Un edificio grande, rodeado de terrenos baldíos y basura por doquier, se encontraba a media hora de la ciudad de Paris. El camino era difícil de encontrar. Pues en medio de la carretera que guiaba a otra ciudad, un pequeño atajo se escondía entre el camino. Un atajo peligroso, totalmente lúgubre y aparentemente legalizado por alguna persona. Toma aproximadamente quince minutos llegar hasta el tope del lugar. Y estando ahí, no tienes escapatoria, pues has encontrado Tentation.
- Quiero cinco hombres rodeando la entrada del atajo y patrullas cerrando la carretera. – comunicó el oficial Vee por el móvil. – sí… - asintió, observando por el parabrisas el edificio en frente de él. Debía admitir que cierto aire proveniente de ese lugar, le causaba escalofríos. Solo de pensar que estaba en frente de muchísimos criminales que no pensarían en quitarle la cabeza si era necesario, era suficiente para querer salir de ahí. – joder, que sí. Vamos a seguir las órdenes del chico. – se volteó a mirar a Justin. Y este parecía en otro lugar. Como si su mente estuviera volando demasiado alto en ese momento. – vale. – Vee colgó la llamada y guardó su antiguo móvil en el bolsillo delantero de su chaqueta.
Y guardó silencio. Y ambos guardaron silencio. No podía escucharse nada más que el sonido de los insectos fuera del auto y la respiración de cada uno.
- ¿Estás listo? – le preguntó Vee. Lo miró por el rabillo del ojo y aunque no quiso aceptarlo primero… muy dentro de sí, sentía que Justin también emanaba aire violento, causando en él el mismo miedo que Tentation le proporcionaba. Sin embargo, había aceptado hacer este operativo con el fin de eliminar aquella mafia que, según Justin, también odiaba con todas las fuerzas de su corazón. No había nada más que pensar… ahora mismo, debía confiar en él.
- Sí. – afirmó Justin, después de unos minutos de meditación. Sus ojos volvieron a perderse en el edificio. Y solo el hecho de hacerlo, le proporcionó muchísimos recuerdos que había intentado borrar desde que conoció a __________. Pero ahora todo parecía presentársele. Y cada imagen aparecía en su cabeza tan nítidamente. Como si estuviera viviéndola. Como si estuviera en aquel momento. Y cada abuso de sus padres, cada golpe, cada lágrima, cada cicatriz, cada tatuaje… todo estaba presente en ese momento, listo para ser eliminado de una vez por todas. - ¿tienes un cigarrillo? – Justin estiró la mano, sorprendiendo a Vee, que abrió los ojos con expresión asustada. No hizo más que asentir y gracias al cielo, de verdad tenía un par de cigarrillos en su chaqueta. Sacó uno, entregándoselo a Justin. - ¿fuego? – este enarcó una ceja. Vee volvió asentir, sacando del otro bolsillo un encendedor nuevo.
Justin cogió el cilindro, absorbió, esperando que el humo empezara a aparecer dentro de su boca cuando el fuego haya encendido el cigarrillo. Al hacerlo, devolvió el encendedor. Y se quedó callado otra vez. Mirando el horizonte. Relajándose sobre el asiento. Necesitaba esto antes de poder cometer un jodida locura.
- ¿Quieres que te confiese algo Vee?
La voz de Justin hizo que el oficial tragara saliva.
- Ellos tienen a mi familia. – Justin soltó humo. – no les ha bastado con hacerme mierda a mí todos los jodidos días de mi puñetera vida, sino que además, se han metido con mi hija.
Vee se volteó a verlo.
- Sí, tengo una hija. Y es preciosa. – inhaló humo, disfrutando tenerlo dentro de su boca por unos segundos y eliminándolo a medida que iba hablando. - ¿Qué harías tú en mi lugar? – Justin ladeó la cabeza, mirándolo.
Y Vee se quedó completamente callado una vez más. Por primera vez, debía quitarse el título de oficial. Debía más bien responder como una persona. Una persona llena de impulsos, sentimientos y un corazón. Sacó de su chaqueta el último cigarrillo que le quedaba y empezó a fumar. Después de unos segundos, ya bastante relajado con el humo en su boca, decidió hablar.
- Los mataría a todos. – soltó humo. El auto se había convertido en una chimenea.
- Es bueno saber qué piensas como yo. - sin querer, una risa sarcástica salió de su garganta. – todo mi pasado se resume en ese jodido edificio. – dio la última calada a su cigarrillo, abrió la ventanilla del auto y lo tiró. – Y todo acabará hoy. – frunció el ceño. Sentía cada palabra que decía, tan intensamente como podía, tomándosela en serio. Todavía no estaba seguro si Vee estaba entendiendo el mensaje que intentaba transmitirle, y no sabía si decirle lo que tenía planeado iba a ser una buena idea.
Por lo que decidió guardar silencio. Bajó del auto. Fue entonces cuando pudo sentir la incomodidad de todas las armas que tenía camufladas en el cuerpo. De pies a cabeza. Forrado de ellas. Y unas cuantas cosas más que necesitaría en el camino. Tenía además un micrófono en el borde de su camiseta, que sería activado en el momento en el que él quisiera refuerzos. Entonces sería donde las cinco camionetas blindadas de la policía accederían al lugar, proporcionándole ayuda. Pero él no necesitaría nada de eso…
- Deséame suerte, Vee. Y por seguridad, sal de aquí antes de que las cosas se pongan feas.
Entrar se le había hecho relativamente fácil, pues conocía un acceso que solo él, Ryan, Chas y Travis, utilizaban cuando rozaban los catorce. Una puerta secreta, que permanecía a pesar de los años. Y dentro, todo parecía sacado de una película de acción. Tal y como él estaba acostumbrado. Dentro, todo era viejo, lúgubre, lleno de armas y un poco de todo. Lleno de cosas sin valor, y muchos planos alrededor de las paredes. Y varias lámparas que alumbraban, a punto de apagarse. Un lugar húmedo. Un lugar espeluznante, que él conocía muy bien.
El camino le llevó a una habitación vacía, y le hizo perder el sentido de la ubicación al encontrarla totalmente oscura. Estiró los brazos, para así poder tocar las paredes con los dedos. Al hacerlo, siguió hasta poder tocar la madera maciza de la puerta. Buscó la cerradura y se detuvo. Cerró los ojos al saber que detrás de esa puerta es donde todo empezaría y acabaría a la misma vez. Se tensó también, al saber que su hija podría estar en cualquiera de esas habitaciones con alguno de esos hijos de puta. Y tendría que tener cuidado. Y rogaba en su interior, para que _____________ no estuviera ahí. Al menos no todavía. Sus dedos abrieron la cerradura con firmeza y varias voces se escucharon detrás de la puerta. Murmullos y un par de disparos. Justin cerró la puerta de inmediato. No podía ponerse nervioso justo ahora cuando estaba en la boca del problema.
- Joder… - se quejó en murmullos al sentir su corazón palpitar. Cada disparo que había escuchado, le había hecho rogar interiormente porque Elisabeth estuviera bien. Porque _________ estuviera bien.
“Tienes que hacer esto”… se dijo a sí mismo. Sabiendo que él era el único que podría arreglar esto. Porque él mismo hace tres años, había iniciado todo esto, y él mismo, hoy, y en este momento, iba a acabar con todo. Abrió la puerta, saliendo de la habitación, con aire duro y autosuficiente. El pasillo estaba solo. Miró a ambos lados y volvió a escuchar disparos en la siguiente habitación. La voz de dos hombres se escuchó, entonces supo que solo se trataba de entrenamiento. Así que siguió. Caminó a pasos lentos, analizando el lugar, hasta llegar al final del pasillo y encontrarse con un enorme salón repleto de armas, droga por los suelos, fotografías de bancos y municiones por doquier. Contándolos rápidamente, podía saber que se trataba de diez hombres fumando sobre una mesa. Los diez voltearon a mirar cuando Justin apareció. Los diez vestidos de negro, con hierba en la boca.
- ¡Oh mierda! – gritó uno, haciendo una mueca con la boca. Se puso de pie de inmediato y fue en busca de Justin. - ¿Qué coño haces tú aquí? – preguntó entusiasmado. Cogió la mano de Justin, practicando algún saludo antiguo. Y Justin le siguió el juego, sonriendo a medias. Al mismo tiempo, los demás hombres, llenos de tatuajes y músculos en todo el cuerpo, parecieron reconocerlo.
- ¿Justin? ¿Justin Bieber? – preguntó uno de ellos, enarcando la ceja. – pero tú no…
- ¿Es acaso no podía volver? – Justin caminó directo a la mesa. Cogió una botella de cerveza abierta y se la metió a la boca, tomando de un sorbo.
- Así que has vuelto. – habló otro. Este tenía el pelo negro, a diferencia de los demás. Y solo un tatuaje grande adornaba su brazo derecho.
- Me he aburrido de la vida ahí afuera, es todo.
- O la zorra con la que estuviste se acostó con otro. – se burló uno de ellos. Y todos rieron. Todos menos el tío de pelo negro y Justin. Pero este pareció relajado ante el comentario. Bebió de la cerveza una vez más y se relamió los labios al terminar, riéndose para sí solo.
- Tal vez. – dijo levantando los hombros. Y todos rieron por lo bajo una vez más. - ¿y a quién coño le importa? He venido aquí por un poco de mierda. Quiero divertirme.
- Has llegado en un buen momento. – comentó el más viejo de todos. Fumaba un puro y era completamente calvo. – mañana robaremos por aquí, y las cosas se van a poner interesantes.
Justin sonrió.
- ¿Están todos?
- La gran mayoría. Otros, al igual que tú, se fueron cuando tú decidiste irte.
- Gracias a ti, hijo de puta, casi todo Tentation se desintegró. Esos cobardes desaparecieron. – farfulló otro.
- ¿Chas ha vuelto por aquí? – preguntó Justin. En un afán desesperado por saber si su amigo estaba ahí. No quería que terminara herido, después de todo.
- No, tú y tu maldita pandilla desparecieron. – comentó el más viejo de todos.
Justin tragó saliva. Las cosas estaban saliendo bastante bien por ahora. Iniciar una conversación con esos gilipollas no era una hazaña difícil. Lo difícil se tornaba ahora.
- ¿Nickolas está aquí? – preguntó un Justin frío, con la mirada perdida en el horizonte.
- Vamos Justin, no te refieras a tu padre como “Nickolas”. – el hombre calvo hizo comillas con los dedos.
- ¿Está aquí, sí o no?
- Sí, joder. Está aquí. Al igual que tu madre. – contestó otro tipo, que sostenía una cerveza con la mano izquierda.
- ¿Van a robar mañana?
Los diez hombres negaron con la cabeza.
- Aquí entre nosotros, no sé qué mierda le está pasando a tu padre. Hace unos días ha traído aquí a una mujer. Una tía buena. Rubia. Estaba llorando, y solo nos pidió que nos tomáramos ese día. Que guardáramos el maldito secreto. Pero aquí en Tentation todo se hace un jodido chisme.
- La rubia venía con una niña. – habló otro. Dejando a Justin con la piel helada. Y se tensó. Se tensó muchísimo, a punto de perder el control. – los que saben todo esto son los más cercanos a tu padre, pero que se yo, no le demos demasiada importancia.
- Debe estar metida en alguna mierda. – Justin tomó de su cerveza. - no me sorprende. – dejó la botella tendida sobre la mesa. – iré a hablar con ese hijo de puta. Seguro tiene bastantes cosas que decirme. – alzó los hombros y se encaminó en dirección al segundo piso. Antes de que desapareciera totalmente, uno de ellos alzó la voz.
- Hey Justin, ¿tu chica de verdad se acostó con otro? – casi todos rieron. – estaba buena, joder, entiéndelo, tenía necesidades.
Y él se quedó callado, dándoles la espalda, y deteniéndose en medio del camino. Cuando pudo recobrar la compostura, volteó a mirarlos a los diez.
- Las cosas van a ponerse un poco complicadas. – dijo sonriendo a medias. – ¿les doy un consejo? Mejor salgan de aquí.
Pero ninguno de ellos, pudo saber a qué se refería.
Pisó el último escalón. Y no supo con certeza si lo que sentía era nervios, ansiedad o ira. Pero cualquiera de ellas era peligrosa, tratándose de él. Revisó que tuviera todo lo necesario para poder entrar. Pensó en usar el micrófono… y que tal vez sería necesario avisarles que estaba a punto de hablar con los principales creadores de Tentation. Pero quiso reservarse ese gusto. Podría con esto. Y podría solo.
Caminó por el pasillo, divisando al final de él, una puerta grande, en donde un hombre alto y moreno vigilaba. Este desvió la mirada cuando vio a Justin caminar por el pasillo relajadamente. Enarcó una ceja cuando pensó haberlo reconocido.
- ¿A dónde vas? – le preguntó al ver que Justin quería entrar a la habitación.
- Apártate Sean, voy a ver a mis padres. – le dijo frío. Ni siquiera mirándolo.
- No creo que ellos quieran verte.
- Joder, que no tengo tiempo. Llama a tu maldito jefe y dile que estoy aquí y que quiero verle.
- Tu padre no quiere verte Justin, será mejor que te vayas.
- Escucha, he renunciado a todo ¿vale? Quiero unirme a esto de nuevo, necesito hablar con tu jefe para decírselo, es todo.
Y Sean dudó por unos segundos al observar la mirada déspota de Justin. Sabía a lo que se arriesgaba. Justin era un tipo duro. Si necesitaba pelear, pelearía con él, y no tenía la certeza de saber que quedaría ileso. Así que se apartó y abrió la puerta, entrando con él.
Dentro, Nickolas y Luis Bieber estaban sentados alrededor de una mesa. Pero no solo estaban ellos, sino también Sebastián Parker. Que tenía la misma pinta de siempre. Un traje negro y humo en la boca. El hecho de ver a Justin entrar por esa puerta le hizo cambiar el color de la piel. De un momento a otro había optado por empalidecer. Abrió los ojos muchísimo y tal vez supo… por qué Justin estaba ahí.
Nickolas también abrió los ojos. Los cincuenta años rozaban hace mucho con él. Lleno de tatuajes hasta el último centímetro de piel y masticando hierba entre los dientes. Castaño, al igual que Justin y con una gorra de los Lakers que había adquirido recientemente. Ni siquiera se inmutó al ver a su hijo entrar por esa puerta. Quieto, solamente lo observó caminar a pasos duros y con la mirada fría. Con la mirada dura. Luisa también miró a su hijo. Aquella preciosa mujer vestía entera con ropa pegada al cuerpo y dos collares largos de diamantes. Tenía el pelo negro y una nostalgia embestía su mirada al ver a Justin. No podía creer que estuviera ahí, después de tanto tiempo, después de tantas cosas. Y aunque nunca lo había querido de una manera suficiente, era su hijo, y esa conexión permanecía hasta ahora. El hecho de verlo, de sentirlo cerca, hizo que todo su corazón temblara, pero al igual que Nickolas, se quedó quieta sobre la mesa, aunque no pudo evitar hablar.
- Justin… - dijo en voz alta. Nick levantó la mirada hacia ella, diciéndole con los ojos que cerrara la boca.
- Señor, el chico quería entrar y pensé que…
- Lárgate Sean. – Nick hizo un gesto con la mano, sin siquiera mirarlo. Sean asintió y desapareció, cerrando la puerta detrás de él.
Y dentro solo quedaron cuatro personas. Y aquello realmente empezaría a ponerse duro…
- Creo que podríamos dejar esto para otro día. – Sebastián apartó la mirada helada de Justin, colocándose de pie.
- No te vas a ninguna parte. – sentenció Nick. Mirándolo de la misma manera que Justin lo miraba a él. Aquello había sido heredado definitivamente de su padre. Sebastián volvió a tomar asiento - ¿Qué haces aquí? – le preguntó Nick a Justin. Pero no quiso mirarle. De pronto se había dado cuenta que su hijo había crecido muchísimo durante estos tres años, que era otro tipo, alguien mayor, maduro y que sabía muy bien cómo enfrentarlo. Y solo le había bastado mirarle para poder saberlo.
- ¿Te molesta que haya venido?
- Me da sinceramente igual. – levantó los hombros. – pero resulta ser que estaba a punto de firma algo importante.
- Hazlo, has como toda la vida has hecho, como si yo no estuviera aquí.
- ¿No estás un poco grande para rencores? Supera de una maldita vez el hecho de que las cosas hayan pasado como pasaron. Y por última vez, ¿Qué mierda quieres?
Luisa tragó saliva. Miró de reojo a Justin, y una vez más su corazón palpitó con fuerza.
- Quiero unirme a Tentation de nuevo.
- A Tentation no le haces falta, puedes irte.
Consíguete otra zorra que pueda follar igual de bien que la primera. Aquí no te quiero más.
- ¿Por qué no… papá?
Nick sonrió, por fin volteándose a mirarlo.
- Te has hecho grande Justin. Eso me gusta. Ya no eres más el imbécil que cumplía cada cosa que yo le decía. Pero ¿sabes? cometiste un error grande al irte de aquí, cuando sabías que no podías. Pero lo hiciste, hiciste todo por una grandísima perra que te hizo sufrir y llorar como un hijo de puta. Te dejó. Y poco después la vimos por aquí, robando con nosotros con gran habilidad… ¿Cómo voy a saber que no se te va a mover la polla de nuevo con alguna otra mujer?
- He aprendido la lección. – Justin bajó la mirada.
- Ya es muy tarde. Ahora, lárgate de aquí. Desaparece.
Y ambos se miraron. El mismo color de ojos hizo contacto. Y eran tan iguales y tan distintos al mismo tiempo. Muchísimos recuerdos aparecieron en aquellas miradas. Muchísimas sentimientos.
- ¡Desaparece! – gritó Nickolas, colocándose de pie. Justin le miró una vez más. Hace tanto tiempo que no escuchaba uno de esos gritos. Pero el escucharle ahora, ya no le atemorizaba más.
- Maldigo cada jodido día que he pasado siendo tu hijo.
- Tú nunca fuiste mi hijo.
- Basta, por favor. – rogó Luisa, colocándose de pie de la misma manera.
- ¿Quieres saber por qué estoy aquí? – Justin caminó a pasos seguros. Los centímetros entre su padre y él desaparecían cada vez más. Y las cosas iban poniéndose más tensas. - ¿De verdad crees que quiero unirme de nuevo a tu mafia de mierda?
- No me sorprendería pensarlo.
- Ya no te tengo miedo, Nickolas. Y estando aquí, solo, y sin ninguno de esos cabrones que disparan por ti, te vez como un completo idiota.
Un silencio se hizo en la habitación cuando una bofetada volteó el rostro de Justin hacia la izquierda.
Un golpe fuerte. Que lo hizo reaccionar después de varios segundos.
- Luzco como un completo idiota, sí, está bien.
Pero he jodido tu vida lo suficiente, como para tenerte aquí a punto de ponerte de rodillas para que deje a tu chica y a tu hija en paz ¿no es así?
Justin endureció los pómulos. Sus manos se convirtieron en puños y sus impulsos volvieron a gobernar en él como hace tiempo no pasaba. Y de pronto se sintió de nuevo el viejo Justin. Y no se arrepentía de haber aprendido a golpear y a disparar en tiempos pasados. Pero a la vez, tratando de ser tan duro y fuerte, quiso llorar. Quiso llorar por el monstruo que tenía al frente. Por la forma en la que por fin admitía que tenía a Elisabeth secuestrada y que había estado persiguiendo a __________ todo este tiempo, solo para joderlo a él y lastimarlo a él. Y lo había logrado. Pero juraba, que esta sería la última vez que ese hombre le hacía daño.
- ¿Piensas que voy a rogarte?
- Quiero que te arrodilles. Hazlo, si quieres ver a tu hija.
- ¿Cómo la has encontrado? – preguntó un Justin que de pronto estaba desesperado por ver a Elisabeth.
- Contactar a tu ex fue la cosa más sencilla. Una mujer despechada es un peligro. – Nick sonrió mostrando los dientes. – la rubia nos dijo dónde podíamos encontrar a tu hija, y trabajó bien por un tiempo, pero luego se me hizo aburrido tenerla jodiendo todos los malditos días para que la sacáramos de aquí.
Justin abrió los ojos… Mierda… no podía ser cierto. Marie…¿Marie estaba aquí?
- ¿Dónde está ella?
- Pudriéndose en algún cementerio de Paris. – ladeó la cabeza y se volteó, caminando en dirección contraria a Justin. – no me servía en lo absoluto. – Nick encendió un cigarrillo y se lo puso en la boca.
Y Justin se quedó perplejo. El aliento empezó a faltarle. Empezaba a darse cuenta de que ese hombre de verdad estaba dispuesto a todo. Pero solo le quedaba una pregunta, antes de empezar con todo el operativo y verlo rendirse ante sus pies.
- ¿Por qué me odias tanto? – susurró, bajando la mirada hasta el suelo. Luisa se cubrió la cara y Sebastián parecía incomodo en aquel lugar. El único que parecía pensar bien la respuesta era Nickolas, que votaba el humo hacia arriba. Aquella pregunta era la esencial para definir el rencor que le tenía. Y aunque él todavía no sabía con exactitud lo que sentía por Justin, sabía que lo odiaría hasta el último día de su vida.
- Porque eres tan parecido a mí. Me recuerdas de todas las maneras. Y lo único que quiero hacer contigo es matarte. Porque uno más como yo, no es bueno para este mundo. Porque nunca debiste nacer. Porque jamás te quise. Y porque ahora, piensas que con solo irte y desaparecer con una familia nueva vas a olvidarte de mí. Pero no es así. Siempre voy a estar presente en tus malditos recuerdos.
Se quedó callado. Y sin querer, sus ojos se habían humedecido al decir esas palabras. Y los ojos de Justin habían reaccionado de la misma manera al escucharlas. No había nada más que decir. Nada más que hacer. Todo estaba dicho, y ahora solo quedaba actuar.
- Lo siento mucho, papá. – Justin presionó el pequeño botón que sobresalía dentro del borde su camiseta. De inmediato, supo que el infierno estaba a punto de comenzar. – siento mucho no haber sido lo que quisiste. Pero que sepas, que siempre hice todo por complacerte. Me convertí en un maldito drogadicto, un maldito criminal, un completo hijo de puta por ti. Y ni siquiera así me aceptaste.
- Solo hay una forma en la que podría aceptarte. – ambos volvieron a mirarse. – estando muerto.
Fue entonces, cuando varios disparos se escucharon en el primer piso del edificio. Varios gritos. Personas corriendo. Insultos. Y varias sirenas provenientes de afuera del edificio. Luisa corrió hacia la mampara de la habitación y sus ojos no podían creer lo que estaba mirando. Se tapó la boca. Y cuando quiso hablar, Sean abrió la puerta de la habitación.
- Señor, tiene que salir de aquí… - un disparo, procedente del pasillo, atravesó su cuerpo. Pronto se hicieron dos, tres y cuatro en diferentes partes de su cuerpo hasta dar en su corazón. Sean cayó sobre el suelo, formando un gran charco de sangre saliendo de su boca.
Luisa gritó horrorizada. Corrió a ocultarse tras Nick, cuando observó que varios hombres con el mismo uniforme se formaban en el pasillo. Y supo que todo estaba perdido.
- Te lo voy a preguntar por última vez, Nickolas Bieber ¿Dónde está mi hija? – ahora era Justin quien hablaba. Y tenía una Glock entre las manos,
apuntando directamente hacia la frente de Nick.
- ¿Quieres saberlo? – él sonrió. Todavía plácido. Miró a los oficiales entrar a la habitación y se rio por un rato, terminando de fumar su último cigarrillo. – está muerta Justin, está muerta al igual que Peterson. Pero me alegro que al menos vayas a cobrar venganza por ello. Aquí estoy, ven y mátame, hijo.
El mundo pareció desvanecerse a los ojos de Justin. Y supo, que ni siquiera matándolo mil veces lograría superar lo que acababa de escuchar. Que ni siquiera eso podría reconfortarlo. Porque ahora nada tenía sentido. Y de pronto no tenía noción de las cosas. De donde estaba. De la vida. De nada. Todo había desaparecido en un instante.
- Mátame, oh gran hijo de puta.
Y eso fue exactamente lo que Justin hizo.
***
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