Para el
momento en el que hayas leído esto, yo ya me habré ido. Y quizá sea mejor así,
nena. Hubiera preferido no dejarte nada a cambio y solo que llegaras a pensar
que me olvidé de ti. Pero aquí estoy, escribiéndote una carta como un idiota. Tratando
de explicar en pocas palabras porque es que debo irme… y es que todavía me gustaría
contarte tantas cosas sobre mí.
Lo único que quiero que sepas, es que por primera vez en mi vida trataré de ser
algo bien conmigo. Dejaré de decirme a mí mismo que necesito cambiar, sin
empezar a hacer algo por ello. ¿Es un gran paso, verdad? Después de todo… me ha
costado bastante lograr llegar a esta conclusión.
Y quiero que sepas, que mientras estés leyendo esta carta yo estaré pensando en
ti. Sea cual sea el momento, sean en donde sea que esté, estaré siempre vigilándote.
Y quizá, en algún momento vuelva para contártelo todo… y quizá… pueda
encontrarte de nuevo.
No me olvides
tan pronto, Travis Maslow.
Dos años después.
Emily dobla el papel entre sus manos. Ha llegado a derramar
un par de lágrimas, a pesar de que ya lleva leyendo esa carta por muchísimo
tiempo. Hoy han pasado dos años desde que él se fue, dejándole nada más que un
papel arrugado por sus propios puños, pero que al final logró entregarle a
Emily antes de poder irse.
Emily se pasa las palmas de las manos por ambas
mejillas y guarda la carta en el primer cajón de su tocador. Mirándose en el
espejo, puede notar lo pálida que se encuentra y el mal aspecto que tiene por
solo haber recordado a Travis Maslow unos minutos. El inolvidable Travis
Maslow. Con desgano, se maquilla las mejillas y se pasa un poco de rímel. De
pronto, su madre entra en su habitación, proporcionándole un buen susto.
-
¿Ya estás lista? – le pregunta Alicia Prescot,
asomándose por el marco de la puerta.
Emily suspira.
-
Te avisaré cuando lo esté, mamá. – protesta, mirando
a su madre por el espejo. Alicia hace una mueca con la boca y se alisa el
vestido de gasa que le da varios centímetros debajo de la rodilla.
-
Él no va a esperarte tanto tiempo. – comenta la
madre de Emily.
Emily frunce el ceño. Detesta cuando su madre es
así con ella. Tan profundamente formal.
-
Dile a Charlie que iré en unos minutos ¿vale? No pienso
tardarme. – Emily se pone de pie, dándose la vuelta para poder mirar a su
madre. Esta le sonríe. Ha conseguido lo que ha querido hoy y lo ha hecho
durante los últimos años de su vida. Ha hecho que su hija se comprometa con un
tío que Emily podría considerar como el tipo más aburrido del planeta. Pero ya
qué. Ahora mismo está ahí, arreglándose para él, para verle, para
comprometerse.
Alicia suelta un suspiro triunfal y entra en la
habitación de su hija para verse en el espejo. Al hacerlo, sus ojos se
concentran en una imagen que puede ver por la ventana. Frunce el ceño y
protesta, asqueada:
-
Detesto las motocicletas. – comenta Alicia,
hablándole a su hija, que de inmediato mira a su madre por el espejo. ¿A qué va
ese comentario? – Ahora mismo llamaré a los oficiales para que la saquen de
aquí. Tenemos una reunión muy importante y…
-
¿De qué hablas? – Emily gira su cuerpo, aún sentada
en la butaca de su tocador.
-
Hay una motocicleta estacionada afuera. - responde Alicia, cogiendo su móvil y buscando
en su lista de contactos el número de la policía de New York.
Emily traga saliva. Por un momento ha llegado a
pensar que… No, no… eso es imposible. Se vuelve hacia el espejo y termina de
maquillarse. Rubor. Más rímel. Brillo labial. Cree no necesitar más. Está lista
y desea terminar con ese jodido coctel de compromiso cuanto antes. Mientras terminar de arreglarse en el espejo,
escucha a su madre hablar por el móvil.
-
Sí. – Alicia se queda callada. – No puedo ver la
marca, no sé sobre motocicletas. – dice cabreada. – Sí… roja y bastante
grande. – Alicia escucha atenta por el
fono. - ¿Qué sé yo si es una jodida Harley Davidson?
Emily abre bien los ojos. La brocha del maquillaje
se le ha caído de las manos. Y sabe por
qué. Lo sabe muy bien. Su garganta se seca y mientras su madre continua
hablando por teléfono, ella se pone de pie y se coloca a su costado. Mirando
por la ventana. En el mismo ángulo y viendo la misma motocicleta. No puede
evitar abrir los labios, soltando un gemido irremediable, sus manos han
empezado a temblar, y su boca se ha secado… como si empezara a sentir la
necesidad de besar descontroladamente. Dios mío. Las ganas de llorar le
invaden. No se lo cree… pero lo sabe. Lo sabe muy bien… esa motocicleta solo
podría pertenecer a una sola persona en el mundo.
Con cinco años de edad, Elisabeth corre en medio de
un inmenso patio de juegos construido dentro de una de las casas de sus mejores
amigas de la escuela. Es el cumpleaños de esta y la fiesta acaba de terminar.
Unos se esconden, otros buscan, corren y se lo
pasan bien. Es el turno de Elisabeth, es ella quien debe contar hasta veinte y empezar
a buscar a sus amigos. Le cubren los ojos con una franela y ella cuenta
progresivamente, mientras suelta risas de diversión. Llega al número veinte y
avisa a los demás que está a punto de empezar a buscar, y entonces alguien la
sorprende por detrás.
Elisabeth da un salto. Es Daniel, el nuevo de la
escuela. Un bonito y gracioso niño rubio que sonríe a Elisabeth con
complicidad. Son ambos unos niños, pero se sonríen de una manera bastante
especial. Él intenta acercarse un poco más a ella, alargando su mano hacia la
Elisabeth. Y ella le corresponde. Ha dejado de jugar a las escondidas y ahora
está bastante desconcentrada.
-
¡Daniel! – grita un hombre detrás de los dos niños,
que de inmediato se sueltan de la mano. – Te he estado buscan… - el hombre se
queda callado. Al parecer es el padre de Daniel y se ha logrado dar cuenta de
lo que los niños estaban haciendo. No puede evitar sonreír a medias. Su hijo es
igual a él, muy igual a él en todos los aspectos. - ¿Quién es ella? – le pregunta
dirigiéndose a su hijo. Y se queda observando a la niña. Ella es bastante
bonita. Castaña, ojos almendrados, labios rosas y una sonrisa increíblemente
tierna. Sin embargo hay algo en ella… algo más…
-
Se llama Elisabeth. – responde Daniel, muy tímido,
sin mirar a Eli.
Y ella se acerca a aquel hombre rubio y fornido, para
besarle la mejilla. Y él puede entenderlo. Sabe muy bien que lo que ha
percibido no ha sido una simple intuición. Al tener cerca a Elisabeth, su
corazón da un vuelco. Le recuerda tanto a alguien. Pero… ¿Será posible?
-
Tenemos que irnos. – Daniel es cogido de la mano
por su padre, que lo arrastra amablemente hacia la salida, dejando a Elisabeth
en medio de varios niños que aparecen después.
Y en el camino al auto, no puede evitar sonreír.
Esa niña es tan parecida a su padre…
Ryan Butler enciende el auto, mientras su hijo
empieza a contarle detalle por detalle lo especial que esa fiesta ha sido para
él. Ha sido recientemente cambiado de escuela y ha conseguido amigos muy
rápido. Ryan sonríe, escuchando a su hijo con atención, pero además de esa
sonrisa llena de alivio por Daniel, hay algo en él que delata muchas más cosas más.
Tal vez… era momento de regresar.
El piano suena lentamente, haciéndome cosquillas en
el oído. Tengo varias miradas puestas en mí, especialmente de muchas señoritas.
Mi voz está en los amplificadores del club de Jazz. Hay mucha gente, como casi
todos los sábados por la noche. La canción sigue, sonrío, bailo despacio,
balanceo el cuerpo y me detengo. Una mujer con un bonito vestido rojo entra en
el club. Mis ojos se centran en ella. En el vaivén de sus caderas al caminar.
En el color de sus ojos. En su cabello cayendo tras su hermosa espalda. Es
preciosa y está caminando hasta posicionarse en una de las mesas. Me mira.
Trato de terminar la canción, aún teniendo la
mirada de esa mujer sobre mí. Cruzamos miradas. Ella me sonríe. Me manda un par
de papeles en lo que va de la canción. Cruza las piernas, yo sonrío esta vez. Sin
querer seguir parado sobre ese escenario, le ofrezco el micrófono a Steban, uno
de los principiantes que se ha ofrecido como mi reemplazo. Y bajo del pequeño
escenario. Mis pasos son rápido y la distancia se hace corta. Ella me mira y al
ver que voy hacia ella, baja la mirada, avergonzada.
-
¿Bailas? -
le pregunto tendiéndole la mano.
___________ sonríe.
-
Pero tú no sabes bailar. – me dice riendo. Es un
buen punto. Sin embargo, tomo su mano, colocándola bajo la mía y trayéndola
hacia la pista de baile.
Solo hay dos parejas ahí. _________ se aferra a mí.
Nuestros cuerpo se unen. Y mi boca llega a su oído, hablando alto por la
música.
-
Dejé a la niñera a cargo de Jake por unos minutos, ¿Por
qué me has pedido que viniera? – me pregunta hablándome también al oído.
Suelto un suspiro y balanceo su cuerpo contra el
mío, guiándome de la música.
-
Es que no puedo decirte… - le digo, escabulléndome
en el olor de su cabello.
-
Has robado para una mafia… ¿y no puede decirme esto
ahora? - _______ enarca una ceja.
-
No es gracioso. – sin embargo sonrío. Las manos de
______ recorren mi espalda. – Verás… necesito que busques en los bolsillos de
este saco. - _________ frunce el ceño.
Sin entender muy bien, busca en el bolsillo derecho de mi saco. Lo que
encuentra la hace dudar, pero no se detiene y saca un papel doblado en cuatro
partes. Cuanto lo tiene en las manos, me ira, enarcando una ceja. – No soy muy
bueno con las palabras. – me disculpo.
-
¿Qué hay en el otro bolsillo? – pregunta ella,
inquieta.
-
Necesito que leas eso primero. – susurro contra su
oído y empujo su cuerpo contra el mío, balanceándonos una vez más al ritmo de
la canción. – Y… prohibido llorar, gatita.
Cásate conmigo.
La lluvia cae sobre mí en medio de la madrugada. Mi
cigarrillo opta por apagarse, pero de inmediato logro encender uno. El balcón
es ancho y he procurado salirme de la cama sin que ella pueda notarlo. Sé muy
bien que ella habría intervenido si me sentía moviéndome. Y es que acabo de
recibir una llamada. Algo como esto no me había pasado nunca, pero supongo que
mi padre tenía razón al decirme que si era bueno en lo que hacía, más tarde la
gente empezaría a notarlo. Y he aquí el resultado. Una llamada en medio de la
madrugada, con un ofrecimiento de una nueva mafia surgida en Europa.
El número reposa en mi lista de contactos. Ha sido
una oferta demasiado tentadora. Demasiado dinero de por medio. Y al mismo
tiempo, demasiados asuntos personales en qué pensar. Solo puedo lograr sentir
el humo saliendo de mi boca y la luz del sol saliendo en medio de los edificios
de mi hogar, New York.
Sin pensármelo mucho, tiro el móvil desde el balcón
hacia el exterior, observando cómo este lograr partirse en pedazos sobre el
suelo. Solo en ese momento puedo llegar a saber que todo ha terminado. Mi boca deja salir el humo y una sonrisa se
posa en mis labios. Puedo escuchar a _________ ya moverse sobre la cama. Tiro
el cigarrillo y separo las cortinas para entrar de nuevo.
Y aunque sé que el tiempo pasará y que los días
traerán nuevos rumbos, hay algo en mí que todavía renace y está vivo. Y estaría
vivo para siempre. Y estaría vivo aunque yo deseara que no fuera así. He sido
de testigo de muchas cosas. Personas cambiando. Personas traicionándome.
Personas enamorándome. Pero hoy… hoy solo puedo decirte y asegurarte una cosa:
Soy Justin Bieber, y soy un Tentation.
***
A ustedes, sí, a esas chicas que han leído desde el primer capítulo y están aquí conmigo hasta el día de hoy. A las que se han creado cuentas en twitter dedicadas a la novela, a los roles, a las páginas fan de facebook y a los blogs con mi nombre, MUCHÍSIMAS GRACIAS. A los videos en youtube sobre Tentation, a las miles de ediciones que nunca olvidaré, a la forma en la que han amado esta historia tanto como yo... esto no tiene precio y lo único que podría hacer a cambio sería dedicarles esta novela.
Al grupo de lectoras/amigas que ha promocionado esta historia y que ha logrado hacerse una de las fanfictions más conocidas de Justin Bieber. Esto solo se los debo a ustedes.
Y por último, agradecer cada pequeño espacio que se han tomado para poder leer algo mío. Es una sensación increíble que jamás pensé llegar a sentir. Por ahora me detengo. Es decir, no escribiré por un tiempo, pero eso no significa que no vuelva y las atormente con otra de mis historias. Al fin y al cabo, me conocen, no puedo quedarme tranquila mucho tiempo.
Y una vez más gracias, por hacer esto realidad. Justin y Peterson vivirán para siempre en mi corazón y espero que también en el suyo.
Hasta la próxima
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