miércoles, 6 de noviembre de 2013

Capítulo 105

Tenía una pequeña maleta lista y un boleto de avión esperando por ella sobre la cama. Y su mirada cruzaba ambas imágenes. Y aunque tenía la suficiente convicción de que estaba haciendo lo correcto, no podía imaginarse que estuviera tomando aquella decisión, sabiendo que hace unos años todo hubiera sido muy diferente. Realmente no se imaginaba en una posición concreta. Realmente no imaginaba una vida sin Justin, en la que no pudiera verle, en la que no pudiera escucharle ni siquiera una sola vez. Realmente, esto le iba a costar mucho más de lo que él probablemente imaginaba. Porque volver a verle, después de una semana, sentirle tan frío como lo había sentido, tan malditamente distante, había sido una tortura grande. No se imaginaba como serían las cosas entre ambos después de unos años, si es que las oficinas del banco de Washington la aceptaban trabajando con ellos. 

Deseaba irse. Sí. Por supuesto que deseaba irse. Lo deseaba tanto como deseaba jamás decirle adiós. Porque de la misma manera en la que sabía que alejarse de él, de todo lo que pudiera tener una influencia peligrosa en su vida, le haría bien a ella y a Elisabeth, sabía a la perfección que parte de su vida se quedaría estancada en alguna parte. Eh ahí los sacrificios que debía tomar.

Demonios… ¿estaba llorando de nuevo? 

Vamos Peterson, ya has pasado por esto una vez.

¿Cuánto tiempo seguiría huyendo? Muchas veces llegaba a pensar que solo estaba huyendo de ella misma. Joder, ¿ahora mismo se lo planteaba? Ahora que había pasado una semana más, ahora que las cosas con Justin habían terminado indefinidamente. 


Quiso sentarse sobre el borde de la cama, pero al intentarlo, escuchó el sonido de la puerta principal. Dos toques y luego tres. Limpiándose rápidamente las lágrimas de ambas mejillas, corrió con las converse puestas hasta puerta. Justin estaba detrás, con Elisabeth de la mano. Habían pasado toda la tarde juntos, ese había sido el pequeño acuerdo que ambos habían tenido sin el consentimiento de __________. La imagen de ambos juntos y tomados de la mano, hizo que el estómago de ________ diera un vuelco. Tragó saliva de inmediato, guardando la compostura para poder mirarle a los ojos. Ésa era la nueva manera en la que ambos se saludaban. Una mirada fría que no traspasaba el cuerpo de ninguno.

- ¿Cómo estuvo el parque de diversiones? – le preguntó ___________ a Elisabeth, que sonreía tanto como podía. Y es que… podía tener apenas tres años, pero lo percibía todo con exactitud. Dentro de ella sabía que las cosas no estaban bien, no solo porque ya no vivieran con Justin, sino por el tipo de trato que ellos se tenían.

Elisabeth no tardó en contarle a su madre con exactitud todo lo que esa tarde había pasado con Justin. Se quitó la mochila de elefante, la abrió y sacó unos folletos. Se los enseñó a __________. Y señalaba a Justin, en medio de la explicación. Y éste sonreía. Y sonreía también porque aunque solo pudiera tener este tipo de sensaciones tres días a la semana, las disfrutaba tanto como podía. Esa niña era todo lo que los mantenía juntos, y nunca dejaría de agradecérselo.

- Wow… ¿has hecho todo eso hoy?

Elisabeth asintió orgullosa. Cada vez que afirmaba con la cabeza, mientras enarcaba las cejas, se parecía a __________ en un cien por ciento.

- Eso es genial preciosa. - __________ se puso en cuclillas, alcanzando a besarle una mejilla. – Creo que no vas a extrañarme este fin de semana. – ella arqueó el labio inferior, y aunque aquella mueca iba para Elisabeth, Justin también la sintió de inmediato. - ¿Verdad? - ________ ladeó la cabeza, mirándola asentir. Ahora era su hija quién había arqueado el labio inferior, verdaderamente triste. Jamás se habían separado tanto tiempo desde… desde aquel incidente que había sucedido hace más de un año. – Eli, mi amor, hemos hablado de esto, estarás con…

- Conmigo. – intervino Justin, colocándose de rodillas y atrapando el cuerpo de Elisabeth entre sus manos. – Nos lo pasaremos bien nena. – la abrazó suave, sin presionar su cuerpo, observando el semblante húmedo de ___________. Hace tanto tiempo que no estaban tan cerca como en ese momento, y solo estaban unidos por una niña de tres años que los deseaba juntos ahora mismo. – Mamá volverá rápido, ¿no es así?

- Ajá. – afirmó ___________, con el afán de tranquilizar a Elisabeth rápidamente. – Estaré aquí el domingo por la mañana. – le aseguró, mirándole a los ojos. La niña asintió, al mismo tiempo que se tiraba sobre los brazos de _________ para darle un último abrazo. El último abrazo. Se aferró en el cuello de su madre, sin querer soltarse, porque por alguna razón presentía que debía abrazarla hasta el último minuto que le fuera permitido. Su abrazo cortó la respiración de ________, al mismo tiempo que le aumentaba todavía más las ganas de llorar. ¿Pero qué pensaría Elisabeth si la viera llorar de esa manera? No era momento, tal vez después, en el avión, donde nadie pudiera escucharle. – Pórtate bien ¿vale? – le dijo contra su oído.

Elisabeth se despegó, con melancolía en el rostro, cogió la mochila de elefante y corrió por el pasadizo hasta la habitación que compartía con _________, desapareciendo minutos después, y dejando solamente silencio. Frío. Silencio puro entre ambos. Tuvieron que pasar algunos minutos para que uno de los dos se atreviera a hablar.

- ¿Le has comprado esa mochila? - _____________ enarcó una ceja, girándose hacia él.

- Sí. También puedo ser un Max Nichols. 


__________ puso los ojos en blanco, soltando una risita, pero antes de que pudiera hablar otra vez, un silencio grande se abrió entre los dos.

Vaya y parecía que las cosas mejoraban.

- Oh… - susurró _________, mirando su reloj de mano. – Son más de las siete, tengo que irme.

- ¿Quieres que vaya a dejarte?

- No, no te preocupes.

- Vamos _________, solo te llevaré, no voy a…

- No quiero despedirme de Elisabeth una vez más. – ella tragó saliva, mirándole. Hace tanto tiempo no se fijaba en sus ojos. Preciosos ojos marrones. – Está bien por hoy. Gracias por hacer esto.

- Es mi hija, no tienes que agradecerme.

________ asintió, sintiendo cierta fricción en su corazón. Pero además de aquella sensación, se instaló en ella un sentimiento de melancolía y amor. Lo sentía viniendo dentro de ella. En su vientre.


Maldición.

- ¿Estás bien? – preguntó él, enarcando una ceja. Dios mío, la conocía tanto que podía deducirlo con solo observar su rostro.

- No te preocupes, no pasa nada. – le tranquilizó ella. – Iré por mis cosas.

- Las traeré yo. – Justin se adelantó, casi trotando por el pasillo hasta llegar a su habitación. _________ se incorporó, respirando hondo, buscando fuerzas para fingir un poco más, aunque definitivamente no sabía hasta cuándo podría con esto. Escuchó cómo Justin arrastraba la maleta por el pasillo y de inmediato optó por una nueva postura.

- Gracias… - le susurró, estirando su mano derecha para poder coger el aza de la maleta. Al intentarlo, su mano rozó suavemente con la de Justin. Un roce completo. Un roce que hizo que ambos levantaran la mirada. Él soltó la maleta, haciéndola caer sobre el piso. Fugazmente alcanzó la muñeca de _________, la apretó entre sus dedos y se la llevó al pecho. Latía con tanta fuerza que hasta hizo que __________ lo mirara llena de preocupación. Y aquellos fueron los mejores segundos que resumían esas dos largas semanas. Estaban ahí. Simplemente ahí. Él, con el corazón latiéndole a todo vapor. Y ella, mirándole. Mirándole por fin. Entendiendo al menos un poco de todo el sufrimiento que le había causado. Sin ninguna palabra que cruzara entre ambos. Sin ninguna objeción.

Sabiendo que podía tener una oportunidad, apretó a ________ de la muñeca, atrayéndola hacia él con lentitud. Sin apuros. Como si nunca hubiera sucedido nada entre ellos. Como si ni siquiera se conociesen. Como antes. Como en los viejos tiempos. La cogió suave, mirándole los labios con deseo, con furia, con desesperación acumulada. Una vez sintiéndola cerca, simplemente observó su rostro, de arriba hacia abajo, cada centímetro, sin perderse de nada. Y ella no dio ni un solo paso hacia atrás. Estaban tan juntos que cada uno podía sentir la respiración del otro. Agitados. Ambos agitados. Sus frentes se encontraron, pegándose la una a la otra, en un juego de pieles que causó infinitas sensaciones. Y no había besos. No había caricias. Solo eran ellos dos. Solo importaban ellos dos.

- Si este de verdad es el final, dime al menos que fui suficiente para ti.

Entonces ella no tardó en hundirse en lágrimas. 


Quiso separársele, para poder llorar a escondidas, pero en cambio él solo apretó su nuca, haciendo que sus frentes se pegaran todavía más.

- Como si nunca te hubiera visto llorar. – le susurró él, con una sonrisa melancólica en los labios. Pronto cerró los ojos, dejándose llevar por los sollozos de ella. – Esto es una completa mierda, __________. Dime… dime por favor que tú también te sientes así. – le rogó contra su frente. Ella sollozó fuerte, cerrando los ojos para desenvolver sus lágrimas. Y Justin esperó su respuesta, sabiendo que tal vez ella jamás respondería.


- Tengo que irme. – balbuceó ella, sin ganas si quiera de moverse de esa posición. Estar cerca de él era delicioso. 

- Ya lo sé, ya lo sé… - susurró él, sin despegarse de ella. 

- Perderé el avión, Justin.

- Ya lo sé…

Sabiendo que él no cambiaría su posición, tuvo que colocar ambas manos sobre las de Justin, haciendo que poco a poco este las baje de entre su rostro. Así quedó liberada, pero todavía tenía sus manos enredadas con las de Justin. El contacto con su piel le hizo estremecer. La mirada de ________ bajó primero hacia las manos de Justin, entrelazadas con las suyas, y luego subiendo hacia su mirada, llena de fe en ambos. Sin antes poder reaccionar, se inclinó un poco hacia él, poniéndose de puntillas para poder llegar a la altura de su boca, pero antes de que pudiera besarlo, su móvil empezó a sonar entre sus bolsillos traseros del jean. 

Justin se quejó en voz alta. 

- ¿Hola? – saludó ________ contestando la llamada. Se limpió las mejillas y trató de mejorar su voz. 

- ¿Sigues en tu departamento? – le preguntó Max en la otra línea.

_____________ miró hacia Justin, que empezaba dar vueltas en todo el departamento. Lucía algo cabreado por la reciente interrupción. 

- Sí, ¿por qué?

- Espero que esto no te moleste, pero me he pasado por tu edificio para recogerte. Estoy abajo. – le dijo en un tono amable. 

Ella abrió un poco los ojos. Joder…

- Preferiría irme yo sola. – le respondió ________, tratando de bajar la voz en lo posible para que Justin no le escuchara, pero este se volteó de inmediato al escucharla decir esa frase. 

- Vamos, es mejor irnos juntos a que llegues sola.

- Max, de verdad puedo irme sola. 

“Max”… ese nombre quedó estancado en el ambiente y en los oídos de Justin. Y es que ahora empezaba a entenderlo todo. La versión que ___________ le había dado respecto al viaje a Washington era sumamente diferente. Sí, sabía que iba por una oferta de trabajo, pero no tenía idea de que Max le acompañaría en el viaje, lo cual definitivamente cambiaba la cosa. 

- ¿Qué puedo hacer para que aceptes mi oferta? – suplicó Max, todavía hablando por teléfono. 

- Es que ya he pedido un taxi, muchas gracias, de verdad. – se disculpó _________. Pero ahora mismo no prestaba atención a la reacción que Max pudiera tener después de su negativa a ir con él, sino en Justin, en cómo la miraba. – Vale. Sí. Nos vemos allá. – colgó la llamada y el silencio sepulcral duró apenas un par de segundos.

- Dijiste que él no iría contigo.

- Sí, pero…

- ¡Me lo dijiste! – gritó él, totalmente empedernido. Ahora mismo no se parecía nada al Justin de hace unos minutos. – ¿Quiénes más irán?

- Cálmate, por favor.

- ¡¿Quiénes más van a ese maldito viaje?! – gritó otra vez. Las venas en su garganta lo podían decir todo. Estaba cabreado. Cabreadísimo con ella. 

- Sabía que reaccionarías así. 

- ¿Te sorprende? Ese imbécil irá contigo y creo que tú mejor que nadie sabe las intenciones que tiene.

- ¿Piensas que voy a dejar que pase algo? Quizá Justin, tengo mejores planes que liarme con mi propio jefe. – ella alzó la voz, mirándole sin detenerse ni un solo segundo. 

- Oh claro, claro… eso lo dices ahora, pero sé perfectamente lo vulnerable que eres __________. 

- ¡Basta! – gritó ella. Él sabía exactamente cómo lograr hacerle poner totalmente furiosa. – Tú y yo no tenemos nada, ¿Qué te parece si vas a acostumbrándote a la idea? 

- Sí… - él susurró, hundiendo la mirada en el suelo. – Tienes toda la razón. Tengo que acostumbrarme a la idea de qué seguramente vas a follar con ese tipo. 

- Eres un imbécil, Justin. – le dijo sin ataduras. Mirándole fijamente. – Un completo imbécil. – tragó saliva. Al observar su rostro notó que sus palabras le dolían más de lo que había llegado a imaginar. De pronto no era el Justin que hace unos segundos intentaba herirla, sino un Justin indefenso que necesitaba de ella. Pero vamos, no podía quebrarse en ese momento. – Piensa lo que tu mente de mierda quiera pensar, yo tengo que irme. 

Decidida, cogió el aza de la maleta e hizo girar las ruedas hasta encontrarse de bruces con la puerta principal. Cerrada. Dispuesta. Lista para que se fuera y esta vez en los peores términos con él. Esto definitivamente había sido todo. Ya ni siquiera cabía en ella un mínimo rayo de fe. Había acabo. Esta vez sí había acabado.

- Haz esto rápido. – le dijo él con ira en los ojos. Sabía muy bien que había hecho todo lo posible por no salirse de control, pero hoy más que nunca, había sido demasiado tarde. – Si quieres irte con él, solo hazlo, pero antes déjame decirte algo… - subió la mirada hacia ella. Hecho fuego. Convertido en una bestia con ganas de hacer daño. Esta vez sin pensar en nada. Ni en él. Ni en ella. Ni en Elisabeth. Ni siquiera en el mundo. Estaba completamente cegada por los malditos celos, y por la jodida ira que siempre terminaba manipulándolo. – Si te vas, nunca más me volverás a ver. 

Sus palabras quedaron en al aire, cuando en vez de observar a ____________ regresar hacia él, la observó cerrando la puerta de un portazo. 
Dejándolo solo, una vez más, pero esta vez con una promesa que cumpliría: no lo volvería a ver jamás. 







En serio había sido todo

Podía sentir las últimas palabras de Justin chocando fuerte contra su débil corazón. Y pensar que segundos antes de la llamada de Max habían estado a punto de besarse de nuevo. En cambio, ahora ella estaba a tres horas de él. A 350 kilómetros de él. Lejos. Totalmente lejos y fuera de su alcance. No había recibido ninguna sola llamada en lo iba del día. Y sabía muy bien, como lo conocía, que no la recibiría. Que esta vez verdaderamente no había ningún camino por el cual ambos pudieran luchar por tenerlo todo de nuevo. Se había acabo. 

¿Y qué iba a hacer ahora? A pesar de sus tercos intentos por creer que tenía una brújula que podía guiarla, en ese momento no podía evitar sentirse perdida. Él era su brújula. Su “camino a casa”. Nunca le había dicho algo así, y ahora mismo lloraba porque nunca más tendría la oportunidad de decírselo. 
Todavía sollozando, buscó entre su ropa algo adecuado para la cena de esta noche. Tenía que pensar, que en algunas horas debía cambiar completamente de postura. Aunque estuviera totalmente destruída, sabía bien que un ejecutivo de banco no iba a contratar a una deprimida, cuya vida no tenía sentido, pues el hombre de su vida acababa de decirle que jamás lo volvería a ver. Sollozó de nuevo. 

- Eres un desastre. – se dijo a sí misma, mirando su ropa desordenada sobre la cama. Frente a ella, un espejo que cubría un cuarto de toda la pared, llegaba hasta el piso y la dibujaba a ella en el mismo estado en el que se encontraba. Tenía el maquillaje corrido, ojeras pequeñas y el cabello desordenado.

Sin ganas de nada, se tumbó de espaldas sobre su ropa. Ni siquiera el techo de la habitación de hotel podía darle tranquilidad. Tenía un diseño de ángeles que se daban la mano con otros ángeles, en lo que parecía una orgía o algo así. Toda la habitación estaba cubierta del mismo tapiz. Y era malditamente perturbador. Sin embargo, según Max, aquel era uno de los hoteles más ostentosos de todo Washington. Quizá era cierto, pues omitiendo los ángeles perturbadores, había un plasma gigante en la pared frente a su cama. Y la cama, guau, parecía sacada de un cuento de hadas. Era enorme, blanca, blanda y preciosa. Se sentía tan pequeña en ella. Pequeña e indefensa. Dando un suspiro, estiró su mano derecha para poder alcanzar el mando del televisor. Había más de cinco controles sobre la cama. ¿Pero qué era esto? Si a esto llamaban lujo, ella prefería volver a casa. Intentando, uno de los controles logró encender la televisión. 

Se quedó quieta observando la televisión por un buen rato, pasando de canal en canal, aunque en realidad no buscara nada. Mientras lo hacía, su atención se posó en el noticiero nocturno. Acababa de empezar justo hace cinco minutos.


Elisabeth tenía el control de la televisión entre sus manos. Veía las caricaturas y reía de vez en cuando. Entre sus brazos apretaba fuerte la muñeca rubia que Max, amablemente, le había obsequiado hace unos días. Soltó una carcajada, pendiente de la televisión, mientras aguantaba sus ganas de ir al baño. Sin poder hacerlo más, se puso de pie, dejando caer la rubia muñeca sobre el control del televisor. Dos números se presionaron accidentalmente y las caricaturas desaparecieron, en cambio ahora estaba el noticiero nocturno que acababa de empezar. 


++


La presentadora era bastante guapa. Tenía el pelo atado en una cola de caballo y leía de vez en cuando los papales que tenía sobre su escritorio. Lo hacía bien, pero no lo suficiente. Dictó un par de noticas. Un tratado acababa de ser firmado entre dos países, una chica había sido secuestrada, un militar acababa de morir…

___________ se sobó los ojos. Esto definitivamente no ayudaba. No le estaba ayudando en lo absoluto a distraerse, sino más bien a quedarse dormida.
Decidida a cambiar aquel anticuado noticiero, presionó un par de números en el control remoto. Mientras el canal se cambiaba de uno a otro, pudo escuchar algo que le heló la piel. 



++



¿Dónde estaba Elisabeth? La había dejado mirando caricaturas hace cinco minutos y ahora ya no estaba. Lo único que quedaba de ella era esa muñeca cara y bonita que Max le había regalado. Debajo de ella estaba el mando del televisor, lo cogió entre sus manos y antes de que pudiera apagar el televisor, leyó rápidamente los titulares.

Oh mierda…

Mafia Tentation: encontrada

Una reportera estaba al lado de un agente del FBI. El tipo estaba serio y con un par de folios en la mano. 

El agente Luke ha seguido detenidamente cada paso que este caso requiere. Cuéntenos un poco sobre esto, agente Luke. 

La reportera le ofreció el micrófono, colocándolo en la boca del policía. Y este, con el semblante frío y calculador, empezó a hablar.

Nuestros hombres del FBI han logrado atrapar a un tipo que fue cómplice del homicidio sucedido hace un mes. El homicidio de New Jersey.

El homicidio de New Jersey” el homicidio de la madre de _________... todo iba cobrando mucho sentido.

La información que tenemos ahora es bastante precaria y no podemos revelar nada más hasta el momento, pues hay ciertos acuerdos con el gobierno de Estados Unidos que nos lo impiden.

+ ¿El presidente está al tanto de esto?

Sí. Por supuesto. Él nos ha pedido dar esta información, pues el tema ha pasado a mayores. Lo único que deseamos es la seguridad de cada uno de los ciudadanos. 

Justin tragó saliva. Hasta ese momento, Elisabeth se había ubicado a su lado, y sin entender nada, cogió su muñeca rubia y la puso sobre sus rodillas, sentándose al lado de su padre, que miraba estupefacto el noticiero. Él sintió su cuerpo y pasó el brazo derecho por sobre sus hombros. 

Se han reportado alrededor de diez homicidios en lo que va del mes. Homicidios acompañados de robos, como esta mafia viene acostumbrando a realizar. Nuestras investigaciones, junto con la información que hemos logrado sonsacar del criminal que logramos capturar, nos han hecho sacar muchas conclusiones. 

El oficial tragó saliva. 

Creemos que… lo que ésta mafia está realizando, se debe nada más que a algo personal. Es decir, ellos… están contra de alguien en particular.

Mierda… 

Cierto sentimiento de paranoia invadió el cuerpo de Justin. Estaba solo junto a Elisabeth, y aunque sabía que jamás dejaría que algo le sucediera, podía sentir temor dentro de sí. 

Lo sabía… sabía que aquella mafia había renacido de quien sabe dónde. Y sabía también que el tema de los crímenes no era más que personal. Que estaba en contra de él, por supuesto. Pero habían ciertas piezas que todavía no encajaban bien.


Queremos dejar en claro, que esto no se trata de una guerra. El tema personal de aquella mafia se está investigando con mucha cautela, pero es necesario, que por lo menos en lo que va de estos días, ningún ciudadano se acerque a ningún banco. Estos serán clausurados hasta un nuevo aviso. El gobierno de Estados Unidos ha decretado este suceso como algo temporal. 

De mal en peor. Quizá llamar a ___________ en ese momento era buena idea. Ella debía saber sobre esto, ahora que ya estaba al tanto.

Justin palpó su móvil dentro de su bolsillo trasero del pantalón. Buscó el número de _________ y antes de que pudiera marcarle, escuchó atentamente algo que hizo que todas las piezas del rompecabezas se unieran rápidamente, formando así el preciado rompecabezas. Mierda, ya lo tenía. ¿Cómo había podido ser tan tonto? 

Hemos certificado la información que tenemos en nuestras manos, actualmente sabemos que la cede oficial de esta masa de criminales se encuentra en Washington. Por lo que, con autorización del presidente de Estados Unidos y las fuerzas armadas, la ciudad de Washington queda irrefutablemente en código rojo. Nadie puede salir, ni entrar de esa ciudad. 


++

Su garganta estaba seca, al igual que su boca. Se había quedado helada mirándolo todo. No podía reaccionar ante lo que acababa de escuchar. Y es que… estaba empezando a entenderlo todo ahora más que nunca. Su respiración se convirtió en un conjunto de jadeos. Tenía que salir de ahí ahora mismo. Tenía que lograr salir antes de que la orden de código rojo se cumpliera en cada aeropuerto o estación. Pero primero debía irse de ese maldito hotel, antes de que…

Su móvil empezó a sonar, haciéndola gritar suavemente.

- ¿H…ho…hola? 

- Necesito que te vayas de ahí ahora mismo. – la voz de Justin sonaba dura. – Coge tus cosas y vete a la primera estación que encuentres. 

- Justin… las… las noticias… - balbuceó ella. 

- Haz lo que te digo por una maldita vez en tu vida.

Ella se echó a llorar. 

- Joder… por favor… no llores…

- Esto es mi culpa. Todo es mi culpa. – dijo ella a base de sollozos. Se cubrió el rostro con la mano izquierda. – No puedo salir de aquí… yo… Dios mío… 
soy tan estúpida…

- No lo eres. – decretó él. – Ahora que sabes que Max está detrás de todo esto, necesito que salgas de ahí. Tienes tiempo. Hazlo por favor. – rogó con la voz colgando de un hilo. La tenía tan lejos y no sabía cómo protegerla a tres horas de Washington. 

Ella, limpiándose las lágrimas, ordenó la poca ropa que había sacado de la maleta, y la puso de nuevo en ella. No le costó nada tener la maleta hecha una vez más. Subió el aza y la hizo rodar con ella. Tenía un aspecto falta, pero precisamente en ese momento no le importaba mucho que digamos. 

- Anda a la primera estación que encuentres, es probable que la orden del gobierno todavía no haya llegado. – le explicó, mientras ella caminaba hacia la puerta principal de la habitación. – Vete a cualquier ciudad, no importa cuál sea, estarás mejor ahí que en Washington. 

__________ soltó un respiro. Estaba a un paso de abrir la puerta principal. Todo su cuerpo temblaba. Ahí afuera todo estaba hecho un desastre. Un desastre que había sido provocado por una mafia que todavía tenía asuntos pendientes con Justin y ella. Hasta el gobierno de Estados Unidos estaba al tanto, el mismo presidente, y la ciudad estaba en orden de código rojo. Todo ocasionado por una mala decisión.

- Nena… - le susurró él contra el teléfono. Tenía los ojos cerrados, abrazando a Elisabeth por la cintura. – Necesito que hagas esto, por favor. Saldrá bien.

- Perdóname.

- No importa, estoy bien.

- Perdóname, Justin. – volvió a decirle ella. Se había llenado de lágrimas en tan solo un par de segundos. – por todo lo que te he hecho… - no pudo controlarlo, y sollozó fuerte. – Sé que no quieres volver a verme de nuevo pero…

- Sabes tan bien como yo que jamás cumpliría esa promesa.

Ella se quedó callada.

- Tengo miedo… - susurró al final del silencio.

- Saldrá bien, Peterson. Eres mi chica. Todavía lo eres.

_________ no pudo evitar sonreír ante sus palabras. Cogió el mango de la puerta y lo giró.

- Siempre fuiste suficiente para mí, por si querías saberlo. – susurró ella, respondiendo una pregunta que todavía persistía en él. – Toda la vida lo serás.

- ¿Te estás despidiendo?

- Es solo por si acaso…

Justin apretó el puño izquierdo. No pudo evitar sentirse afligido por todo lo que escuchaba. No soportaba tenerla tan lejos, sin poder hacer nada, sin poder mover un solo dedo más que con una llamada. Era desesperante. Y peor aún, sintiendo sus palabras como una repentina despedida que tal vez no terminaría haciéndola despedirse a ella… sino a él.


__________ abrió la puerta principal.

- Justin… - susurró antes de poder abrir los ojos. Sus manos se hicieron agua y los nervios se apoderaron de ella. Y ésta de verdad era la última despedida, él debía saberlo todo. – Yo…

Pasos fuertes se escucharon en el pasillo. ________ guardó el móvil, sin cortar la llamada. Jaló fuerte del aza de su maleta y salió al pasillo, a punto de dar la corrida más rápida de toda su vida. Debía salir de ese edificio cuanto antes.

A punto de cerrar la puerta, un hombre apareció en frente de ella.

Max estaba hecho un manojo de nervios. Al
contrario de parecer el típico ejecutivo de toda la vida, tenía la camisa fuera, iba agitado, desarreglado e incluso iba bastante sudado. Miró a ____________ con los ojos muy abiertos, totalmente frenético. 


______________ tragó saliva. Su respiración se hizo más agitada y se quedó de pronto sin palabras. Estaba frente a Tentation. Frente a Max Nichols. Y lo peor de todo, es que lo había tenido frente a ella mucho tiempo.

- ¿A dónde vas? – le preguntó él mirando su maleta.

Ella se quedó callada.

Vamos Peterson, no te quedes ahí.

- ¿A dónde vas? – volvió a preguntarle él, esta vez con mucho más recelo. ___________ dio un paso atrás, observando una trasformación en el semblante de Max. Estaba realmente furioso, pero además, había optado por un estado alto de nerviosismo. – Así que ya lo sabes, ¿verdad? – él ladeó la cabeza, sonriéndole bastante fascinado. – No eres tan astuta como pensé nena. – negó con la cabeza. Y ella empezó a idear una y mil formas de salir de ahí. Y cuando estuvo a punto de aplicar una de ellas, el ascensor se abrió de par en par y dos hombres lo suficientemente grandes aparecieron. No tenía salida. Él sonrió, al verla completamente perdida y atrapada.
Ahora tú y yo vamos a jugar un poco ¿te parece? 







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