domingo, 14 de julio de 2013

Capítulo 83

Se subió la cremallera de la chaqueta de cuero. El viento le despeino las mechas de cabello que se habían desprendido de su improvisada cola de caballo. Afuera todo parecía tan normal, la gente caminaba de un lado para otro cada uno con un lío diferente por el que preocuparse. Los autos corrían y la lluvia mojaba fuerte. Guardó el móvil en el bolsillo interior de su chaqueta para que no se mojara y verificó a ambos lados de la calle si Justin no había llegado ya. Al no ver el Mustang estacionado, corrió hasta la dirección contraria de la calle empapada de lluvia y logró perderse entre un gran tumulto de personas que caminaban cada una con un paraguas en la mano. 

Sus nervios podían delatarla muy bien, así que trató de controlar su respiración agitada. Parte de lo que hacía no era del todo incorrecto, necesitaba salvar a Travis o al menos hacer el intento. No tenía por qué pagar por sus jodidos rollos con Tentation. Era un asunto suyo, que debía resolver como se debía… y sentía que necesitaba acabar de una vez por todas, antes de que Elisabeth o Justin terminaran perjudicados en lo mismo. Al mismo tiempo, sabía que no podría soportar que algo le pasara a alguno de los dos. Sería imperdonable. Totalmente imperdonable. No podría soportar que tocaran a Eli… su Eli. Así que todavía estaba a tiempo de resolver ciertos conflictos, corriera el riesgo que corriera. Además conocía muy bien el carácter de Justin en cuanto a Travis. Suponía que si le contaba todo el problema de la llamada y que lo tenían secuestrado, muy poco podría importarle después de todo lo que había pasado entre ambos. No había muchas opciones por escoger. Estaba ella y solo ella contra todo ese problema. 

Estiró el brazo al llegar al extremo de la calle. Las gotas de agua la empaparon de inmediato. Un taxi llegó a su llamado y se estacionó a centímetros de ella. 

- ¿A dónde la llevo? – preguntó el hombre amable. Tenía bigote y parecía de más o menos unos cuarenta años. 

- Cuadra cinco de la calle Brooklyn. – pronunció _______________, recordando cada palabra temblorosa proveniente de la voz de Travis en el celular. El recuerdo le llenó el estómago de adrenalina. 
El taxi avanzó, enredándose en algunas calles congestionadas por el horario punta de New York. 
__________________ miraba por la ventana, había sacado el móvil y lo apretaba con fuerza con ambas manos. Su chaqueta cerrada cubría muy bien el arma que traía escondida entre los jeans. Después de lo que pasó en su departamento hace unos días atrás, ya no temía más en volver a usarla si era necesario.

De pronto, el móvil sonó.

El nombre de Justin estaba en toda la pantalla. Joder, ya había llegado al departamento. 

________________ tragó saliva, tapó los parlantes del móvil para que el sonido no le hiciera sentir tan culpable. No podía correr el riesgo de apagarlo, necesitaba saber más información de Travis, si es que este volvía a comunicarse.

Las llamadas de Justin insistían. Una, dos, tres veces… 

- ¿No va a contestar? – preguntó el taxista, lanzándole una mirada curiosa por el retrovisor. ________________ le contestó negando con la cabeza.

“Cálmate, maldita sea” se dijo a sí misma. Eso era lo que necesitaba: calma. No iba a pasar nada que ella no quisiera… después de todo Tentation la necesitaba, no podría hacerle daño y de algún modo podría llegar a algún acuerdo para que dejaran de meterse con todas las personas que la rodeaban. 
Mientras su móvil sonaba demostrando la desesperación de Justin, ___________________ observaba el lugar que se iba formando a medida que el auto avanzaba. Varias calles con grafitis, gente fumando, mujeres con ropa sugerente, música de protesta y un par de hombres que la miraron susurrando algo que ella no pudo entender, pero que podía descifrar por la forma en la que sus ojos trataban de penetrarla. Tragó saliva. Después de varios segundos en silencio, su móvil volvió a sonar haciéndola saltar en su sitio.

- Travis… - dijo soltando un respingo. Se inclinó en el asiento y miró a ambos lados de la calle en la que se encontraba. 

- No soy Travis. 

A _____________________ se le enfrió la sangre. El taxi se detuvo y el chofer se giró, estirando la mano hacia atrás.

- Son treinta dólares, guapa. El lugar es peligroso, nadie viene por aquí. 

__________________ estiró la mano, dándole el dinero después de rebuscar entre los bolsillos de su chaqueta. Bajó del taxi, un pié afuera y después el otro, todavía con el móvil en la oreja. Una gran oleada de temor y adrenalina juntos se paseó por su cuerpo.

- ¿Quién eres? - preguntó esta vez con seguridad. Su voz había recobrado fuerza.

Delante de ella, una fábrica abandonada se extendía cubriendo casi toda la cuadra. Totalmente inmensa e intimidante. El taxi ya había desaparecido entre la oscuridad de la calle.

- Primero respóndeme algo… ¿has venido sola?
____________________ inspeccionó la zona con la mirada. Unas mallas de metal encerraban el lugar, pero había un espacio específico que estaba roto y permitía el pase.

- No necesitaba de nadie más para venir.

Una risa gruesa se escuchó en la otra línea.

- Eso me gusta de ti, Peterson. Te estamos esperando.

El eco de la última palabra hizo que su piel se erizara. La lluvia se había cortado en medio del recorrido, pero la briza continuaba insistente. Estaba estática observando el lugar en frente de sus narices. Después de tanto tiempo… de haber luchado tanto, de haber escapado tantas veces… estaban tan cerca una vez más… esto no tenía por qué ser algo intimidante.

De todos modos, su corazón latía fuerte dentro de su pecho pero un suspiro la ayudó a llenarse de fuerza. Sus ojos se cerraron y abrieron, divisando el mismo lugar, la misma hora, la misma situación, no había nada que pudiera hacer más que enfrentarse y luchar por lo que ella misma había perdido el día en el que se había unido a esa mafia, la libertad.

A pasos firmes, logró llegar a las rejas metálicas, entró sin dificultad por la zona abierta y tragó saliva al estar dentro. Miró a ambos lados. Nada que mirar o que escuchar, así que avanzó a pasos lentos y precavidos entre el camino de la fábrica abandonada. A medida que avanzaba, pensó en que sería mejor sacar el arma de entre sus jeans, de esa manera se sentiría más segura. Lo hizo, flexionando los brazos y posicionándola sobre su hombro derecho. Caminar entonces se le hizo más sencillo. Cada paso que daba era un peso menos. Se pegó a la fría pared, dando hasta una escalera vieja y llena de basura. Los llantos de las ratas se hicieron eco en los oídos de ___________________, pero aquello no era algo que le afectara en ese momento. Subió las escaleras rápido, de dos en dos, un piso y después otro, hasta encontrar una puerta abierta a diferencia de las demás que se encontraban completamente cerradas. Apuntó con el arma para darse seguridad y fue avanzando poco a poco, paso a paso. Al entrar a la habitación, sus ojos se abrieron de par en par.

- Hola, Peterson.

________________ entreabrió los labios. Una mesa de metal grande cubría las piernas cruzadas de un hombre que fumaba un puro sentado en una butaca de madera. Sebastián Parker. Aire duro, mirada de ojos negros al igual que su cabello. Alto y corpulento. Treinta y cuatro años. A su lado, Travis estaba puesto de pie, tambaleándose junto a la pared, atado de manos, pies y con una venda que le cubría la vista y otra que llenaba su boca llena de sangre y moretones. Su brazo derecho y pierna izquierda sangraban de igual manera, pero parecían unas heridas mucho más profunda. Estaba prácticamente noqueado.

- ¿Por qué no venías? He estado jugando con tu amiguito. – la mirada de Sebastián apuntó la navaja puesta sobre la mesa y goteando sangre.

- Déjalo ir. – pronunció _______________, con la voz entrecortada pero a la vez llena de ira. Esto era demasiado. No dejó de mirar a Travis ni un segundo.

- Has traído un arma, eso me gusta.

- ¡Déjalo ir! – gritó ella, desesperada.

- Suelta la maldita arma primero. – sentenció él con la voz dura. La mirada que le dedicó a ______________ podía dejar sin aliento a cualquiera. – son mi reglas, jodida zorra.

El arma cayó al suelo en picada. Dos hombres aparecieron detrás de _______________, pateando el arma hacia un lugar inalcanzable. Uno de ellos empujó a _______________ hacia adelante, haciendo que esta callera de rodillas al suelo.

- Esto es lo que pasa cuando te largas sin autorización, niña mala. – su sonrisa se amplió poco a poco.

- No podía continuar…

- Muy tarde. Tenías un trato cuando estabas en Tentation, tenías que robar para nosotros, lo sabías bien, pero fuiste tan estúpida que te largaste sin una autorización. Eso nunca sucede ¿lo entiendes? ¿sabes lo que eso significa? O estás en Tentation, o te mueres.

___________________ endureció la mandíbula. Divisó a Travis tambalearse una vez más, como si estuviera a punto de desfallecer. Joder, le ponía más nerviosa.

- ¿Por qué no me has matado todavía entonces? – tragó saliva y subió la mirada, divisándolo totalmente despectiva. Las ondas de su cabello le encerraban el rostro.

Sebastián tiró el puro.

- Eres buena. – admitió levantando ambas manos. – tenemos nuevos acuerdos que acabamos de firmar con varios países y queremos dinero… - sonrió. Una sonrisa que mostraba un par de dientes de oro. – dinero _________________, lo que a ti te gusta. Lo que nos gusta, preciosa. – sus pasos lentos hicieron corto el espacio que había entre los dos. Puso ambas manos sobre ella y la ayudó a colocarse de pie. Al hacerlo, aprovechó en posicionarla muy cerca de él. Sus alientos se tocaron. ________________ lo miró debilitada, su brazo izquierdo estaba atrapado entre las manos de ese jodido criminal. Ambas miradas hicieron contacto, la de él estaba llena de mierda… mierda pura que sobresalía en cada facción. Era una obra pura del demonio, del mal, del jodido infierno. Y sostenía a _________________, tratando de llevarla una vez más con él. – eres deliciosa, __________________. Deliciosa…

- No voy a regresar a Tentation.


Sebastián enarcó una ceja, todavía bastante cerca de ella.

- Déjame recordar… has dicho eso antes ¿no es cierto? Sin embargo volviste, dejándolo todo por Tentation… ¿lo negarás? No te importo absolutamente nada con tal de verte en vuelta en esta mierda que amas, ¿por qué no ahora ______________? ¿Qué ha cambiado?

- He cambiado yo. – quitó su brazo con brusquedad de entre las manos de Sebastián. - ¿por qué no entrenan a más personas y me dejan en paz?
Él se quedó callado, observándola todavía pensativo… como si de verdad estuviera considerando lo que __________________ le proponía. Al terminar, sonrió victorioso, y retrocedió unos pasos chocando con el borde de la mesa de metal y sentándose en ella.

- ¿Ves esto? – sacó un móvil modelo antiguo de su chaqueta negra y se lo puso en frente de sus ojos. – si presiono el botón verde, le volarán la cabeza a Justin en un par de segundos. – ladeó la cabeza y sus ojos cambiaron de color. Cabreado. – y no solo a él, sino también a tu hija.

“No”… susurró ella desvaneciéndose por dentro. Sus ojos estaban abiertos de par en par y sus piernas habían empezado a perder fuerza, como si remolino helado le hubiera abrazado de un momento para otro. Esto era todo… Todo estaba perdido…

- A tu hija, __________________. Todo tu vida se puede volver un infierno si dices que no. Es Tentation o nada.

*****

Nota:
Si no lo recuerdan, Sebastián apareció en el primer capítulo de Tentation2.

*****

“¡Un médico!”

“Tranquilo, estarás bien, te lo prometo…”


“¿Travis? ¿Me escuchas? Estarás bien… confía en mí por favor”

“Ha perdido mucha sangre, por favor mantenga la calma”

“Travis… mírame, por favor… por favor tienes que ser fuerte”


La sala de espera estaba completamente vacía. Solo el llanto fuerte de _________________ se escuchaba en el pasillo. A estas alturas, no le importaba si alguien más la veía o escuchaba llorar de esa manera. Necesitaba desahogarse a base de gritos y lágrimas saladas. Sus mejillas las dejaban caer. Esto era mucho… demasiado para una persona… se tapó el rostro con ambas manos. ¿Qué iba a hacer? Todo estaba perdido. Todo… no había nada que le ayudara a solucionar lo que acababa de aceptar. Estaba en Tentation una vez más. Debía robar una vez más. Debía joder su vida una vez más. 

- ¡Mierda! – gritó golpeando su espalda contra el respaldo de la butaca. Su mente estaba nublada por la maldita depresión. 

Su móvil empezó a sonar de repente. Esperó a que este sonara tres veces para poder calmar su llanto y contestar con discreción. 

- ¿Dónde estás? – la voz de Justin sonaba desesperada, casi como si estuviera gritando. - ¿Dónde mierda estás? – preguntó una vez más. _________________ podía escuchar el sonido de varios autos y el rugido de un motor, estaba conduciendo. 

___________________ tragó saliva, al mismo tiempo, un nudo grande se le formó en la garganta. 

- ¿Qué ha pasado? – a Justin se le enfrió la sangre. Podía reconocer sus jadeos. - ¿estás llorando? 

- Travis está en el hospital. – respondió ella, con las palabras entrecortadas y llenas de sollozos. Volvió a gemir llena de ira. – maldición, perdóname por desaparecer de esa forma… 

Justin soltó un suspiro. La tensión había pasado. Lo único que deseaba era que _________________ estuviera bien. Se reclinó en el asiento y bajó la velocidad del Mustang. 

- Ya pasó nena. – dijo tragándose todo el discurso que tenía preparado para cuando encontrara a __________________. De todas formas, una parte de él todavía estaba cabreada. - ¿tú estás bien? ¿en qué hospital estás? 

- En el central… - dijo aturdida, con suerte había recordado el nombre. - Y Justin… no… - susurró y se fregó la nariz. – no estoy bien, te necesito. – susurró afectada. Un ráfaga de todos los sucesos de hoy se le vinieron a la mente. Una imagen de tantas reflejaba a su mejor amigo en una camilla, desangrado y sin poder mirarle, sin poder hablarle. 

Volvió a sollozar fuerte… golpeando su espalda contra el respaldo. 

Él cerró los ojos, sintiendo en esa milésima de segundo el dolor que ________________ trasmitía en su voz. Su corazón se estrujó.

- Voy a ir para allá, mi vida. – le dijo, escuchándola llorar contra el teléfono. – no te despegues del móvil ¿vale? Estoy ahí, imagina que estoy ahí. 

Presionó el acelerador y condujo a toda velocidad. Su corazón latía muy rápido mientras sus oídos acogían el llanto de _________________ en el teléfono. Sabía que al llegar tendría muchas explicaciones al respecto, y era justo lo que necesitaba. 

- No quiero separarme de ti otra vez… - dijo _____________ entre sollozos fuertes. – no de nuevo por favor… - rogó desesperada. Justin frunció el ceño, no iba a pedirle razones de lo que decía todavía. 

- No pasará. No pasará nunca más, nena.
Giró en la esquina y se estacionó en el aparcamiento del hospital. Bajó del Mustang con rapidez y corrió hasta la sala de urgencias. Esquivando, saltando y buscando con la mirada. 

El largo pasillo de espera estaba casi vacío, solo el bulto de una persona sentada en la última banca del pasadizo sobresalía. 

- No llores. – la consoló todavía hablándole por el teléfono, mientras caminaba a pasos lentos en el pasillo, acercándosele cada vez más. Con cada paso podía notar más lo afectada que estaba. Tenías las piernas encogidas y las enredaba con un brazo. – oye… - la llamó y se quitó el móvil de la boca. – aquí estoy. 

______________________ levantó la mirada y no tardó en ponerse de pie y abrazarle. Abrazarle como si el mundo se terminara en los siguientes segundos. Aunque era casi lo mismo… 

Sus brazos delgados apretaron el cuello de Justin con fuerza, sollozando con la misma intensidad entre su cuello. Cerró los ojos y se dejó hacer por él, que la cargó entre sus brazos e hizo que enredara sus piernas entre su cintura. Verla de esa manera le estremeció. Nunca antes la había visto llorar tanto como en esa noche. ¿Tanto podía importarle Travis? Por Dios, tenía que entender que se trataba de su mejor amigo, no podía comportarse como un maldito egoísta justo ahora. Tomó asiento en la misma butaca en la que ella había estado sentada, pero con ____________ sobre él. 

- Basta ______________, por favor… - le rogó en un acto de desesperación. Dios mío, no sabía qué hacer para que dejase de llorar. Le limpió las lágrimas con ambas manos y enredó su rostro con las mismas. - _________________, joder… basta por favor, deja de llorar mi amor. – le pidió, acariciándole el rostro con los dedos. – Travis va a estar bien ¿sí? Es un tío fuerte, lo que le haya pasado no va a derrumbarle. 
Ella asintió… ¿Cómo decirle que había más que solo el asunto de Travis? Maldita sea… las palabras no le salían de la boca. 

- Te quiero. – susurró él. - _______________... – le dijo, y apretándole el rostro con las manos, hizo que lo mirara. – escúchame, te quiero ¿lo entiendes?

- Sí… - farfulló ella. – te quiero Justin… - bajó la mirada y sus ojos volvieron a empaparse en lágrimas. – es que… esto no tenía que pasar… - trató de buscar las palabras. Pero por fin su mente nublada pudo dar resultado a su preocupación. - ¿Dónde está Elisabeth? - ______________ abrió aún más los ojos, alerta, asustada. - ¿Dónde está Justin? - dijo casi en gritos. 

- Hey… shhh… tranquila… - los brazos de Justin se estiraron, abrazándola casi a la fuerza. – he tenido un mal presentimiento y pensé que sería una buena idea dejarla con Emily.

Sus ojos pequeños por el llanto miraron los de Justin, repletos de desesperación y susto. Tenerlo era suficiente consuelo. Tocarlo. Poder verlo. Poder escuchar la forma en la que la consolaba era eternamente suficiente. ¿Cómo podría despegarse de él una vez más? ¿Cómo iba a dejarle una vez más si se había vuelto su maldita vida? Si se había vuelto todo… si se había robado su corazón como de costumbre. El pensamiento de estar lejos de él le horrorizaba. No poder tenerlo había sido la peor experiencia de toda su vida, ¿repetirla? ¿dejarle? ¿otra vez? ¿por qué después de tantas cosas tenía que dejarle de nuevo? Mientras él acariciaba sus mejillas con los dedos, __________ observaba su rostro. Lo observaba a él. A todo él. A todo lo que había logrado convertirse con el paso de los años. Y pensar que se habían conocido hace tanto tiempo, y pensar que ambos eran tan diferentes. Mientras ella lo llenó de fe y un buen corazón, Justin la hizo más fuerte y sin miedo a nada. Y pensar que habían pasado por tantas cosas. Hoy, tenían una hija de dos años. Hoy, habían gritado y llorado tanto… hoy, habían hecho el amor tantas veces… ¿por qué dejar a lo único que le da sentido a tu vida? 

- Tengo algo que decirte. – ambos sostuvieron la mirada por primera vez en toda la noche. 

- Te escucho pero… no llores más ¿vale? Me pone… me pone muy tenso verte así. – dijo tragando saliva. ¿Cómo una persona le podía producir tantas cosas al verla llorar? 

Suavemente le acarició la espalda con los dedos. De arriba hacia abajo. Haciéndola bajar la tensión. Varios minutos después, seguían callados, él acariciándola y besándole la frente mientras ella descansaba después de tanta adrenalina junta, aún sin decirle nada. El pasillo seguía desolado, solo con la presencia de ambos.

- ¿Qué tienes que decirme? – preguntó él suavemente en un tono nada insistente, sin dejar de acariciarle la espalda. ____________________ se acurrucó entre su torso. Relajándose con el aroma de la ropa de Justin. Su olor, su delicioso olor… 

- Han venido por mí. – empezó a contarle, esta vez sin demostrar sentimiento alguno mientras hablaba. – Tentation ha venido por mí una vez más. – se mordió el labio. A pesar de que no asimilaba lo que decía, las lágrimas se instalaban en ella automáticamente al mencionar el nombre de la mafia. – secuestraron a Travis, lo han golpeado y lo llevaron a un lugar abandonado casi a las fueras de New York. - se quedó callada. La escena de Travis envuelto en sangre y prácticamente inconsciente volvió a su memoria. Cerró los ojos tratando de dejar ir ese recuerdo. – utilizaron su celular para ubicarme y llegué al lugar en donde estaba.

- ¿Por qué no me has dicho que te acompañara? – preguntó casi al mismo tiempo que ____________ terminaba de hablar. El tono de su voz delataba su preocupación. 

- Lo siento yo… no sabía qué hacer… - contestó ________________ sobándose la nariz. – nunca sé qué hacer. – se mordió el labio y sintió como Justin acariciaba sus piernas. 

- ¿Te hicieron algo a ti? 

- No… - susurró ella. Se inclinó sobre las piernas de Justin, logrando separársele unos centímetros para poder mirarle. Justin frunció el ceño, expectante. Le acomodó un mechón de cabello tras la oreja, intentado descifrar al máximo su expresión. – pero he tenido que hacer algo para nosotros. – lo miró a los ojos. La tonalidad de ellos habían cambiado de color. Era sorprende como podía pasar de estar envuelta en lágrimas a ser esa mujer decidida que no había quién podría hacerle cambiar de opinión. – estoy en Tentation.

Automáticamente, Justin bajó ambas manos de la cintura de ______________ y las dejó caer a ambos lados. Su cuerpo estaba bajo la nube de recuerdos. Hace dos años. Hace tiempo… esas eran las mismas palabras que había utilizado cuando le abandonó. Joder. No otra vez… no por favor… 

- ¿Por qué? – logró preguntar con el rostro horrorizado. Sin darse cuenta, su garganta se había vuelto un nudo grueso que no le permitía hablar con su tono original. Estaba tenso. Cabreado. Dolido. Quería llorar y sabía que se debía al recuerdo que las palabras de _______________ le ocasionaban. – vas… ¿vas a dejarme de nuevo, no es así?

- No. – negó ella fugazmente. Verle así le estremecía totalmente. – no voy a dejarte ni a ti ni a Elisabeth. – ahora era ella quién había posicionado ambas manos entre el rostro de Justin. - ¿crees que podría soportarlo? – enarcó una ceja al mismo tiempo que su mandíbula temblaba. – estoy enamorada de ti, muy enamorada de ti, tal vez más que hace dos años. 

- Basta… - él cerró los ojos. Cada jodido segundo estaba regresando a su cabeza como un remolino de imágenes que dolían fuerte. – solo… solo no me dejes… no nos dejes… - susurró ahora atrapando las manos de ________________.

- Hay dos robos en Francia, he firmado… estoy dentro… si consigo la cantidad acordada, me dejarán en paz. 

- No vas a ir sola. – le dijo recuperando la fuerza en su voz. – no voy a dejarte ir sola otra vez. 

- ¿No confías en mí?

- No soportaría que algo te pasara _______________. No quiero correr ningún maldito riesgo. 

Ambos se quedaron callados. El “bip” de las máquinas del hospital retumbaba en cada centímetro del enorme pasillo, continuo e irritante. 

- Si vamos a acabar con esto, tenemos que hacerlo los dos. 

- Pensé que no querías volver más… al igual que yo…

Tenía razón. Muchísima razón. Después de tanto tiempo volvería a sus inicios. Sus jodidos inicios. Los que la habían marcado de por vida… solo alguien en todo este mundo podría hacerlo volver al pasado y terminar con él de una vez por todas. 

- Por ti puedo hacer una excepción. 

En ese momento, una doctora vestida con una bata celeste hasta las rodillas, salió de una de las habitaciones. 

- ¿______________ Peterson?

- Sí, ¿cómo está? – ___________________ se puso de pie de inmediato, Justin hizo lo mismo.

- El paciente Maslow… uhm… él… – la doctora negó con la cabeza, mirando una tabla metálica llena de hojas que sostenía con las manos. – lamento decirle que el paciente Maslow ha entrado en un estado de coma.


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