Tres disparos fueron a parar al pecho de Nickolas Bieber. Tumbándolo hacia el suelo. Pero todavía tenía una sonrisa en los labios cuando Justin lo vio completamente muerto y con sangre en la boca. Y todavía tenía el cigarrillo en la mano derecha, sin terminar de consumir. Muriendo en su ambiente. En su gloria. Muriendo por fin y para siempre.
Luisa volvió a gritar, mirando a Justin con terror. Jamás creyó que las cosas terminarían de ese modo. Y cuando quiso decirle algo, se desvaneció en el piso, tratando de revivir a su difunto esposo. Gritó más. Y le gritó a Justin. Y volvió a insultarle. Y volvió a llorar. Dos oficiales se acercaron por detrás, sosteniéndola por los brazos y prácticamente cargándola para poder llevárselas. Y finalmente, con una mirada hacia los ojos de Justin, susurró algo que solo él pudo escuchar.
- Yo sí te quise.
Los oficiales pasaron a llevársela, desapareciendo poco a poco. Y en la habitación solo quedaban tres oficiales, Justin y un hombre que temblaba en una esquina.
- Escucha Justin…
- Cállate la maldita boca. Solo vas a decirme lo que yo te pida ¿vale? – Justin le miró frío. Sabía muy bien que ese tipejo había atacado a _________ incontables veces, y tenerlo ahí solo le hacía pensar en una cosa. – Sé que mi hija está viva. Por favor, dime donde está, porque te juro que no voy a pensármelos dos veces cuanto tenga que acabar contigo.
- Está en la habitación siguiente. Está viva.
Peterson también está viva. Por favor Justin… sabes que yo también fui obligado a pertenecer a Tentation, no merezco ir a la cár…
- Hey, Shhh. ¿Te he pedido que hables? – Justin se acercó a pasos lentos. – siempre supe que eras un cobarde. – teniéndolo cerca, le habló al oído. – solo te diré que… nunca debiste ni siquiera pensar en hacerle daño a mi chica. Siempre debiste pensar en las consecuencias. – hizo de su mano un puño y golpeó fuerte el estómago de Sebastián. Una y otra vez. Sin control. Varios oficiales se acercaron por detrás, pero ninguno de ellos pudo detener a Justin, que pegaba con fuerza. Y al ver a Sebastián desvanecerse por los suelos, pateó duro contra su cuerpo. Sus hombros. Sus piernas. Hasta dar en su polla. Y dejó de importarle cuanto eso podía doler, porque siguió pateando duro hasta cansarse y dejarlo completamente ensangrentado.
- ¡Basta Justin! – el oficial Vee apareció de pronto. – ¡Detente! – lo cogió de los brazos, junto con otros oficiales y pudieron por fin calmarlo. Y cuando pudo verlo, supo reconocer que Justin se encontraba entre lágrimas. Sin saber muy bien por qué lloraba, esperó a que este se lo dijera.
- Mi hija está viva. – Justin sonrió. Y Vee también lo hizo. Pero ninguno de los dos tuvo tiempo de continuar, pues Justin desapareció, corriendo entre las habitaciones hasta llegar a la continua. Abrió las puertas de la habitación, totalmente desesperado. Podía escuchar su corazón saliéndose. Palpitando con tanta fuerza. Jamás había latido tanto. Y es que solo le bastaba ver a Elisabeth para saber que todo esto por fin había terminado. Que todo este infierno por fin había desaparecido. Y que ahora solo tocaban ellos. Que ahora solo importaban ellos.
Buscó con la mirada dentro de la habitación. Dentro de ella, otra puerta estaba cerrada. Corrió hasta ella, sacando primero un arma y colocándola sobre su hombro para poder asegurarse por si alguien estaba dentro, aparte de Elisabeth. Pasó a abrir la puerta con rapidez. Y dentro, una mujer también apuntaba de la misma manera que él. Y ambos se quedaron perplejos al encontrarse entre ellos. Sin saber qué hacer y quedándose varios segundos en el aire, cada uno apuntando al otro. Y ambos en silencio. Y Elisabeth, que estaba en los brazos de esa mujer.
- Joder… - Justin tragó saliva. Su corazón se desvaneció al ver a _____________ con Elisabeth en sus brazos. Y no dudó en llorar. Porque era lo que le hacía falta. Porque lo necesitaba tanto. Porque no podía aguantar ni un segundo más ese jodido sentimiento. Dejó caer el arma al suelo. – por Dios… - gimió él. Mirándola. Y ___________ todavía no podía reaccionar. Seguía asustada y respirando con dificultad. Y parecía que en cualquier momento se quebraría y lloraría con todas las fuerzas de su corazón. – mi amor, soy yo. – le dijo suavemente. Elisabeth estiró sus brazos hacia él, reconociéndole de inmediato. Su aspecto cambió al verle y al estar entre sus brazos las cosas cambiaron. Tanto para él, como para ella. Sintiéndose segura. A salvo. Y él, que la abrazaba con fuerza. Sumergiéndose en su olor. Puro. Dulce. Precioso. Sus lágrimas fueron a parar sobre los hombros de Elisabeth. Quizá ella no podía entender nada, pero tenerlo ahí por fin, le hacía saber que lo había extraño muchísimo. – te amo… - le dijo contra el oído. Era la primera vez que confesaba algo así ante una niña. Y es que había bastado saber que alguien más podía hacerle daño, para saber que de verdad la amaba. Que no eran necesarios años, para darse cuenta que cada sentimiento junto a ella era tan intenso.
Justin subió la mirada hacia a _____________, que observaba todo a varios metros de ellos. Todavía parecía en shock, asustada y temblando.
- Gatita. – le habló él, acercándosele. – vamos, suelta esa arma. Soy yo. - __________ dejó caer el arma sobre el suelo. Al hacerlo dejó escapar un sollozo largo. Y varias lágrimas cayeron sobre sus mejillas. Sus manos dejaron de temblar y solo dejó que estas se relajaran, dejándolas caer. Dejándolas reposar. Su respiración volvió a la normalidad y enfocó todos sus sentidos en Justin. Y es que todavía no podía creérselo. – estoy aquí. – Justin le rodeó la cintura con el brazo derecho. Ella todavía lo miraba sorprendida.
- Por favor… - rogó ella, sobándose la nariz. – por favor dime que todo esto ya acabó… - volvió a quebrarse al ver a Elisabeth abrazando a Justin.
- Acabó. Acabó por fin, mi amor. – fue entonces cuando ella por fin pudo abrazar a Justin. Y al hacerlo solo se dedicó a llorar fuerte contra su pecho. A llorar de la jodida felicidad que desbordaba. De la alegría que de pronto había reinado su pecho. Se separó un poco para poder mirarlo a los ojos, y no duró mucho tiempo antes de que ambos estuvieran besándose de nuevo. Besándose como solo ellos sabían hacerlo. Un beso largo. Desesperado. Besándose para siempre.
Y afuera seguían escuchándose las sirenas de cada camioneta blindada. Y los heridos estaban siendo transportados hacia una clínica cercana. Y el oficial Vee comunicó al gobierno de Francia que aquello había terminado. Que aquel operativo había sido exitoso. Que todo Tentation había sido encerrado y transportado hacia un calabozo seguro, hasta poder encerrarlos en una cárcel. Y que no había más mafia. Y que nunca más habría más mafia. Porque ese día, por fin… Tentation había muerto para siempre.
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jueves, 29 de agosto de 2013
Capítulo 92
Un edificio grande, rodeado de terrenos baldíos y basura por doquier, se encontraba a media hora de la ciudad de Paris. El camino era difícil de encontrar. Pues en medio de la carretera que guiaba a otra ciudad, un pequeño atajo se escondía entre el camino. Un atajo peligroso, totalmente lúgubre y aparentemente legalizado por alguna persona. Toma aproximadamente quince minutos llegar hasta el tope del lugar. Y estando ahí, no tienes escapatoria, pues has encontrado Tentation.
- Quiero cinco hombres rodeando la entrada del atajo y patrullas cerrando la carretera. – comunicó el oficial Vee por el móvil. – sí… - asintió, observando por el parabrisas el edificio en frente de él. Debía admitir que cierto aire proveniente de ese lugar, le causaba escalofríos. Solo de pensar que estaba en frente de muchísimos criminales que no pensarían en quitarle la cabeza si era necesario, era suficiente para querer salir de ahí. – joder, que sí. Vamos a seguir las órdenes del chico. – se volteó a mirar a Justin. Y este parecía en otro lugar. Como si su mente estuviera volando demasiado alto en ese momento. – vale. – Vee colgó la llamada y guardó su antiguo móvil en el bolsillo delantero de su chaqueta.
Y guardó silencio. Y ambos guardaron silencio. No podía escucharse nada más que el sonido de los insectos fuera del auto y la respiración de cada uno.
- ¿Estás listo? – le preguntó Vee. Lo miró por el rabillo del ojo y aunque no quiso aceptarlo primero… muy dentro de sí, sentía que Justin también emanaba aire violento, causando en él el mismo miedo que Tentation le proporcionaba. Sin embargo, había aceptado hacer este operativo con el fin de eliminar aquella mafia que, según Justin, también odiaba con todas las fuerzas de su corazón. No había nada más que pensar… ahora mismo, debía confiar en él.
- Sí. – afirmó Justin, después de unos minutos de meditación. Sus ojos volvieron a perderse en el edificio. Y solo el hecho de hacerlo, le proporcionó muchísimos recuerdos que había intentado borrar desde que conoció a __________. Pero ahora todo parecía presentársele. Y cada imagen aparecía en su cabeza tan nítidamente. Como si estuviera viviéndola. Como si estuviera en aquel momento. Y cada abuso de sus padres, cada golpe, cada lágrima, cada cicatriz, cada tatuaje… todo estaba presente en ese momento, listo para ser eliminado de una vez por todas. - ¿tienes un cigarrillo? – Justin estiró la mano, sorprendiendo a Vee, que abrió los ojos con expresión asustada. No hizo más que asentir y gracias al cielo, de verdad tenía un par de cigarrillos en su chaqueta. Sacó uno, entregándoselo a Justin. - ¿fuego? – este enarcó una ceja. Vee volvió asentir, sacando del otro bolsillo un encendedor nuevo.
Justin cogió el cilindro, absorbió, esperando que el humo empezara a aparecer dentro de su boca cuando el fuego haya encendido el cigarrillo. Al hacerlo, devolvió el encendedor. Y se quedó callado otra vez. Mirando el horizonte. Relajándose sobre el asiento. Necesitaba esto antes de poder cometer un jodida locura.
- ¿Quieres que te confiese algo Vee?
La voz de Justin hizo que el oficial tragara saliva.
- Ellos tienen a mi familia. – Justin soltó humo. – no les ha bastado con hacerme mierda a mí todos los jodidos días de mi puñetera vida, sino que además, se han metido con mi hija.
Vee se volteó a verlo.
- Sí, tengo una hija. Y es preciosa. – inhaló humo, disfrutando tenerlo dentro de su boca por unos segundos y eliminándolo a medida que iba hablando. - ¿Qué harías tú en mi lugar? – Justin ladeó la cabeza, mirándolo.
Y Vee se quedó completamente callado una vez más. Por primera vez, debía quitarse el título de oficial. Debía más bien responder como una persona. Una persona llena de impulsos, sentimientos y un corazón. Sacó de su chaqueta el último cigarrillo que le quedaba y empezó a fumar. Después de unos segundos, ya bastante relajado con el humo en su boca, decidió hablar.
- Los mataría a todos. – soltó humo. El auto se había convertido en una chimenea.
- Es bueno saber qué piensas como yo. - sin querer, una risa sarcástica salió de su garganta. – todo mi pasado se resume en ese jodido edificio. – dio la última calada a su cigarrillo, abrió la ventanilla del auto y lo tiró. – Y todo acabará hoy. – frunció el ceño. Sentía cada palabra que decía, tan intensamente como podía, tomándosela en serio. Todavía no estaba seguro si Vee estaba entendiendo el mensaje que intentaba transmitirle, y no sabía si decirle lo que tenía planeado iba a ser una buena idea.
Por lo que decidió guardar silencio. Bajó del auto. Fue entonces cuando pudo sentir la incomodidad de todas las armas que tenía camufladas en el cuerpo. De pies a cabeza. Forrado de ellas. Y unas cuantas cosas más que necesitaría en el camino. Tenía además un micrófono en el borde de su camiseta, que sería activado en el momento en el que él quisiera refuerzos. Entonces sería donde las cinco camionetas blindadas de la policía accederían al lugar, proporcionándole ayuda. Pero él no necesitaría nada de eso…
- Deséame suerte, Vee. Y por seguridad, sal de aquí antes de que las cosas se pongan feas.
Entrar se le había hecho relativamente fácil, pues conocía un acceso que solo él, Ryan, Chas y Travis, utilizaban cuando rozaban los catorce. Una puerta secreta, que permanecía a pesar de los años. Y dentro, todo parecía sacado de una película de acción. Tal y como él estaba acostumbrado. Dentro, todo era viejo, lúgubre, lleno de armas y un poco de todo. Lleno de cosas sin valor, y muchos planos alrededor de las paredes. Y varias lámparas que alumbraban, a punto de apagarse. Un lugar húmedo. Un lugar espeluznante, que él conocía muy bien.
El camino le llevó a una habitación vacía, y le hizo perder el sentido de la ubicación al encontrarla totalmente oscura. Estiró los brazos, para así poder tocar las paredes con los dedos. Al hacerlo, siguió hasta poder tocar la madera maciza de la puerta. Buscó la cerradura y se detuvo. Cerró los ojos al saber que detrás de esa puerta es donde todo empezaría y acabaría a la misma vez. Se tensó también, al saber que su hija podría estar en cualquiera de esas habitaciones con alguno de esos hijos de puta. Y tendría que tener cuidado. Y rogaba en su interior, para que _____________ no estuviera ahí. Al menos no todavía. Sus dedos abrieron la cerradura con firmeza y varias voces se escucharon detrás de la puerta. Murmullos y un par de disparos. Justin cerró la puerta de inmediato. No podía ponerse nervioso justo ahora cuando estaba en la boca del problema.
- Joder… - se quejó en murmullos al sentir su corazón palpitar. Cada disparo que había escuchado, le había hecho rogar interiormente porque Elisabeth estuviera bien. Porque _________ estuviera bien.
“Tienes que hacer esto”… se dijo a sí mismo. Sabiendo que él era el único que podría arreglar esto. Porque él mismo hace tres años, había iniciado todo esto, y él mismo, hoy, y en este momento, iba a acabar con todo. Abrió la puerta, saliendo de la habitación, con aire duro y autosuficiente. El pasillo estaba solo. Miró a ambos lados y volvió a escuchar disparos en la siguiente habitación. La voz de dos hombres se escuchó, entonces supo que solo se trataba de entrenamiento. Así que siguió. Caminó a pasos lentos, analizando el lugar, hasta llegar al final del pasillo y encontrarse con un enorme salón repleto de armas, droga por los suelos, fotografías de bancos y municiones por doquier. Contándolos rápidamente, podía saber que se trataba de diez hombres fumando sobre una mesa. Los diez voltearon a mirar cuando Justin apareció. Los diez vestidos de negro, con hierba en la boca.
- ¡Oh mierda! – gritó uno, haciendo una mueca con la boca. Se puso de pie de inmediato y fue en busca de Justin. - ¿Qué coño haces tú aquí? – preguntó entusiasmado. Cogió la mano de Justin, practicando algún saludo antiguo. Y Justin le siguió el juego, sonriendo a medias. Al mismo tiempo, los demás hombres, llenos de tatuajes y músculos en todo el cuerpo, parecieron reconocerlo.
- ¿Justin? ¿Justin Bieber? – preguntó uno de ellos, enarcando la ceja. – pero tú no…
- ¿Es acaso no podía volver? – Justin caminó directo a la mesa. Cogió una botella de cerveza abierta y se la metió a la boca, tomando de un sorbo.
- Así que has vuelto. – habló otro. Este tenía el pelo negro, a diferencia de los demás. Y solo un tatuaje grande adornaba su brazo derecho.
- Me he aburrido de la vida ahí afuera, es todo.
- O la zorra con la que estuviste se acostó con otro. – se burló uno de ellos. Y todos rieron. Todos menos el tío de pelo negro y Justin. Pero este pareció relajado ante el comentario. Bebió de la cerveza una vez más y se relamió los labios al terminar, riéndose para sí solo.
- Tal vez. – dijo levantando los hombros. Y todos rieron por lo bajo una vez más. - ¿y a quién coño le importa? He venido aquí por un poco de mierda. Quiero divertirme.
- Has llegado en un buen momento. – comentó el más viejo de todos. Fumaba un puro y era completamente calvo. – mañana robaremos por aquí, y las cosas se van a poner interesantes.
Justin sonrió.
- ¿Están todos?
- La gran mayoría. Otros, al igual que tú, se fueron cuando tú decidiste irte.
- Gracias a ti, hijo de puta, casi todo Tentation se desintegró. Esos cobardes desaparecieron. – farfulló otro.
- ¿Chas ha vuelto por aquí? – preguntó Justin. En un afán desesperado por saber si su amigo estaba ahí. No quería que terminara herido, después de todo.
- No, tú y tu maldita pandilla desparecieron. – comentó el más viejo de todos.
Justin tragó saliva. Las cosas estaban saliendo bastante bien por ahora. Iniciar una conversación con esos gilipollas no era una hazaña difícil. Lo difícil se tornaba ahora.
- ¿Nickolas está aquí? – preguntó un Justin frío, con la mirada perdida en el horizonte.
- Vamos Justin, no te refieras a tu padre como “Nickolas”. – el hombre calvo hizo comillas con los dedos.
- ¿Está aquí, sí o no?
- Sí, joder. Está aquí. Al igual que tu madre. – contestó otro tipo, que sostenía una cerveza con la mano izquierda.
- ¿Van a robar mañana?
Los diez hombres negaron con la cabeza.
- Aquí entre nosotros, no sé qué mierda le está pasando a tu padre. Hace unos días ha traído aquí a una mujer. Una tía buena. Rubia. Estaba llorando, y solo nos pidió que nos tomáramos ese día. Que guardáramos el maldito secreto. Pero aquí en Tentation todo se hace un jodido chisme.
- La rubia venía con una niña. – habló otro. Dejando a Justin con la piel helada. Y se tensó. Se tensó muchísimo, a punto de perder el control. – los que saben todo esto son los más cercanos a tu padre, pero que se yo, no le demos demasiada importancia.
- Debe estar metida en alguna mierda. – Justin tomó de su cerveza. - no me sorprende. – dejó la botella tendida sobre la mesa. – iré a hablar con ese hijo de puta. Seguro tiene bastantes cosas que decirme. – alzó los hombros y se encaminó en dirección al segundo piso. Antes de que desapareciera totalmente, uno de ellos alzó la voz.
- Hey Justin, ¿tu chica de verdad se acostó con otro? – casi todos rieron. – estaba buena, joder, entiéndelo, tenía necesidades.
Y él se quedó callado, dándoles la espalda, y deteniéndose en medio del camino. Cuando pudo recobrar la compostura, volteó a mirarlos a los diez.
- Las cosas van a ponerse un poco complicadas. – dijo sonriendo a medias. – ¿les doy un consejo? Mejor salgan de aquí.
Pero ninguno de ellos, pudo saber a qué se refería.
Pisó el último escalón. Y no supo con certeza si lo que sentía era nervios, ansiedad o ira. Pero cualquiera de ellas era peligrosa, tratándose de él. Revisó que tuviera todo lo necesario para poder entrar. Pensó en usar el micrófono… y que tal vez sería necesario avisarles que estaba a punto de hablar con los principales creadores de Tentation. Pero quiso reservarse ese gusto. Podría con esto. Y podría solo.
Caminó por el pasillo, divisando al final de él, una puerta grande, en donde un hombre alto y moreno vigilaba. Este desvió la mirada cuando vio a Justin caminar por el pasillo relajadamente. Enarcó una ceja cuando pensó haberlo reconocido.
- ¿A dónde vas? – le preguntó al ver que Justin quería entrar a la habitación.
- Apártate Sean, voy a ver a mis padres. – le dijo frío. Ni siquiera mirándolo.
- No creo que ellos quieran verte.
- Joder, que no tengo tiempo. Llama a tu maldito jefe y dile que estoy aquí y que quiero verle.
- Tu padre no quiere verte Justin, será mejor que te vayas.
- Escucha, he renunciado a todo ¿vale? Quiero unirme a esto de nuevo, necesito hablar con tu jefe para decírselo, es todo.
Y Sean dudó por unos segundos al observar la mirada déspota de Justin. Sabía a lo que se arriesgaba. Justin era un tipo duro. Si necesitaba pelear, pelearía con él, y no tenía la certeza de saber que quedaría ileso. Así que se apartó y abrió la puerta, entrando con él.
Dentro, Nickolas y Luis Bieber estaban sentados alrededor de una mesa. Pero no solo estaban ellos, sino también Sebastián Parker. Que tenía la misma pinta de siempre. Un traje negro y humo en la boca. El hecho de ver a Justin entrar por esa puerta le hizo cambiar el color de la piel. De un momento a otro había optado por empalidecer. Abrió los ojos muchísimo y tal vez supo… por qué Justin estaba ahí.
Nickolas también abrió los ojos. Los cincuenta años rozaban hace mucho con él. Lleno de tatuajes hasta el último centímetro de piel y masticando hierba entre los dientes. Castaño, al igual que Justin y con una gorra de los Lakers que había adquirido recientemente. Ni siquiera se inmutó al ver a su hijo entrar por esa puerta. Quieto, solamente lo observó caminar a pasos duros y con la mirada fría. Con la mirada dura. Luisa también miró a su hijo. Aquella preciosa mujer vestía entera con ropa pegada al cuerpo y dos collares largos de diamantes. Tenía el pelo negro y una nostalgia embestía su mirada al ver a Justin. No podía creer que estuviera ahí, después de tanto tiempo, después de tantas cosas. Y aunque nunca lo había querido de una manera suficiente, era su hijo, y esa conexión permanecía hasta ahora. El hecho de verlo, de sentirlo cerca, hizo que todo su corazón temblara, pero al igual que Nickolas, se quedó quieta sobre la mesa, aunque no pudo evitar hablar.
- Justin… - dijo en voz alta. Nick levantó la mirada hacia ella, diciéndole con los ojos que cerrara la boca.
- Señor, el chico quería entrar y pensé que…
- Lárgate Sean. – Nick hizo un gesto con la mano, sin siquiera mirarlo. Sean asintió y desapareció, cerrando la puerta detrás de él.
Y dentro solo quedaron cuatro personas. Y aquello realmente empezaría a ponerse duro…
- Creo que podríamos dejar esto para otro día. – Sebastián apartó la mirada helada de Justin, colocándose de pie.
- No te vas a ninguna parte. – sentenció Nick. Mirándolo de la misma manera que Justin lo miraba a él. Aquello había sido heredado definitivamente de su padre. Sebastián volvió a tomar asiento - ¿Qué haces aquí? – le preguntó Nick a Justin. Pero no quiso mirarle. De pronto se había dado cuenta que su hijo había crecido muchísimo durante estos tres años, que era otro tipo, alguien mayor, maduro y que sabía muy bien cómo enfrentarlo. Y solo le había bastado mirarle para poder saberlo.
- ¿Te molesta que haya venido?
- Me da sinceramente igual. – levantó los hombros. – pero resulta ser que estaba a punto de firma algo importante.
- Hazlo, has como toda la vida has hecho, como si yo no estuviera aquí.
- ¿No estás un poco grande para rencores? Supera de una maldita vez el hecho de que las cosas hayan pasado como pasaron. Y por última vez, ¿Qué mierda quieres?
Luisa tragó saliva. Miró de reojo a Justin, y una vez más su corazón palpitó con fuerza.
- Quiero unirme a Tentation de nuevo.
- A Tentation no le haces falta, puedes irte.
Consíguete otra zorra que pueda follar igual de bien que la primera. Aquí no te quiero más.
- ¿Por qué no… papá?
Nick sonrió, por fin volteándose a mirarlo.
- Te has hecho grande Justin. Eso me gusta. Ya no eres más el imbécil que cumplía cada cosa que yo le decía. Pero ¿sabes? cometiste un error grande al irte de aquí, cuando sabías que no podías. Pero lo hiciste, hiciste todo por una grandísima perra que te hizo sufrir y llorar como un hijo de puta. Te dejó. Y poco después la vimos por aquí, robando con nosotros con gran habilidad… ¿Cómo voy a saber que no se te va a mover la polla de nuevo con alguna otra mujer?
- He aprendido la lección. – Justin bajó la mirada.
- Ya es muy tarde. Ahora, lárgate de aquí. Desaparece.
Y ambos se miraron. El mismo color de ojos hizo contacto. Y eran tan iguales y tan distintos al mismo tiempo. Muchísimos recuerdos aparecieron en aquellas miradas. Muchísimas sentimientos.
- ¡Desaparece! – gritó Nickolas, colocándose de pie. Justin le miró una vez más. Hace tanto tiempo que no escuchaba uno de esos gritos. Pero el escucharle ahora, ya no le atemorizaba más.
- Maldigo cada jodido día que he pasado siendo tu hijo.
- Tú nunca fuiste mi hijo.
- Basta, por favor. – rogó Luisa, colocándose de pie de la misma manera.
- ¿Quieres saber por qué estoy aquí? – Justin caminó a pasos seguros. Los centímetros entre su padre y él desaparecían cada vez más. Y las cosas iban poniéndose más tensas. - ¿De verdad crees que quiero unirme de nuevo a tu mafia de mierda?
- No me sorprendería pensarlo.
- Ya no te tengo miedo, Nickolas. Y estando aquí, solo, y sin ninguno de esos cabrones que disparan por ti, te vez como un completo idiota.
Un silencio se hizo en la habitación cuando una bofetada volteó el rostro de Justin hacia la izquierda.
Un golpe fuerte. Que lo hizo reaccionar después de varios segundos.
- Luzco como un completo idiota, sí, está bien.
Pero he jodido tu vida lo suficiente, como para tenerte aquí a punto de ponerte de rodillas para que deje a tu chica y a tu hija en paz ¿no es así?
Justin endureció los pómulos. Sus manos se convirtieron en puños y sus impulsos volvieron a gobernar en él como hace tiempo no pasaba. Y de pronto se sintió de nuevo el viejo Justin. Y no se arrepentía de haber aprendido a golpear y a disparar en tiempos pasados. Pero a la vez, tratando de ser tan duro y fuerte, quiso llorar. Quiso llorar por el monstruo que tenía al frente. Por la forma en la que por fin admitía que tenía a Elisabeth secuestrada y que había estado persiguiendo a __________ todo este tiempo, solo para joderlo a él y lastimarlo a él. Y lo había logrado. Pero juraba, que esta sería la última vez que ese hombre le hacía daño.
- ¿Piensas que voy a rogarte?
- Quiero que te arrodilles. Hazlo, si quieres ver a tu hija.
- ¿Cómo la has encontrado? – preguntó un Justin que de pronto estaba desesperado por ver a Elisabeth.
- Contactar a tu ex fue la cosa más sencilla. Una mujer despechada es un peligro. – Nick sonrió mostrando los dientes. – la rubia nos dijo dónde podíamos encontrar a tu hija, y trabajó bien por un tiempo, pero luego se me hizo aburrido tenerla jodiendo todos los malditos días para que la sacáramos de aquí.
Justin abrió los ojos… Mierda… no podía ser cierto. Marie…¿Marie estaba aquí?
- ¿Dónde está ella?
- Pudriéndose en algún cementerio de Paris. – ladeó la cabeza y se volteó, caminando en dirección contraria a Justin. – no me servía en lo absoluto. – Nick encendió un cigarrillo y se lo puso en la boca.
Y Justin se quedó perplejo. El aliento empezó a faltarle. Empezaba a darse cuenta de que ese hombre de verdad estaba dispuesto a todo. Pero solo le quedaba una pregunta, antes de empezar con todo el operativo y verlo rendirse ante sus pies.
- ¿Por qué me odias tanto? – susurró, bajando la mirada hasta el suelo. Luisa se cubrió la cara y Sebastián parecía incomodo en aquel lugar. El único que parecía pensar bien la respuesta era Nickolas, que votaba el humo hacia arriba. Aquella pregunta era la esencial para definir el rencor que le tenía. Y aunque él todavía no sabía con exactitud lo que sentía por Justin, sabía que lo odiaría hasta el último día de su vida.
- Porque eres tan parecido a mí. Me recuerdas de todas las maneras. Y lo único que quiero hacer contigo es matarte. Porque uno más como yo, no es bueno para este mundo. Porque nunca debiste nacer. Porque jamás te quise. Y porque ahora, piensas que con solo irte y desaparecer con una familia nueva vas a olvidarte de mí. Pero no es así. Siempre voy a estar presente en tus malditos recuerdos.
Se quedó callado. Y sin querer, sus ojos se habían humedecido al decir esas palabras. Y los ojos de Justin habían reaccionado de la misma manera al escucharlas. No había nada más que decir. Nada más que hacer. Todo estaba dicho, y ahora solo quedaba actuar.
- Lo siento mucho, papá. – Justin presionó el pequeño botón que sobresalía dentro del borde su camiseta. De inmediato, supo que el infierno estaba a punto de comenzar. – siento mucho no haber sido lo que quisiste. Pero que sepas, que siempre hice todo por complacerte. Me convertí en un maldito drogadicto, un maldito criminal, un completo hijo de puta por ti. Y ni siquiera así me aceptaste.
- Solo hay una forma en la que podría aceptarte. – ambos volvieron a mirarse. – estando muerto.
Fue entonces, cuando varios disparos se escucharon en el primer piso del edificio. Varios gritos. Personas corriendo. Insultos. Y varias sirenas provenientes de afuera del edificio. Luisa corrió hacia la mampara de la habitación y sus ojos no podían creer lo que estaba mirando. Se tapó la boca. Y cuando quiso hablar, Sean abrió la puerta de la habitación.
- Señor, tiene que salir de aquí… - un disparo, procedente del pasillo, atravesó su cuerpo. Pronto se hicieron dos, tres y cuatro en diferentes partes de su cuerpo hasta dar en su corazón. Sean cayó sobre el suelo, formando un gran charco de sangre saliendo de su boca.
Luisa gritó horrorizada. Corrió a ocultarse tras Nick, cuando observó que varios hombres con el mismo uniforme se formaban en el pasillo. Y supo que todo estaba perdido.
- Te lo voy a preguntar por última vez, Nickolas Bieber ¿Dónde está mi hija? – ahora era Justin quien hablaba. Y tenía una Glock entre las manos,
apuntando directamente hacia la frente de Nick.
- ¿Quieres saberlo? – él sonrió. Todavía plácido. Miró a los oficiales entrar a la habitación y se rio por un rato, terminando de fumar su último cigarrillo. – está muerta Justin, está muerta al igual que Peterson. Pero me alegro que al menos vayas a cobrar venganza por ello. Aquí estoy, ven y mátame, hijo.
El mundo pareció desvanecerse a los ojos de Justin. Y supo, que ni siquiera matándolo mil veces lograría superar lo que acababa de escuchar. Que ni siquiera eso podría reconfortarlo. Porque ahora nada tenía sentido. Y de pronto no tenía noción de las cosas. De donde estaba. De la vida. De nada. Todo había desaparecido en un instante.
- Mátame, oh gran hijo de puta.
Y eso fue exactamente lo que Justin hizo.
***
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- Quiero cinco hombres rodeando la entrada del atajo y patrullas cerrando la carretera. – comunicó el oficial Vee por el móvil. – sí… - asintió, observando por el parabrisas el edificio en frente de él. Debía admitir que cierto aire proveniente de ese lugar, le causaba escalofríos. Solo de pensar que estaba en frente de muchísimos criminales que no pensarían en quitarle la cabeza si era necesario, era suficiente para querer salir de ahí. – joder, que sí. Vamos a seguir las órdenes del chico. – se volteó a mirar a Justin. Y este parecía en otro lugar. Como si su mente estuviera volando demasiado alto en ese momento. – vale. – Vee colgó la llamada y guardó su antiguo móvil en el bolsillo delantero de su chaqueta.
Y guardó silencio. Y ambos guardaron silencio. No podía escucharse nada más que el sonido de los insectos fuera del auto y la respiración de cada uno.
- ¿Estás listo? – le preguntó Vee. Lo miró por el rabillo del ojo y aunque no quiso aceptarlo primero… muy dentro de sí, sentía que Justin también emanaba aire violento, causando en él el mismo miedo que Tentation le proporcionaba. Sin embargo, había aceptado hacer este operativo con el fin de eliminar aquella mafia que, según Justin, también odiaba con todas las fuerzas de su corazón. No había nada más que pensar… ahora mismo, debía confiar en él.
- Sí. – afirmó Justin, después de unos minutos de meditación. Sus ojos volvieron a perderse en el edificio. Y solo el hecho de hacerlo, le proporcionó muchísimos recuerdos que había intentado borrar desde que conoció a __________. Pero ahora todo parecía presentársele. Y cada imagen aparecía en su cabeza tan nítidamente. Como si estuviera viviéndola. Como si estuviera en aquel momento. Y cada abuso de sus padres, cada golpe, cada lágrima, cada cicatriz, cada tatuaje… todo estaba presente en ese momento, listo para ser eliminado de una vez por todas. - ¿tienes un cigarrillo? – Justin estiró la mano, sorprendiendo a Vee, que abrió los ojos con expresión asustada. No hizo más que asentir y gracias al cielo, de verdad tenía un par de cigarrillos en su chaqueta. Sacó uno, entregándoselo a Justin. - ¿fuego? – este enarcó una ceja. Vee volvió asentir, sacando del otro bolsillo un encendedor nuevo.
Justin cogió el cilindro, absorbió, esperando que el humo empezara a aparecer dentro de su boca cuando el fuego haya encendido el cigarrillo. Al hacerlo, devolvió el encendedor. Y se quedó callado otra vez. Mirando el horizonte. Relajándose sobre el asiento. Necesitaba esto antes de poder cometer un jodida locura.
- ¿Quieres que te confiese algo Vee?
La voz de Justin hizo que el oficial tragara saliva.
- Ellos tienen a mi familia. – Justin soltó humo. – no les ha bastado con hacerme mierda a mí todos los jodidos días de mi puñetera vida, sino que además, se han metido con mi hija.
Vee se volteó a verlo.
- Sí, tengo una hija. Y es preciosa. – inhaló humo, disfrutando tenerlo dentro de su boca por unos segundos y eliminándolo a medida que iba hablando. - ¿Qué harías tú en mi lugar? – Justin ladeó la cabeza, mirándolo.
Y Vee se quedó completamente callado una vez más. Por primera vez, debía quitarse el título de oficial. Debía más bien responder como una persona. Una persona llena de impulsos, sentimientos y un corazón. Sacó de su chaqueta el último cigarrillo que le quedaba y empezó a fumar. Después de unos segundos, ya bastante relajado con el humo en su boca, decidió hablar.
- Los mataría a todos. – soltó humo. El auto se había convertido en una chimenea.
- Es bueno saber qué piensas como yo. - sin querer, una risa sarcástica salió de su garganta. – todo mi pasado se resume en ese jodido edificio. – dio la última calada a su cigarrillo, abrió la ventanilla del auto y lo tiró. – Y todo acabará hoy. – frunció el ceño. Sentía cada palabra que decía, tan intensamente como podía, tomándosela en serio. Todavía no estaba seguro si Vee estaba entendiendo el mensaje que intentaba transmitirle, y no sabía si decirle lo que tenía planeado iba a ser una buena idea.
Por lo que decidió guardar silencio. Bajó del auto. Fue entonces cuando pudo sentir la incomodidad de todas las armas que tenía camufladas en el cuerpo. De pies a cabeza. Forrado de ellas. Y unas cuantas cosas más que necesitaría en el camino. Tenía además un micrófono en el borde de su camiseta, que sería activado en el momento en el que él quisiera refuerzos. Entonces sería donde las cinco camionetas blindadas de la policía accederían al lugar, proporcionándole ayuda. Pero él no necesitaría nada de eso…
- Deséame suerte, Vee. Y por seguridad, sal de aquí antes de que las cosas se pongan feas.
Entrar se le había hecho relativamente fácil, pues conocía un acceso que solo él, Ryan, Chas y Travis, utilizaban cuando rozaban los catorce. Una puerta secreta, que permanecía a pesar de los años. Y dentro, todo parecía sacado de una película de acción. Tal y como él estaba acostumbrado. Dentro, todo era viejo, lúgubre, lleno de armas y un poco de todo. Lleno de cosas sin valor, y muchos planos alrededor de las paredes. Y varias lámparas que alumbraban, a punto de apagarse. Un lugar húmedo. Un lugar espeluznante, que él conocía muy bien.
El camino le llevó a una habitación vacía, y le hizo perder el sentido de la ubicación al encontrarla totalmente oscura. Estiró los brazos, para así poder tocar las paredes con los dedos. Al hacerlo, siguió hasta poder tocar la madera maciza de la puerta. Buscó la cerradura y se detuvo. Cerró los ojos al saber que detrás de esa puerta es donde todo empezaría y acabaría a la misma vez. Se tensó también, al saber que su hija podría estar en cualquiera de esas habitaciones con alguno de esos hijos de puta. Y tendría que tener cuidado. Y rogaba en su interior, para que _____________ no estuviera ahí. Al menos no todavía. Sus dedos abrieron la cerradura con firmeza y varias voces se escucharon detrás de la puerta. Murmullos y un par de disparos. Justin cerró la puerta de inmediato. No podía ponerse nervioso justo ahora cuando estaba en la boca del problema.
- Joder… - se quejó en murmullos al sentir su corazón palpitar. Cada disparo que había escuchado, le había hecho rogar interiormente porque Elisabeth estuviera bien. Porque _________ estuviera bien.
“Tienes que hacer esto”… se dijo a sí mismo. Sabiendo que él era el único que podría arreglar esto. Porque él mismo hace tres años, había iniciado todo esto, y él mismo, hoy, y en este momento, iba a acabar con todo. Abrió la puerta, saliendo de la habitación, con aire duro y autosuficiente. El pasillo estaba solo. Miró a ambos lados y volvió a escuchar disparos en la siguiente habitación. La voz de dos hombres se escuchó, entonces supo que solo se trataba de entrenamiento. Así que siguió. Caminó a pasos lentos, analizando el lugar, hasta llegar al final del pasillo y encontrarse con un enorme salón repleto de armas, droga por los suelos, fotografías de bancos y municiones por doquier. Contándolos rápidamente, podía saber que se trataba de diez hombres fumando sobre una mesa. Los diez voltearon a mirar cuando Justin apareció. Los diez vestidos de negro, con hierba en la boca.
- ¡Oh mierda! – gritó uno, haciendo una mueca con la boca. Se puso de pie de inmediato y fue en busca de Justin. - ¿Qué coño haces tú aquí? – preguntó entusiasmado. Cogió la mano de Justin, practicando algún saludo antiguo. Y Justin le siguió el juego, sonriendo a medias. Al mismo tiempo, los demás hombres, llenos de tatuajes y músculos en todo el cuerpo, parecieron reconocerlo.
- ¿Justin? ¿Justin Bieber? – preguntó uno de ellos, enarcando la ceja. – pero tú no…
- ¿Es acaso no podía volver? – Justin caminó directo a la mesa. Cogió una botella de cerveza abierta y se la metió a la boca, tomando de un sorbo.
- Así que has vuelto. – habló otro. Este tenía el pelo negro, a diferencia de los demás. Y solo un tatuaje grande adornaba su brazo derecho.
- Me he aburrido de la vida ahí afuera, es todo.
- O la zorra con la que estuviste se acostó con otro. – se burló uno de ellos. Y todos rieron. Todos menos el tío de pelo negro y Justin. Pero este pareció relajado ante el comentario. Bebió de la cerveza una vez más y se relamió los labios al terminar, riéndose para sí solo.
- Tal vez. – dijo levantando los hombros. Y todos rieron por lo bajo una vez más. - ¿y a quién coño le importa? He venido aquí por un poco de mierda. Quiero divertirme.
- Has llegado en un buen momento. – comentó el más viejo de todos. Fumaba un puro y era completamente calvo. – mañana robaremos por aquí, y las cosas se van a poner interesantes.
Justin sonrió.
- ¿Están todos?
- La gran mayoría. Otros, al igual que tú, se fueron cuando tú decidiste irte.
- Gracias a ti, hijo de puta, casi todo Tentation se desintegró. Esos cobardes desaparecieron. – farfulló otro.
- ¿Chas ha vuelto por aquí? – preguntó Justin. En un afán desesperado por saber si su amigo estaba ahí. No quería que terminara herido, después de todo.
- No, tú y tu maldita pandilla desparecieron. – comentó el más viejo de todos.
Justin tragó saliva. Las cosas estaban saliendo bastante bien por ahora. Iniciar una conversación con esos gilipollas no era una hazaña difícil. Lo difícil se tornaba ahora.
- ¿Nickolas está aquí? – preguntó un Justin frío, con la mirada perdida en el horizonte.
- Vamos Justin, no te refieras a tu padre como “Nickolas”. – el hombre calvo hizo comillas con los dedos.
- ¿Está aquí, sí o no?
- Sí, joder. Está aquí. Al igual que tu madre. – contestó otro tipo, que sostenía una cerveza con la mano izquierda.
- ¿Van a robar mañana?
Los diez hombres negaron con la cabeza.
- Aquí entre nosotros, no sé qué mierda le está pasando a tu padre. Hace unos días ha traído aquí a una mujer. Una tía buena. Rubia. Estaba llorando, y solo nos pidió que nos tomáramos ese día. Que guardáramos el maldito secreto. Pero aquí en Tentation todo se hace un jodido chisme.
- La rubia venía con una niña. – habló otro. Dejando a Justin con la piel helada. Y se tensó. Se tensó muchísimo, a punto de perder el control. – los que saben todo esto son los más cercanos a tu padre, pero que se yo, no le demos demasiada importancia.
- Debe estar metida en alguna mierda. – Justin tomó de su cerveza. - no me sorprende. – dejó la botella tendida sobre la mesa. – iré a hablar con ese hijo de puta. Seguro tiene bastantes cosas que decirme. – alzó los hombros y se encaminó en dirección al segundo piso. Antes de que desapareciera totalmente, uno de ellos alzó la voz.
- Hey Justin, ¿tu chica de verdad se acostó con otro? – casi todos rieron. – estaba buena, joder, entiéndelo, tenía necesidades.
Y él se quedó callado, dándoles la espalda, y deteniéndose en medio del camino. Cuando pudo recobrar la compostura, volteó a mirarlos a los diez.
- Las cosas van a ponerse un poco complicadas. – dijo sonriendo a medias. – ¿les doy un consejo? Mejor salgan de aquí.
Pero ninguno de ellos, pudo saber a qué se refería.
Pisó el último escalón. Y no supo con certeza si lo que sentía era nervios, ansiedad o ira. Pero cualquiera de ellas era peligrosa, tratándose de él. Revisó que tuviera todo lo necesario para poder entrar. Pensó en usar el micrófono… y que tal vez sería necesario avisarles que estaba a punto de hablar con los principales creadores de Tentation. Pero quiso reservarse ese gusto. Podría con esto. Y podría solo.
Caminó por el pasillo, divisando al final de él, una puerta grande, en donde un hombre alto y moreno vigilaba. Este desvió la mirada cuando vio a Justin caminar por el pasillo relajadamente. Enarcó una ceja cuando pensó haberlo reconocido.
- ¿A dónde vas? – le preguntó al ver que Justin quería entrar a la habitación.
- Apártate Sean, voy a ver a mis padres. – le dijo frío. Ni siquiera mirándolo.
- No creo que ellos quieran verte.
- Joder, que no tengo tiempo. Llama a tu maldito jefe y dile que estoy aquí y que quiero verle.
- Tu padre no quiere verte Justin, será mejor que te vayas.
- Escucha, he renunciado a todo ¿vale? Quiero unirme a esto de nuevo, necesito hablar con tu jefe para decírselo, es todo.
Y Sean dudó por unos segundos al observar la mirada déspota de Justin. Sabía a lo que se arriesgaba. Justin era un tipo duro. Si necesitaba pelear, pelearía con él, y no tenía la certeza de saber que quedaría ileso. Así que se apartó y abrió la puerta, entrando con él.
Dentro, Nickolas y Luis Bieber estaban sentados alrededor de una mesa. Pero no solo estaban ellos, sino también Sebastián Parker. Que tenía la misma pinta de siempre. Un traje negro y humo en la boca. El hecho de ver a Justin entrar por esa puerta le hizo cambiar el color de la piel. De un momento a otro había optado por empalidecer. Abrió los ojos muchísimo y tal vez supo… por qué Justin estaba ahí.
Nickolas también abrió los ojos. Los cincuenta años rozaban hace mucho con él. Lleno de tatuajes hasta el último centímetro de piel y masticando hierba entre los dientes. Castaño, al igual que Justin y con una gorra de los Lakers que había adquirido recientemente. Ni siquiera se inmutó al ver a su hijo entrar por esa puerta. Quieto, solamente lo observó caminar a pasos duros y con la mirada fría. Con la mirada dura. Luisa también miró a su hijo. Aquella preciosa mujer vestía entera con ropa pegada al cuerpo y dos collares largos de diamantes. Tenía el pelo negro y una nostalgia embestía su mirada al ver a Justin. No podía creer que estuviera ahí, después de tanto tiempo, después de tantas cosas. Y aunque nunca lo había querido de una manera suficiente, era su hijo, y esa conexión permanecía hasta ahora. El hecho de verlo, de sentirlo cerca, hizo que todo su corazón temblara, pero al igual que Nickolas, se quedó quieta sobre la mesa, aunque no pudo evitar hablar.
- Justin… - dijo en voz alta. Nick levantó la mirada hacia ella, diciéndole con los ojos que cerrara la boca.
- Señor, el chico quería entrar y pensé que…
- Lárgate Sean. – Nick hizo un gesto con la mano, sin siquiera mirarlo. Sean asintió y desapareció, cerrando la puerta detrás de él.
Y dentro solo quedaron cuatro personas. Y aquello realmente empezaría a ponerse duro…
- Creo que podríamos dejar esto para otro día. – Sebastián apartó la mirada helada de Justin, colocándose de pie.
- No te vas a ninguna parte. – sentenció Nick. Mirándolo de la misma manera que Justin lo miraba a él. Aquello había sido heredado definitivamente de su padre. Sebastián volvió a tomar asiento - ¿Qué haces aquí? – le preguntó Nick a Justin. Pero no quiso mirarle. De pronto se había dado cuenta que su hijo había crecido muchísimo durante estos tres años, que era otro tipo, alguien mayor, maduro y que sabía muy bien cómo enfrentarlo. Y solo le había bastado mirarle para poder saberlo.
- ¿Te molesta que haya venido?
- Me da sinceramente igual. – levantó los hombros. – pero resulta ser que estaba a punto de firma algo importante.
- Hazlo, has como toda la vida has hecho, como si yo no estuviera aquí.
- ¿No estás un poco grande para rencores? Supera de una maldita vez el hecho de que las cosas hayan pasado como pasaron. Y por última vez, ¿Qué mierda quieres?
Luisa tragó saliva. Miró de reojo a Justin, y una vez más su corazón palpitó con fuerza.
- Quiero unirme a Tentation de nuevo.
- A Tentation no le haces falta, puedes irte.
Consíguete otra zorra que pueda follar igual de bien que la primera. Aquí no te quiero más.
- ¿Por qué no… papá?
Nick sonrió, por fin volteándose a mirarlo.
- Te has hecho grande Justin. Eso me gusta. Ya no eres más el imbécil que cumplía cada cosa que yo le decía. Pero ¿sabes? cometiste un error grande al irte de aquí, cuando sabías que no podías. Pero lo hiciste, hiciste todo por una grandísima perra que te hizo sufrir y llorar como un hijo de puta. Te dejó. Y poco después la vimos por aquí, robando con nosotros con gran habilidad… ¿Cómo voy a saber que no se te va a mover la polla de nuevo con alguna otra mujer?
- He aprendido la lección. – Justin bajó la mirada.
- Ya es muy tarde. Ahora, lárgate de aquí. Desaparece.
Y ambos se miraron. El mismo color de ojos hizo contacto. Y eran tan iguales y tan distintos al mismo tiempo. Muchísimos recuerdos aparecieron en aquellas miradas. Muchísimas sentimientos.
- ¡Desaparece! – gritó Nickolas, colocándose de pie. Justin le miró una vez más. Hace tanto tiempo que no escuchaba uno de esos gritos. Pero el escucharle ahora, ya no le atemorizaba más.
- Maldigo cada jodido día que he pasado siendo tu hijo.
- Tú nunca fuiste mi hijo.
- Basta, por favor. – rogó Luisa, colocándose de pie de la misma manera.
- ¿Quieres saber por qué estoy aquí? – Justin caminó a pasos seguros. Los centímetros entre su padre y él desaparecían cada vez más. Y las cosas iban poniéndose más tensas. - ¿De verdad crees que quiero unirme de nuevo a tu mafia de mierda?
- No me sorprendería pensarlo.
- Ya no te tengo miedo, Nickolas. Y estando aquí, solo, y sin ninguno de esos cabrones que disparan por ti, te vez como un completo idiota.
Un silencio se hizo en la habitación cuando una bofetada volteó el rostro de Justin hacia la izquierda.
Un golpe fuerte. Que lo hizo reaccionar después de varios segundos.
- Luzco como un completo idiota, sí, está bien.
Pero he jodido tu vida lo suficiente, como para tenerte aquí a punto de ponerte de rodillas para que deje a tu chica y a tu hija en paz ¿no es así?
Justin endureció los pómulos. Sus manos se convirtieron en puños y sus impulsos volvieron a gobernar en él como hace tiempo no pasaba. Y de pronto se sintió de nuevo el viejo Justin. Y no se arrepentía de haber aprendido a golpear y a disparar en tiempos pasados. Pero a la vez, tratando de ser tan duro y fuerte, quiso llorar. Quiso llorar por el monstruo que tenía al frente. Por la forma en la que por fin admitía que tenía a Elisabeth secuestrada y que había estado persiguiendo a __________ todo este tiempo, solo para joderlo a él y lastimarlo a él. Y lo había logrado. Pero juraba, que esta sería la última vez que ese hombre le hacía daño.
- ¿Piensas que voy a rogarte?
- Quiero que te arrodilles. Hazlo, si quieres ver a tu hija.
- ¿Cómo la has encontrado? – preguntó un Justin que de pronto estaba desesperado por ver a Elisabeth.
- Contactar a tu ex fue la cosa más sencilla. Una mujer despechada es un peligro. – Nick sonrió mostrando los dientes. – la rubia nos dijo dónde podíamos encontrar a tu hija, y trabajó bien por un tiempo, pero luego se me hizo aburrido tenerla jodiendo todos los malditos días para que la sacáramos de aquí.
Justin abrió los ojos… Mierda… no podía ser cierto. Marie…¿Marie estaba aquí?
- ¿Dónde está ella?
- Pudriéndose en algún cementerio de Paris. – ladeó la cabeza y se volteó, caminando en dirección contraria a Justin. – no me servía en lo absoluto. – Nick encendió un cigarrillo y se lo puso en la boca.
Y Justin se quedó perplejo. El aliento empezó a faltarle. Empezaba a darse cuenta de que ese hombre de verdad estaba dispuesto a todo. Pero solo le quedaba una pregunta, antes de empezar con todo el operativo y verlo rendirse ante sus pies.
- ¿Por qué me odias tanto? – susurró, bajando la mirada hasta el suelo. Luisa se cubrió la cara y Sebastián parecía incomodo en aquel lugar. El único que parecía pensar bien la respuesta era Nickolas, que votaba el humo hacia arriba. Aquella pregunta era la esencial para definir el rencor que le tenía. Y aunque él todavía no sabía con exactitud lo que sentía por Justin, sabía que lo odiaría hasta el último día de su vida.
- Porque eres tan parecido a mí. Me recuerdas de todas las maneras. Y lo único que quiero hacer contigo es matarte. Porque uno más como yo, no es bueno para este mundo. Porque nunca debiste nacer. Porque jamás te quise. Y porque ahora, piensas que con solo irte y desaparecer con una familia nueva vas a olvidarte de mí. Pero no es así. Siempre voy a estar presente en tus malditos recuerdos.
Se quedó callado. Y sin querer, sus ojos se habían humedecido al decir esas palabras. Y los ojos de Justin habían reaccionado de la misma manera al escucharlas. No había nada más que decir. Nada más que hacer. Todo estaba dicho, y ahora solo quedaba actuar.
- Lo siento mucho, papá. – Justin presionó el pequeño botón que sobresalía dentro del borde su camiseta. De inmediato, supo que el infierno estaba a punto de comenzar. – siento mucho no haber sido lo que quisiste. Pero que sepas, que siempre hice todo por complacerte. Me convertí en un maldito drogadicto, un maldito criminal, un completo hijo de puta por ti. Y ni siquiera así me aceptaste.
- Solo hay una forma en la que podría aceptarte. – ambos volvieron a mirarse. – estando muerto.
Fue entonces, cuando varios disparos se escucharon en el primer piso del edificio. Varios gritos. Personas corriendo. Insultos. Y varias sirenas provenientes de afuera del edificio. Luisa corrió hacia la mampara de la habitación y sus ojos no podían creer lo que estaba mirando. Se tapó la boca. Y cuando quiso hablar, Sean abrió la puerta de la habitación.
- Señor, tiene que salir de aquí… - un disparo, procedente del pasillo, atravesó su cuerpo. Pronto se hicieron dos, tres y cuatro en diferentes partes de su cuerpo hasta dar en su corazón. Sean cayó sobre el suelo, formando un gran charco de sangre saliendo de su boca.
Luisa gritó horrorizada. Corrió a ocultarse tras Nick, cuando observó que varios hombres con el mismo uniforme se formaban en el pasillo. Y supo que todo estaba perdido.
- Te lo voy a preguntar por última vez, Nickolas Bieber ¿Dónde está mi hija? – ahora era Justin quien hablaba. Y tenía una Glock entre las manos,
apuntando directamente hacia la frente de Nick.
- ¿Quieres saberlo? – él sonrió. Todavía plácido. Miró a los oficiales entrar a la habitación y se rio por un rato, terminando de fumar su último cigarrillo. – está muerta Justin, está muerta al igual que Peterson. Pero me alegro que al menos vayas a cobrar venganza por ello. Aquí estoy, ven y mátame, hijo.
El mundo pareció desvanecerse a los ojos de Justin. Y supo, que ni siquiera matándolo mil veces lograría superar lo que acababa de escuchar. Que ni siquiera eso podría reconfortarlo. Porque ahora nada tenía sentido. Y de pronto no tenía noción de las cosas. De donde estaba. De la vida. De nada. Todo había desaparecido en un instante.
- Mátame, oh gran hijo de puta.
Y eso fue exactamente lo que Justin hizo.
***
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sábado, 24 de agosto de 2013
Capítulo 91
Sus
ojos brillaron ante la imagen. Un brillo lleno de furia y muchísima venganza.
Movió las manos dentro de la caja y palpó con los dedos el gatillo de un arma.
Al cogerla, se quedó observándola por un buen tiempo, mirando a través de ella
lo que otros no podían ver. Lo que solo ella conocía: su otra faceta. Su jodido
lado oscuro. El silencio se apoderó de la habitación y sus pensamientos
gobernaban su mente, dándole ideas, hablándole fuerte, llenándola de valor.
De
pronto, el sonido de la puerta de madera resonó entre sus oídos, obligándola a
soltar el arma por la sorpresa.
Su
pecho empezó a subir y bajar, a medida que su respiración se aceleraba en
conjunto con sus latidos. Era siempre la misma rutina cuando escuchaba o veía
algo para lo que no estaba preparada. Su estado de paranoia había aumentado
desde que sabía lo de Elisabeth, y quién sabe tal vez jamás podría superar el
hecho de que una mafia estuvo persiguiéndola en una época de su vida. Y quien
sabe, tal vez esto no acabaría nunca.
Volvieron
a tocar la puerta. Dos toques suaves y pausados. ______________ relajó el
cuerpo, sacudiéndose de las tensiones y alucinaciones que ella misma imaginaba
en su cabeza. Aunque estaba segura que quien se encontraba tras de esa puerta
no era nadie relacionado con Tentation, no abriría sin un arma sobre el hombro.
Así que lo hizo, recogió el arma que había caído ante sus pies por la sorpresa
y la colocó sobre su hombro. Contó tres en su cabeza con los ojos cerrados y
abrió la puerta.
-
Dios mío, Emily. -
______________ relajó los hombros, soltando aire. El semblante asustado de su
mejor amiga le aliviaba de cierta forma. Y la morena abrió los ojos, mirando
perpleja a una ____________ que sostenía con firmeza una Glock. – me has
asustado.
-
Tú me has asustado a mí, joder.
– sostuvo Emily. Tenía una mochila en la espalda y vestía una polera ancha de
color verde que le daba hasta los muslos, junto a unos jeans rasgados en la
rodilla. - ¿qué ha pasado aquí? – dijo fijándose en el interior del
departamento. Su mandíbula calló al suelo al notar todo los restos de la
planificación de Justin para el robo en el banco de Francia. Y era inteligente.
Y había visto esto en muchas películas. Y su intuición nunca fallaba.
Se
adentró al departamento, sin dejar de mirar las fotos y planos que adornaban
las paredes del departamento. ____________ cerró la puerta.
-
No tengo tiempo ahora, Emily.
- __________ guardó la Glock en la caja donde la había encontrado. – solo he
querido que vengas aquí porque estás más segura conmigo que en New York.
Emily
frunció el ceño. Sus ojos se centraron en su mejor amiga. Otra mujer.
Definitivamente otra mujer. No era la _______ Peterson que conocía y admiraba.
Ahora solo veía a una mujer ida y sus ojos solo demostraban un porcentaje de
los destruida que estaba internamente.
-
¿Le has dicho a la policía
sobre…
-
No. - ___________ se volteó a mirarle. – te he
dicho que yo me encargaré de eso.
-
Tú no puedes con todo esto,
_________.
-
Por supuesto que puedo.
-
¿Desde cuando manejas armas?
____________
mostró una media sonrisa. Era la primera vez en tantas horas que sonreía un
poco.
-
Te sorprendería saberlo. –
ladeó la cabeza, dirigiéndose a la habitación donde todavía estaban sus cosas.
Regresó después de unos minutos con una chaqueta de cuero. La chaqueta de
Justin. Cogió el arma y la guardó hábilmente dentro de sus pantalones.
-
¿A dónde vas? – Emily alzó la
voz.
-
¡Mierda! – gritó __________,
totalmente desesperada, perdiendo el equilibrio. - ¡¿Qué no te das cuenta?! ¡Mi
hija está secuestrada! ¿Qué mierda piensas que voy a hacer? – alzó los brazos.
Su voz se entrecortó en las últimas palabras, dándole indicios de lo que
vendría. - ¿A dónde mierda piensas que voy a ir? – abrió los ojos, llenándose
de inmundas ganas de llorar que apretaron duro su garganta. Su pecho subía y
bajaba, mientras la mirada de Emily también se llenaba de lágrimas. Mientras
Emily empezaba a tal vez estar un poco en los zapatos de ____________.
Un
silencio grande se abrió entre las dos, haciendo que el ambiente se tense un
poco más.
Y
ninguna de las dos parecía querer hablar… hasta que un sollozo fuerte salió de
la garganta de ___________, que pronto pasó a desvanecerse sobre el sofá más
grande.
Y
lloró. Lloró duro. Sin ninguna maldita restricción Sin prohibirse a ella misma
llorar. Sin ser tan dura consigo misma. Simplemente lloró. Lloró como si no
hubiera otro día, otras personas, o algo
más importante. Lloró porque esa era la única solución de ahogar sus malditos
problemas y porque solo así se olvidaría del mundo por unos segundos.
Emily
la arropó en sus brazos, sentándose sobre el sofá. No podía evitar llorar ante
la imagen. Verla llorar y escucharla al mismo tiempo, dolía muchísimo. Pero una
de las dos necesitaba ser fuerte en ese momento. Así que aunque su corazón se
lo pidiera y hubiera un gran nudo en su garganta a punto de desvanecerse, no
lloraría. Pasó a acariciarle el cabello a ___________, de arriba hacia abajo,
sobando su espalda y sus hombros. Y aquello describía muy bien los siguientes
minutos, donde solo reinaron los sollozos de _____________. Hasta pasar a
calmarse. Hasta pasar a un silencio que duró mucho más.
-
Justin está en la cárcel –
susurró ___________, sobándose la nariz. Emily abrió los ojos, demostrando la
sorpresa interior que estaba experimentando. Pero no quiso comentar al
respecto. Sabía que _________ pasaría a contarle todo por ella misma. – y todo
por mi maldita culpa. – su mandíbula tembló al recordarlo. Al recordar su
jodida sonrisa. Su voz. Su mirada. Todo se volvió uno solo, ayudándola a llorar
de nuevo. – Y todo ha sucedido por mi maldita culpa… joder… - se sobó la nariz
de nuevo, tapándose el rostro. – Elisabeth, Justin, Travis… - su voz empezó a
quebrarse. – esto no tenía que pasar.
-
Hey, nena. Ya está ¿sí? No
vas a seguir echándote la culpa por todo esto, cariño.
-
No entiendes nada… -
_____________ negó con la cabeza. – soy la única que puede hacer algo por todo
esto… pero… - volvió a detenerse al notar que su voz había perdido fuerza. Al
igual que ella. Entonces solo se preguntaba: ¿Hasta cuando tendría que seguir
luchando? – siento que ya no puedo más. – admitió por fin, sabiendo que esa era
justamente la explicación de todo lo que pasaba. Sin Justin y sin Elisabeth,
sentía que ya nada valía la pena. Que todo había perdido el color, el sentido y
el buen camino de las cosas.
-
Por Dios ____________... –
Emily la miró directamente a los ojos. Su actitud cambiaba por completo cuando
de reprender a alguien se trataba. Por algo era Emily Prescot. – Tú no eres así
¿vale? Te he visto pasar por tantas cosas y esto no va a destruirte. Esto no va
a hacer que seas diferentes ¿lo entiendes? Si dices ser la única que puede
arreglar todo esto, ve y patéales el maldito trasero a todos esos gilipollas.
Que sepan quién eres tú y por qué estás aquí. Que sepan que se han metido con la
hija de puta equivocada.
La
última frase hizo que ________ soltara una risita, todavía con lágrimas en los
ojos.
-
Yo confío en ti. Por algo he
tomado un jodido vuelo a Paris sin que tú me hayas dicho el por qué.
____________
asintió, limpiándose la nariz.
-
Te odio por tener razón
siempre. - ____________ alzó los hombros, sonriendo ante su mejor amiga. Una
sonrisa pequeña, pero de las largas. Se acercó y abrazó a Emily por los
hombros, susurrando en su oído cuanto la quería. Al separarse, se puso de pie,
limpiando las últimas lágrimas que había derramado y recogiendo del suelo el
arma que se había escapado de sus pantalones. – no me esperes. Llegaré tarde.
-
Me debes muchas explicaciones
¿lo sabes?
-
Sí… - __________ soltó
aire. – prometo contarte todo alguna
vez. Es una larga historia.
Emily
sonrió, divisando a _________ abrir la puerta del departamento, con una pinta
de chica mala. Como nunca antes la había visto jamás.
-
Pareces una jodida mafiosa. –
se burló.
Y
eso, solo hizo que ___________ sonriera un poco más.
En
general, aquel departamento emanaba lúgubres recuerdos que solo Justin podría
narrar. Mientras Emily inspeccionaba con cuidado el lugar, su mente volvía a
divagar entre sus conclusiones. Había tanto que no sabía. Y el hecho de que
Justin estuviera en la cárcel sin explicación alguna, ya era mucha información.
Desde que lo vio por primera vez en el departamento de ___________ hace ya
varios años, había visto en él algo que incluso a ella le llamó la atención: el
misterio en su mirada. Como si ocultara algo. Mágicamente, __________ parecía
tener la misma mirada ahora. Y ahora que lo pensaba… Travis también.
El
pensamiento hizo que su piel se erizara. Y toda su concentración se esfumó al
escuchar una melodía suave proviniente de uno de los cuartos de aquel
departamento. Parecía más bien el sonido
de un celular. Trató de buscar el objeto, guiándose por el sonido y terminó
entrando a la habitación en la que ___________ había entrado a cambiarse. La
melodía repititiva, se oía cada vez más fuerte, lo que solo significaba que
estaba cerca de encontrar el móvil.
La
habitación estaba un tanto desordenada, pero quitando algunas sábanas, pudo
encontrar el móvil de __________ enterrado en ellas. En la pantalla aparecía un
número desconocido y se lo pensó dos veces si era una buena idea contestar
aquella llamada.
v
Justin
volvió a marcar el número.
-
Vamos, joder. – se quejó. Sus
nervios aumentaron de un momento a otro, en la espera de que _________ por fin
contestara. Pero no lo hacía, y aquello solo le hacía imaginar que algo había
podido pasar con ella. Y aquello sería lo último que podría soportar.
Cerró
los ojos con fuerza, mientras el sonido de la contestadora volvía a llenar sus
pensamientos. Golpeó fuerte la pared, pidiendo con todas sus malditas fuerzas
que ____________ estuviera bien. Necesitaba saberlo. Necesitaba escuchar su
voz. Necesitaba decirle que en unas horas, participaría en un operativo
policial con el fin de atrapar a Tentation. Y que hacía todo esto por ella. Y
que, joder, la amaba muchísimo. Y que si aquel operativo fallaba, si él no
podía hacerlo todo, si él no salía vivo de esto… al menos tendría la certeza de
escuchar su voz por última vez.
-
Nena… por favor… - rogó
contra el teléfono. Y rogó más, por ella, por Elisabeth. Y aunque las cosas no
salieran bien, solo quería saber que ellas lo estuvieran.
Segundos
después, alguien contestó el móvil.
-
¿Hola? – contestaron en la
otra línea. Justin abrió los ojos y todos sus sentidos se concentraron en
aquella voz.
-
¿___________? – preguntó él,
asegurándose.
-
Ella no está… ¿con quién
estoy hablando?
Justin
frunció el ceño. Su cerebro empezó a recordar aquella voz que ciertamente se le
hacía conocida.
-
Emily, ¿Dónde está
__________? – le preguntó yendo al punto, identificando su voz sin mucho
esfuerzo.
-
¿Qué? ¿Justin? Pero tú…
-
Necesito saber donde está,
por favor. – exigió Justin. Su voz denotaba desesperación.
Y
ella se tomó un tiempo para procesar toda la información. Ahora más que nunca,
definitivamente no entendía nada.
-
Por favor… ¿Dónde está
__________?
Emily
tomó una bocanada de aire. Escuchar la voz de Justin de esa manera le destruía
de cierta forma. Porque él… él todavía no sabía nada…
-
Elisabeth ha sido secuestrada,
Justin. – soltó sin pensárselo mucho. Y supo entonces que para él las cosas
solo habían empeorado. Y no se equivocaba.
Solo
se quedó callado. Solo intentó entender…
Solo necesitaba unos segundos para poder hablar, porque dentro de él todo ardía en ira. Todo ardía en dolor. Y no podría contenerse a partir de ahora. Porque cuando prometió ante todos los oficiales de Francia que se comportaría, no sabía sobre esto, no sabía que Tentation también pasaría a meterse con Elisabeth. Con una niña que no tenía por qué intervenir en su pasado y que sin embargo, también era parte de todo esto.
Y
ahora más que nunca sabía una cosa, iba a destruirlos uno por uno.
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miércoles, 21 de agosto de 2013
Capítulo 90
La respiración de Emily se escuchaba entrecortada y solo aquel sonido podía acompasarse con los latidos de su corazón. Su móvil empezó a vibrar una vez más en el bolsillo trasero de su pantalón. Lo sacó rápido y verificó que se tratase de ________________.
- ¿Dónde estás? – preguntó ______________ en la otra línea. Su voz era dura y decidida.
- Acabo de llegar al hospital, iré por información. – respondió Emily, observando de un lado para otro los carteles que se esparcían por todo el pasillo del hospital. Leyó en voz baja hasta encontrar a una enfermera que sostenía una tabla metálica en sus manos. - ____________ ¿estás ahí?
Y esa era una muy buena pregunta, contando con cada sentimiento que sentía ____________ en ese momento. Sus pies habían dejado de tocar tierra desde que la noticia sobre Elisabeth había llegado a sus oídos. En ese momento, dejó de pensar, de actuar, de tratar de buscar una solución y solo se dedicó a llorar largas horas, maldiciendo duramente el momento en el que había intercedido unirse a Tentation. Ahora mismo, seguía maldiciendo en su cabeza, pero poco a poco había llegado a entender que como siempre, las lágrimas nunca le devolverían a su hija ni resolverían absolutamente nada. Sabía que la única solución, ahora que no contaba más con la ayuda de Justin, era buscar a su hija por sí sola y aguantar hasta el último abuso que Tentation obviamente tendría sobre ella.
- Sí. – respondió ____________, volviendo a la tierra. Sin darse cuenta, una lágrima pesada había empezado a viajar por su mejilla. – haz lo que te pedí ¿vale? Cuando sepas como está, llámame.
Emily guardó silencio. Parte de todo este lío también la entrometía a ella. Desde hace horas había empezado a armar rompecabezas en su mente, con piezas que de pronto había encontrado en el camino y que le daban un resultado bastante inesperado.
- ¿Qué está pasando? – preguntó Emily, afligida. Su voz estuvo a punto de quebrarse al recordar el momento en el que hombres tatuados y llenos de músculos habían irrumpido en su departamento para llevarse a Elisabeth. Tenía cada escena guardada en su memoria y necesitaba saber el por qué… de dantas cosas. – necesito saber qué está pasando ____________.
- Joder, no es el momento ¿vale? Necesito buscar a Elisabeth y necesito saber cómo está Travis.
- ¿Por qué necesitas a Travis? ¿Por qué mierda está en coma? ¿Por qué mierda se han llevado a Elisabeth y por qué estás en Paris? ¿Me has mentido? ¿Dónde está Justin?
- ¡No es el maldito momento para contártelo! – gritó ____________, apretando el móvil con las manos. Sus lágrimas salpicaron al sentirse exaltada por sus palabras. Cada pregunta que Emily había formulado, resumía cada uno de sus problemas. – ve por Travis, dime como está y te lo explicaré todo cuando vuelva a verte. Por favor Emily, te necesito, no habrán más favores después de este. – rogó contra el teléfono.
Sin embargo a Emily aún le quedaba una duda. Y no sabía con exactitud si aquello sonaría egoísta o no. Al fin y al cabo, todos estaríamos formulando la misma pregunta si de Tentation se trataba.
- ¿Me harán daño? – preguntó envuelta en miedo y desesperación. Su mente volvió a nublarse de recuerdos negros en los que ella solo gritaba y observaba sin poder hacer nada como Elisabeth desaparecía por el pasillo del edificio. Y vaya, cuanto dolía recordar saber que no había podido hacer nada contra eso.
- No, por Dios… no te pasará nada. – farfulló ___________, sobándose la nariz y dejando caer algunas lágrimas. – haz lo que te he pedido, por favor.
Emily asintió, sintiendo con detenimiento cada palabra que su mejor amiga iba diciéndole. Deseaba tanto poder estar en sus zapatos para al menos poder sentir un poco de su desesperación, pero sabía que había muchas cosas que no le había contado, por lo que jamás podría entenderle del todo. Por ahora solo podía contribuir. Colgó la llamada y guardó el móvil en el bolsillo trasero de sus jeans. Trató de recomponerse, limpiando sus lágrimas y sobándose la nariz. Como si nada hubiera pasado y caminó en dirección a la enfermera que había visto hace minutos.
- Hola, ¿usted podría darme información sobre un paciente al que he venido a visitar? – preguntó una Emily Precott totalmente renovada. Hasta parecía realmente ella.
- Sí, claro, solo necesito verificar el nombre. – respondió la enfermera, extendiendo los folios que traía en los brazos.
- Uhm… Travis Maslow. – pronunciar su hombre hizo que otra vez las ganas de llorar se acumularan en su garganta. No sabía qué demonios tenía con ese hombre que parecía que lo conocía de toda la vida. Se contuvo y miró fijamente a la enfermera, mientras esta buscaba en la papeles que puestos en su tabla metálica. Pasó una hoja, después otra y así hasta llegar a la última. La enfermera frunció el ceño, hundiendo el rostro, y repitió el proceso, buscando otra vez el nombre de Travis en cada una de las hojas. Después de unos minutos, como si estuviera viendo un fantasma, se detuvo.
- ¿Es usted pariente del paciente Maslow?
- Soy solo una amiga.
- Oh… - la enfermera empalideció. – uhm… es… la primera vez que sucede algo así en este centro. – dijo, totalmente sofocada. – no sabemos cómo ha pasado, tenemos muchísima seguridad en cada una de las salidas de este lugar y… mnh… el paciente no está. – bajó la mirada, acariciando sus dedos contra los folios. – creemos que probablemente él… se haya fugado de aquí.
Emily abrió los ojos.
- ¿Se… qué?
- Él despertó. Mágicamente recobró el habla y podía moverse excelentemente bien, pero tenía ciertos hematomas y necesitábamos internarlo por unos días más. Se lo dijimos, pero el paciente no parecía estar a gusto con lo que escuchaba. En todo momento estuvo quejándose, amenazando con que se iría de aquí sin autorización… así que…
- Mierda. – se quejó Emily. La enfermera se quedó callada. Había pasado de estar pálida a estar completamente ruborizada de vergüenza.
- Lo sentimos. De verdad.
Emily se dio vuelta, sin saber que decir. No sabía si estaba cabreada porque el jodido hospital había dejado que Travis se fugara sin permiso, o porque no había logrado verlo como tanto, en el fondo, quería. Corrió fuera del hospital, buscando con los dedos el móvil. Al tenerlo en la mano, esperó unos minutos para poder procesar la información poco a poco, mientras afuera caía la lluvia fuerte. Y joder, ¿esto podía estar peor? Su preocupación por Travis era inmensa y el hecho le molesta bastante. ¿Dónde podría estar?
- ¿Cómo está Travis? – preguntó ______________ contra el teléfono.
- Travis ha despertado del coma y… el… él no está. – Emily cerró los ojos, recostando su espalda en la pared de ladrillos del hospital. Poco a poco fue cayendo, hasta tocar el trasero con el piso.
__________________ enmudeció. Su mente empezó a volar y de pronto… de pronto algo le dijo que ella ya esperaba que su mejor amigo se hubiera ido de ahí, en caso que despertara. Su preocupación disminuyó, al saber dónde podría estar Travis en ese momento. Conociéndolo tan bien como lo conocía, podía deducir que volvería a verlo muy pronto. Más de lo que imaginaba. Así que su plan, para recuperar a su hija, podría resultar con éxito después de todo. Planeando en su cabeza, solo le quedaba algo por hacer.
- No quiero que preguntes, ni me digas que no, solo ve y coge el primer vuelo a Paris. Te quiero aquí a primera hora.
- ¿Dónde estás? – preguntó ______________ en la otra línea. Su voz era dura y decidida.
- Acabo de llegar al hospital, iré por información. – respondió Emily, observando de un lado para otro los carteles que se esparcían por todo el pasillo del hospital. Leyó en voz baja hasta encontrar a una enfermera que sostenía una tabla metálica en sus manos. - ____________ ¿estás ahí?
Y esa era una muy buena pregunta, contando con cada sentimiento que sentía ____________ en ese momento. Sus pies habían dejado de tocar tierra desde que la noticia sobre Elisabeth había llegado a sus oídos. En ese momento, dejó de pensar, de actuar, de tratar de buscar una solución y solo se dedicó a llorar largas horas, maldiciendo duramente el momento en el que había intercedido unirse a Tentation. Ahora mismo, seguía maldiciendo en su cabeza, pero poco a poco había llegado a entender que como siempre, las lágrimas nunca le devolverían a su hija ni resolverían absolutamente nada. Sabía que la única solución, ahora que no contaba más con la ayuda de Justin, era buscar a su hija por sí sola y aguantar hasta el último abuso que Tentation obviamente tendría sobre ella.
- Sí. – respondió ____________, volviendo a la tierra. Sin darse cuenta, una lágrima pesada había empezado a viajar por su mejilla. – haz lo que te pedí ¿vale? Cuando sepas como está, llámame.
Emily guardó silencio. Parte de todo este lío también la entrometía a ella. Desde hace horas había empezado a armar rompecabezas en su mente, con piezas que de pronto había encontrado en el camino y que le daban un resultado bastante inesperado.
- ¿Qué está pasando? – preguntó Emily, afligida. Su voz estuvo a punto de quebrarse al recordar el momento en el que hombres tatuados y llenos de músculos habían irrumpido en su departamento para llevarse a Elisabeth. Tenía cada escena guardada en su memoria y necesitaba saber el por qué… de dantas cosas. – necesito saber qué está pasando ____________.
- Joder, no es el momento ¿vale? Necesito buscar a Elisabeth y necesito saber cómo está Travis.
- ¿Por qué necesitas a Travis? ¿Por qué mierda está en coma? ¿Por qué mierda se han llevado a Elisabeth y por qué estás en Paris? ¿Me has mentido? ¿Dónde está Justin?
- ¡No es el maldito momento para contártelo! – gritó ____________, apretando el móvil con las manos. Sus lágrimas salpicaron al sentirse exaltada por sus palabras. Cada pregunta que Emily había formulado, resumía cada uno de sus problemas. – ve por Travis, dime como está y te lo explicaré todo cuando vuelva a verte. Por favor Emily, te necesito, no habrán más favores después de este. – rogó contra el teléfono.
Sin embargo a Emily aún le quedaba una duda. Y no sabía con exactitud si aquello sonaría egoísta o no. Al fin y al cabo, todos estaríamos formulando la misma pregunta si de Tentation se trataba.
- ¿Me harán daño? – preguntó envuelta en miedo y desesperación. Su mente volvió a nublarse de recuerdos negros en los que ella solo gritaba y observaba sin poder hacer nada como Elisabeth desaparecía por el pasillo del edificio. Y vaya, cuanto dolía recordar saber que no había podido hacer nada contra eso.
- No, por Dios… no te pasará nada. – farfulló ___________, sobándose la nariz y dejando caer algunas lágrimas. – haz lo que te he pedido, por favor.
Emily asintió, sintiendo con detenimiento cada palabra que su mejor amiga iba diciéndole. Deseaba tanto poder estar en sus zapatos para al menos poder sentir un poco de su desesperación, pero sabía que había muchas cosas que no le había contado, por lo que jamás podría entenderle del todo. Por ahora solo podía contribuir. Colgó la llamada y guardó el móvil en el bolsillo trasero de sus jeans. Trató de recomponerse, limpiando sus lágrimas y sobándose la nariz. Como si nada hubiera pasado y caminó en dirección a la enfermera que había visto hace minutos.
- Hola, ¿usted podría darme información sobre un paciente al que he venido a visitar? – preguntó una Emily Precott totalmente renovada. Hasta parecía realmente ella.
- Sí, claro, solo necesito verificar el nombre. – respondió la enfermera, extendiendo los folios que traía en los brazos.
- Uhm… Travis Maslow. – pronunciar su hombre hizo que otra vez las ganas de llorar se acumularan en su garganta. No sabía qué demonios tenía con ese hombre que parecía que lo conocía de toda la vida. Se contuvo y miró fijamente a la enfermera, mientras esta buscaba en la papeles que puestos en su tabla metálica. Pasó una hoja, después otra y así hasta llegar a la última. La enfermera frunció el ceño, hundiendo el rostro, y repitió el proceso, buscando otra vez el nombre de Travis en cada una de las hojas. Después de unos minutos, como si estuviera viendo un fantasma, se detuvo.
- ¿Es usted pariente del paciente Maslow?
- Soy solo una amiga.
- Oh… - la enfermera empalideció. – uhm… es… la primera vez que sucede algo así en este centro. – dijo, totalmente sofocada. – no sabemos cómo ha pasado, tenemos muchísima seguridad en cada una de las salidas de este lugar y… mnh… el paciente no está. – bajó la mirada, acariciando sus dedos contra los folios. – creemos que probablemente él… se haya fugado de aquí.
Emily abrió los ojos.
- ¿Se… qué?
- Él despertó. Mágicamente recobró el habla y podía moverse excelentemente bien, pero tenía ciertos hematomas y necesitábamos internarlo por unos días más. Se lo dijimos, pero el paciente no parecía estar a gusto con lo que escuchaba. En todo momento estuvo quejándose, amenazando con que se iría de aquí sin autorización… así que…
- Mierda. – se quejó Emily. La enfermera se quedó callada. Había pasado de estar pálida a estar completamente ruborizada de vergüenza.
- Lo sentimos. De verdad.
Emily se dio vuelta, sin saber que decir. No sabía si estaba cabreada porque el jodido hospital había dejado que Travis se fugara sin permiso, o porque no había logrado verlo como tanto, en el fondo, quería. Corrió fuera del hospital, buscando con los dedos el móvil. Al tenerlo en la mano, esperó unos minutos para poder procesar la información poco a poco, mientras afuera caía la lluvia fuerte. Y joder, ¿esto podía estar peor? Su preocupación por Travis era inmensa y el hecho le molesta bastante. ¿Dónde podría estar?
- ¿Cómo está Travis? – preguntó ______________ contra el teléfono.
- Travis ha despertado del coma y… el… él no está. – Emily cerró los ojos, recostando su espalda en la pared de ladrillos del hospital. Poco a poco fue cayendo, hasta tocar el trasero con el piso.
__________________ enmudeció. Su mente empezó a volar y de pronto… de pronto algo le dijo que ella ya esperaba que su mejor amigo se hubiera ido de ahí, en caso que despertara. Su preocupación disminuyó, al saber dónde podría estar Travis en ese momento. Conociéndolo tan bien como lo conocía, podía deducir que volvería a verlo muy pronto. Más de lo que imaginaba. Así que su plan, para recuperar a su hija, podría resultar con éxito después de todo. Planeando en su cabeza, solo le quedaba algo por hacer.
- No quiero que preguntes, ni me digas que no, solo ve y coge el primer vuelo a Paris. Te quiero aquí a primera hora.
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El oficial Vee retrocedió unos pasos. Adelante, se extendía una multitud de oficiales de todos los estados de Paris, dispuestos a escuchar la versión que Justin les venía a exponer. Aunque a decir verdad, ninguno parecía lo suficientemente convencido. ¿Qué podían esperar de un tipo que estaba lleno de tatuajes y que había sido capturado después de escapar de un robo? Algo era seguro, había un plan bajo esa manga tan astuta. Y sí que lo había.
- Si han hecho bien su tarea, es probable que todos aquí sepan mi nombre. Pero se los diré de todos modos. Soy Justin Bieber. Fui arrestado por delito de robo. Sin embargo estoy aquí porque afuera existe una mafia mucho más grande de lo que ustedes podrían imaginarse y yo estoy dispuesto a todo con el fin de atraparlos.
Unos murmullos claros se escucharon en todo el gentío. Segundos después, un oficial alzó la voz.
- ¿Cómo esperas que te creamos, hijo? – preguntó aquel hombre de avanzada edad. Tenía una expresión divertida en la cara, como si nada de lo que Justin hubiera dicho, había sido creíble.
Los músculos de Justin se tensaron. Muchísimo esfuerzo estaba haciendo por estar parado frente a un número grande de gilipollas. Necesitaba mantener el control por el resto que le quedaba en aquella conferencia.
- Voy a ser claro. Directo, sobre todo. – Justin se aclaró la garganta, mirando directamente a los ojos del oficial que había intervenido. - Fui parte de Tentation hace mucho tiempo. Sin embargo tomé la decisión correcta y salí de ahí antes de que pudiera acabar conmigo. Y… - se detuvo un momento, analizando cada momento. Cada golpe bajo que Tentation le había dado en donde más le dolía. – fue un error pensar que ellos me dejarían en paz, porque en vez de eso… jugaron sucio conmigo, quitándomelo todo. Pasaron de meterse conmigo, a meterse con mi mejor amigo y con… con mi novia. – hundió los ojos en el suelo. Dominado por su ímpetu. – así que no creo que quieran volver a formularme la misma pregunta, porque no voy a darles ningún detalle de mi jodida vida privada.
El oficial Vee se adelantó unos pasos hacia Justin, cogiéndolo del brazo y empujándolo hacia él. Justin intentó soltarse con brutalidad, pero sus manos permanecían esposadas.
- Contrólate. – le susurró autoritario.
Justin agitó el brazo como pudo, soltándose de Vee.
- ¿Qué sabes de ellos? – preguntó esta vez una mujer. Iba correctamente peinada y no parecía mayor de veinticinco. Tenía aire autosuficiente, casi igual que Justin.
- Como dije, conozco cada ciudad a la que ellos interceden. El lugar. El tiempo. Las personas. Todo lo que necesitarían saber. Conmigo no les hará falta ningún estúpido plan, porque yo ya tengo uno.
Y por último, un hombre que rozaba los treinta y sin ningún cabello, levantó la voz, casi chocando con las últimas palabras de Justin.
- ¿Cuál es tu plan? – preguntó, ladeando la cabeza.
Justin guardó silencio. Y su mente trasmitió cada una de las escenas que le había tocado pasar. Y pensó en ______________. En cada amenaza que había recibido. Y pensó en ella, antes de conocerla, tan inocente y sin ningún problema más que ahorrar para poder pagar la mensualidad de su departamento. Como cualquier persona normal. Sin embargo, ahora su vida y la vida su hija, pendía de un hilo gracias al infierno Tentation. Así que solo podía pensar una cosa…
- Quiero destruirlos.
- Si han hecho bien su tarea, es probable que todos aquí sepan mi nombre. Pero se los diré de todos modos. Soy Justin Bieber. Fui arrestado por delito de robo. Sin embargo estoy aquí porque afuera existe una mafia mucho más grande de lo que ustedes podrían imaginarse y yo estoy dispuesto a todo con el fin de atraparlos.
Unos murmullos claros se escucharon en todo el gentío. Segundos después, un oficial alzó la voz.
- ¿Cómo esperas que te creamos, hijo? – preguntó aquel hombre de avanzada edad. Tenía una expresión divertida en la cara, como si nada de lo que Justin hubiera dicho, había sido creíble.
Los músculos de Justin se tensaron. Muchísimo esfuerzo estaba haciendo por estar parado frente a un número grande de gilipollas. Necesitaba mantener el control por el resto que le quedaba en aquella conferencia.
- Voy a ser claro. Directo, sobre todo. – Justin se aclaró la garganta, mirando directamente a los ojos del oficial que había intervenido. - Fui parte de Tentation hace mucho tiempo. Sin embargo tomé la decisión correcta y salí de ahí antes de que pudiera acabar conmigo. Y… - se detuvo un momento, analizando cada momento. Cada golpe bajo que Tentation le había dado en donde más le dolía. – fue un error pensar que ellos me dejarían en paz, porque en vez de eso… jugaron sucio conmigo, quitándomelo todo. Pasaron de meterse conmigo, a meterse con mi mejor amigo y con… con mi novia. – hundió los ojos en el suelo. Dominado por su ímpetu. – así que no creo que quieran volver a formularme la misma pregunta, porque no voy a darles ningún detalle de mi jodida vida privada.
El oficial Vee se adelantó unos pasos hacia Justin, cogiéndolo del brazo y empujándolo hacia él. Justin intentó soltarse con brutalidad, pero sus manos permanecían esposadas.
- Contrólate. – le susurró autoritario.
Justin agitó el brazo como pudo, soltándose de Vee.
- ¿Qué sabes de ellos? – preguntó esta vez una mujer. Iba correctamente peinada y no parecía mayor de veinticinco. Tenía aire autosuficiente, casi igual que Justin.
- Como dije, conozco cada ciudad a la que ellos interceden. El lugar. El tiempo. Las personas. Todo lo que necesitarían saber. Conmigo no les hará falta ningún estúpido plan, porque yo ya tengo uno.
Y por último, un hombre que rozaba los treinta y sin ningún cabello, levantó la voz, casi chocando con las últimas palabras de Justin.
- ¿Cuál es tu plan? – preguntó, ladeando la cabeza.
Justin guardó silencio. Y su mente trasmitió cada una de las escenas que le había tocado pasar. Y pensó en ______________. En cada amenaza que había recibido. Y pensó en ella, antes de conocerla, tan inocente y sin ningún problema más que ahorrar para poder pagar la mensualidad de su departamento. Como cualquier persona normal. Sin embargo, ahora su vida y la vida su hija, pendía de un hilo gracias al infierno Tentation. Así que solo podía pensar una cosa…
- Quiero destruirlos.
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domingo, 18 de agosto de 2013
Capítulo 89 {Prólogo - Tentation4}
Paris. Madrugada del mismo día.
Relajó los hombros y empujó la puerta de la sala de intervenciones, haciendo que Justin subiera la mirada hacia él. El oficial tembló por dentro. Los ojos marrones de Justin emanaban venganza, odio… y todo al mismo tiempo.
- Me han dicho que querías hablar. – Vee arrastró la butaca hacia atrás para poder sentarse en ella, justo en frente de Justin. Encima de ambos, una luz blanca y sofocante alumbraba ambas caras. – deberías saber que una conversación no va a salvarte de la condena.
Justin se tensó. Sus músculos se retenían por sí solos para no moler a golpes a aquel oficial. Sabía que solo ganaría más problemas y la condena se ampliaría a más años por noquear a un hijo de puta. Así que no. Tenía algo más importante que decir antes de que sus impulsos se volvieran aún más dominantes.
- ¿Vas a hablar? – preguntó el oficial Vee.
Un silencio sepulcral se abrió entre los dos. Solo podía escucharse la respiración tranquila de Justin y un plan maquinándose en su cabeza. Vee perdió la pasiencia e hizo un gesto con la boca al notar que Justin no tenía intensiones de hablar, se puso de pie y caminó hasta la puerta.
- Pertenecía a una mafia. – las palabras de Justin salieron al mismo tiempo que Vee colocó sus manos en el pomo de la puerta. – pero creo que eso ustedes ya lo sabían.
- ¿Una mafia? – el oficial frunció el ceño.
Retrocedió y caminó hacia Justin una vez más.
- Exacto. – levantó la mirada, observando a Vee despectivo. – personas como yo, solo nacemos en un lugar con personas que jamás queremos volver a recordar. Y yo crecí justo ahí, envuelto en mierda, robos y dinero.
- ¿A qué te refi…
- Estoy hablando. – interrumpió Justin, con la voz en alto. El oficial tensó los músculos. – he crecido rodeado de tantas cosas, que si tan solo escucharas una saldrías corriendo de aquí. Crecí en una mafia, crecí con mis padres envueltos en juegos sucios que pronto yo también aprendí a jugar. Y por lo tanto, tal vez sí merezca estar encerrado aquí por un buen tiempo. Pero hay algo, que todos ustedes aquí deberían saber. – ambos volvieron a quedarse callados. - ¿quiere saberlo? - Justin ladeó la cabeza.
El oficial asintió silenciosamente.
- Diez años se pasan rápido. – Justin mostró los dientes, plácidamente victorioso. – y lo que he aprendido durante tanto tiempo no se irá de mi cabeza, pase el tiempo que pase.
- ¿Me estás amenazando? – el oficial frunció el ceño. Aunque pretendría aparentar valentía, por dentro solo quería salir de esa habitación y aumentar los años que Justin pasaría en un calabozo.
- Tengo habilidades, oficial Vee. He organizado robos desde que mi padre me dijo que sería la única manera de caerle bien. Así que… ¿por qué no decirlo? Podría robar un banco, estando aquí sentado.
Vee empalideceó. En todos sus años sirviendo a la seguridad de Paris había presenciado algo parecido.
- Escucha Bieber, ¿por qué no guardas silencio y…
- No he terminado de hablar oficial. – interrumpió Justin, con voz firme. – voy a decirle solamente un par de cosas que debería tener en cuenta ¿vale?... si yo puedo hacer todas esas cosas por mi cuenta, ¿se imagina de lo que será capaz de hacer una mafia completa?
- Cállate la maldita boca.
- Están cometiendo muchos errores oficial. Yo aquí, aunque me estristezca decirlo, soy el bueno ahora. Sin embargo estoy encerrado, mientras afuera hay una mafia entera que podría destrozar todo este maldito país y el país que quisiera. ¿No le gustaría evitar eso?
- ¿Por qué tendría que creerte?
- Lo repito, soy el bueno de la historia.
El oficial guardó silencio. Retrocedió unos pasos y sintió como su mente empezaba a parecer convencida por las palabras de Justin. O era un gran hijo de puta con el arte de engañar, o estaba diciendo la verdad quién saber por qué.
- Conozco cada ciudad en la que ellos están instalados, cada país al que interceden y cada banco al que robarán. Soy yo el único que podría ayudarles a atraparlos y que toda esta mierda acabe de una vez por todas.
Por dentro, pensaba tanto en ______________. Había prometido volver a verla, y no era algo a lo que fuera ajeno. Deseaba tanto verla a ella y a Elisabeth, pero antes también moría por acabar con Tentation con sus propias manos.
- Soy yo el único que puede hacer que acabe. – la mirada de Justin se enterró en el suelo. Sabía también, que todo esto acabaría con sus padres y que probablemente estarían encerrados en prisión de por vida. Pero…¿Cuántas cosas había tenido que soportar por una mafia? La muerte de Ryan, el abandono de ______________, las amenazas, cada recuerdo… lo único que parecía justo ahora era lo que estaba haciendo. Necesitaba ponerle un punto final a Tentation ahora mismo antes de que pudiera tocar fondo. – estoy dispuesto a todo, pero a cambio quiero algo.
El oficial esperó en silencio, expectante, realmente convencido ahora de cada palabra que Justin recitaba.
- A cambio, quiero mi libertad.
**
¡Bienvenidos a esta cuarta y última parte de Tentation!
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