a ella.


+++

Elisabeth se ha dormido.

Emily por otra parte, miraba la hora en su reloj de mano para que Justin apareciera. Rogaba en su interior para que todo haya salido bien esa cita que tanto le había costado preparar a ese hombre. Se le hacía jodidamente atractivo que un tío que nunca había hecho nada por alguien, hiciera esto por su mejor amiga. Después de todo, ella siempre tuvo fe en que esos dos ter
minarían juntos. Y no se equivocaba…

Alguien tocó la puerta de su departamento. Se puso de inmediato de pie, dejando su cama y a Elisabeth, y caminó hasta la puerta principal.

Al abrirla, no era Justin exactamente quién estaba detrás.

Fumaba un Derby más o menos consumido. Como siempre esa pinta de tío malo y metido en problemas todo el tiempo. En él, definitivamente las apariencias no engañaban.

- ¿Me dejas pasar?

Emily se quedó callada.

- Es tarde.

- ¿Y qué? ¿no dejas pasar a gente a tu casa después de las doce?

- Es que no tengo ganas de dejarte pasar.
Travis enarcó una ceja.

- Pensé que eras más callada.

Dejó salir el humo de su boca, hacia un lado.

- ¿Qué quieres aquí?

- ¿Por qué me tratas así, Emily? – volvió a enarcar una ceja. Su semblante, malditamente sexy, se posicionó inocente. Esos ojos azules la miraron deseoso. Muy deseoso. Tenía que admitir esta mierda por la que estaba pasando. No sabía por qué, pero no había dejado de pensar en la chica de ojos verdes.
Emily retrocedió unos pasos al escucharlo decir su nombre. La combinación de este en los labios de Travis lo hacían sexy e incluso deseaba escucharlo una y otra vez.

- Que te vayas ¿vale?

- ¿No te caí bien ese día?

- Detesto a los tipos que fuman.

Ah… ¿se trataba de eso?

Travis sonrió, malicioso.

Inhaló un poco de humo y lo exhaló al costado de Emily. Esta se apartó de inmediato, moviendo las manos con la intención de esparcirlo para otra parte.

- ¡Lárgate!

- Algún día compartirás uno conmigo.

- Eres un imbécil. – le gritó. Por fin podía dejar salir su verdadero carácter con Travis al frente. Con él solo había sido inocente cuando lo vio por primera vez. Pero no ahora. No cuando fumaba en su jodida cara y encima le hacía cabrear de esa manera.

- ¿Quieres que te diga algo? He venido aquí porque estuve pensando en ti en los últimos días.

- Cállate ¿vale? Estás dici…

- La verdad. Te advierto que ni siquiera a mí me gusta.

- Entonces lárgate.

Sus manos empujaron a Travis con fuerza hacia la salida y poco después cerraron la puerta tras él.
¡Maldición! ¿A qué había venido? Había tardado mucho en dejar de pensar en él desde que lo había visto. Además ________________ le había hablado más de él, lo que significaba en su vida y por qué se había ido. Supo entonces que tal vez Travis estaba enamorado de _______________ y que… que esas malditas fantasías que ella había creado sola… no serían más que eso, fantasías que jamás se cumplirían… ¿o se equivocaba?

+++

Buscó la moto en medio del aparcamiento. Estaba bastante cabreado. ¿Qué coño había llegado a hacer en la casa de la mojigata amiga de ______________? Encima con esa actitud tenía bastante claro que no le gustaba en lo absoluto. ¿Qué creía? ¿Qué podía conseguir sexo de una noche por ir a verla? Mierda. Todo tenía que salirle mal en estos últimos días.
Tiró el cigarrillo al suelo. Sus ojos no podía divisar su Harley Davidson. Su única amiga que de verdad estaba en las buenas y en las malas. La había puesto en venta en una tienda de automotores hace unos años, debido a que tenía que viajar a diferentes partes por Tentation. Pero la moto tenía fama de ser suya. De ser la preciosa e intocable moto de Maslow. Nadie la había comprado por ese motivo y por lo mismo, hoy podía conducirla de nuevo.

Sin embargo esa noche no podía encontrarla. Estaba seguro que la había dejado en una esquina junto a una camioneta Toyota roja bastante antigua.

La calle estaba desolada. Y algo en él le hacía deducir que la desaparición de su moto se debía a eso, que algo no anda bien. Apretó los puños y caminó hasta la camioneta roja que seguía ubicada en el mismo lugar. A medida que iba avanzando, sus pasos se hacían más ruidosos y la paranoia le perseguía haciéndole imaginar cosas que empezaban a atemorizarle. Pero joder… que era Travis Maslow, nada podía atemorizarlo.

Dándose fuerza a mismo, llegó a la camioneta. Lo siguiente que sus ojos pudieron ver fue como tres hombres aparecían tras ella, cada uno posicionado con una Glock apuntándole. Pero no tuvo tiempo a si quiera moverse o decir palabra alguna, un saco de lona negra le cubrió el cuerpo entero hasta los pies. Intentó moverse. Intentó con todas sus fuerzas escuchar algo. Intentó, aunque su jodido ego se lo negaba, pedir ayuda… pero era demasiado tarde. Lo siguiente que pudo sentir fue como unas llantas se movían rápido. El sonido de un motor. Dos personas hablando en murmullos. La música de un auto. Y la campanada de las doce de la noche. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario