lunes, 3 de junio de 2013

Capítulo 61

- ¿Crees que va a quejarse? Por Dios, le has dado una hija preciosa.

- No conoces a Justin… - _______________ soltó un suspiro. Al mencionar su nombre, varias escenas de su rostro se le vinieron a la cabeza. Vaya… cuanto tiempo sin verle. 

- Elisabeth no tiene la culpa de esto guapa. – Emily acomodó a Eli entre sus brazos y la niña clavó sus ojos marrones claros sobre ella, cruzando miradas. – ella no tiene la culpa de lo que ha pasado con ustedes dos ¿lo entiendes? Y él… él tiene derecho a saber esto.

Las manos de ________________ cubrieron su rostro. Maldición… esto era tan estúpidamente difícil. Verle. Después de tanto tiempo… joder, sus manos se humedecieron de un momento a otro y su corazón empezó a latir más. ¿Esto era lo que quería? ¿Debía hacerlo?

- No vas a echarte para atrás después de todo lo que has hecho para venir a New York, nena. Me tienes a mí y no voy a permitir que hagas una tontería como dejar todo inconcluso. Justin tiene que saberlo. Sino se lo dices tú, voy, busco a ese gilipollas y se lo digo yo.

_________________ la miró mal.

- Y tú estás mal de la cabeza si piensas que voy a dejarte hacer eso. – negó con la cabeza y caminó hasta donde Emily se encontraba con Eli en brazos. ____________ estiró los suyos, haciendo que la pequeña Eli actúe ante lo que veía. También estiró los brazos y se acurrucó entre los de su madre, que la cargaba ahora.

- Eso quería ver. Vale. ¿Y cuándo le vas a ver? ¿Hoy tal vez?

- ¿Qué? ¿Hoy? ¡Acabo de llegar!

- Cuanto antes mejor. Además, mírate, estás guapísima. Apuesto lo que quieras a que Justin va a quedar maravillado cuando te vea. – Emily empujó el hombro de ______________ suavemente, haciendo que esta se sonroje, ilusionada.

- No lo creo.

- Vamos, ha pasado mucho tiempo.

- Sí, sí, pero…

- Pero nada. Yo me quedo con Eli y tú vas y lo enfrentas esta noche ¿vale? Sé muy bien donde puedes encontrarlo esta noche.

+++

El lugar estaba ambientado con música en piano y un coro muy costoso.

Varios flashs arroparon el rostro de Justin. Muchas personas, que no recordaba conocer, le saludaron con la mano y otros incluso la estrecharon con él. Definitivamente esta era su noche.

Iba vestido con un smoking caro que Marie había conseguido para él desde hace varios días de anticipación y unos zapatos italianos que se había visto obligado a comprar. Y no era para nada él, por supuesto, jamás en toda su vida se había sentido más incómodo con algo. Le provocaba desnudarse en ese lugar frente a toda esa gente que le sonreía sin conocerle y chocaba copas con él como si de sus amigos íntimos se tratara. Aunque se sentía muy honrado porque la ceremonia era a su nombre, no veía la hora de irse.

- Quiero irme. – apretó el cuerpo de Marie, que traía un vestido amarillo que llegaba hasta el suelo y tenía un escote que dejaba mucho a la imaginación. Su cabello estaba recogido en una trenza muy elaborada que no dejaba ningún cabello a la deriva. Estaba realmente guapa esa noche.

- Lo sé… - acarició su mejilla y le brindó un pequeño beso en los labios con sabor a Champagne. Lo primero que había aprendido de Justin cuando lo había conocido, era que odiaba las reuniones tipo coctel. – falta poco cielo.

- Detesto este jodido smoking, no me deja respirar. Quítamelo.

Marie soltó una risita.

- ¿Qué?

- Que me lo quites.

- ¿Aquí?

- Sí, aquí, quítamelo, me vendría bien.

De pronto, un hombre vestido igualmente de smoking negro apareció detrás de los dos. Era James, con dos copas de Champagne en las manos.

- ¿Me permites un momento con este chico? – le preguntó amablemente a Marie, que asintió ruborizada por su repentina aparición.

- Ya regreso cielo. – besó los labios de Justin una vez más y caminó sensual y apropósito hacia otra dirección. Los ojos de este la miraron hasta desparecer.

- ¿Qué sucede? – le preguntó Justin a James.

- Nada ¿te interrumpí? – James le ofreció la copa sobrante de Champagne.

- Siempre. – cogió la copa y bebió un poco. Llevaba bebiendo lo suficiente desde que había empezado la reunión, si seguía terminaría perdiendo la cabeza.

- Hablé con dos tipos hace un rato. Están interesados en ti. El show que diste hace un par de horas les ha fascinado.

Justin tomó otro trago de Champagne.

- Suena bien.

- ¿Suena bien? Es excelente. Joder, esto ha crecido mucho desde que te has mudado a New York. Tienes talento cabrón.

Las palabras de James quedaron encerradas en sus pensamientos, respondiéndole con una sonrisa. No sabía que decirle, nunca sabía que decir después de un alago. A pesar de que había recibido muchos, nunca terminaría de acostumbrarse.

- ¿Y qué dice Marie de todo esto?

- Está orgullosa. O eso me dice. – sonrió y levantó los brazos, tomando el último trago de Champagne. Al mismo tiempo, intentó buscar a Marie con la mirada entre toda la gente. Sus ojos se empeñaron en encontrar ese cuerpo dentro de un vestido amarillo, pero no podía divisarla. Había tanta gente en el club esa noche bailando, caminando o riéndose que podía mirar a todas esas personas y perderse en ellas. Bajó la copa y continuó buscando a Marie aun relajado… hasta que sus ojos, terminaron perdiéndose en otra persona, en una… que puso su piel totalmente fría.

Sus ojos se abrieron repentinamente y sus labios se separaron por la sorpresa.

- ¿Estás bien? – preguntó James, terminándose la copa de Champagne y mirando a Justin con expresión sorprendida.

Éste asintió con la cabeza, sin dejar de mirar ese punto que había divisado hace unos segundos. Su piel y garganta se enfriaron. Maldición… no podía ser cierto… no, no… no podía ser verdad…era ella… la estaba viendo, la estaba viendo caminar entre esas personas en aquel club de Jazz. Podía jurarlo. No estaba imaginándosela esta vez y tampoco la estaba viendo en uno de sus tantos sueños. Era ella. Era _______________. Entre esas personas.

Un camarero pasó con una bandeja de copas de tragos exóticos. Justin estiró la mano y cogió bruscamente lo primero con sus dedos pudieron atrapar, tomando el líquido rápido y sin moderación. Varias personas voltearon a mirarlo. Necesitaba alcohol. Necesitaba probar que lo que estaba viendo no era más que otro típico y jodido espejismo de ___________________. No era ella… no era ella… vamos, por favor… no era ella…

Cerró los ojos con fuerza y sintió como rápidamente el alcohol subía a su cabeza, llenándolo de adrenalina. Y abrió los ojos. Y pudo ver a _________________. Caminando hacia el bar del jazz con un vestido largo y azul. Malditamente preciosa. Y era ella. Era ella otra vez. No la estaba soñando de nuevo o imaginándosela. Endureció la mandíbula. ¿Qué demonios estaba haciendo ahí? ¿Qué estaba haciendo en New York? Su garganta se llenó de recuerdos convirtiéndose en un inmenso nudo que no lo dejaría en paz. Sus músculos se tensaron. Él y todos sus sentidos estaban alertas mientras miraba a ______________________ ahora sentada en una de las butacas del bar. Rogó muy dentro de él que esto se tratase de otro espejismo. ¡Maldita sea! ¿Qué estaba haciendo __________________ ahí? ¿Por qué? ¿Por qué de nuevo? ¿Por qué no terminaba de irse? ¡Joder! Cerró los ojos una vez más, esta vez preocupando más a James, que no sabía qué hacer ante su reacción. Tensó los músculos y muchas… muchísimas escenas se le vinieron a la cabeza. Especialmente su traición, que aún estaba marcada a él como un jodido tatuaje. Y no dejó de mirarla. Sentada en ese butaca de bar. Cuantas cosas tenía para decirle… aún le dolía todo lo que había hecho con él. La intensidad con la que la había amado. La manera en la que lo había hecho volverse un maldito racional. Le dolía cada segundo que había pasado con ella. Y ahora, teniéndola a pocos metros de él… después de dos largos años… tenía que cobrar cada pequeña cosa que le había hecho sentir en ese lapso. Todas esas alucinaciones que había tenido con ella. Esos espejismos que lo habían hecho enloquecer. Esas noches incontables en las que había despertado desesperado porque volvía a percibir, por medio de una pesadilla, la desesperación que había sentido al perderla. Todos esos días, en los que había llorado con rabia infinita por haberla amado tanto.
Cogió otro trago de otra bandeja y tomó rápido y brusco. Al terminarla, arranchó de las manos de James la copa de Champagne y juntó esa con la suya para hacerlas sonar.

- Atención. – dijo haciendo sonar las copas. Definitivamente el efecto del alcohol estaba ya en todo su organismo. La música se detuvo y todas las miradas fueron a parar hacia Justin, incluso la de _________________... que entreabrió los labios al verlo por fin después de dos años. – me gustaría poder decir algunas palabras. 


Narra Justin:

La gente voltea a mirarme. Sé que tengo la atención de todos los que están presentes. Sé que tengo la atención de _________________, así que continúo con lo que tengo planeado.

- Gracias. – digo en voz alta al saber que todos me están escuchando. James está a mi lado, no sabe que pensar sobre lo que voy a hacer. Y la verdad, ni siquiera yo mismo sé lo que voy a hacer. Solo sé que elalcohol está dando un efecto notorio en mí. – primero que nada quería agradecer a James, presente aquí a mi lado, por confiar en mí todo el tiempo. – estiro mi brazo derecho y lo paso sobre los hombros de James, que sonríe incomodo ante mi inesperada acción. – fue él quien me dio la primera oportunidad de cantar en un club de Jazz, él tiene gran parte de la culpa por estar aquí ahora. – todos ríen y miran a James y a mí con diversión y ternura. A continuación, suelto a James dejándolo en libertad. Mi pecho se hincha. Estoy orgulloso por lo que he logrado por primera vez en toda la noche. Y solo hay una razón para todo ello. Sé que __________________ está mirándome y escuchando cada cosa que digo. Pero no quiero mirarla, no quiero que sepa que estoy haciendo todo este maldito ridículo por ella. – pero sobre todo me gustaría agradecer a una persona en particular. – digo lleno de alegría y mirando a todos los que me rodean, en busca de Marie. La necesito a mi lado. - ¿me podrían decir dónde está mi novia? – digo divertido y pronunció la última palabra con fuerza y propiedad. Mi piel se eriza. Sí… esto me gusta, sé que ella lo está escuchando todo.

Marie aparece con una copa de Champagne entre la multitud de la izquierda. Me mira dudosa y creo que reconoce mi tono de voz. Sabe que las copas se me han ido a la cabeza, pero no me dice nada y me sigue la corriente sonriéndome.

- Ven aquí, preciosa. – le llamo y ella se ubica a mi lado. Rodeo su fina cintura con mi brazo derecho y la pego a mí con firmeza. – me gustaría darle las gracias a esta mujer. – observo a Marie con ternura. Mientras ella, aún confundida por mi repentino discurso, me sonríe enternecida. – porque por ella estoy aquí esta noche. Porque por ella, toda mi vida ha cambiado y se ha vuelto mejor. – nos miramos. Varias mujeres atrás murmullan embelesadas por mis palabras. – porque eres especial, preciosa. Muy especial para mí y porque sin ti mi vida seguiría siendo una mentira.

Aprieto a Marie entre mis brazos y beso sus labios suavemente. Ella no mueve los suyos y no sé por qué. Hay algo que le incomoda. Tal vez que yo esté ligeramente ebrio.

- Te quiero y gracias por aparecer en mi vida. – digo una vez más después de separarme de ella. Atrás, una camarera ha estado escuchando mi discurso. Así que estiro el brazo y cojo un copa levantándola alto. Y mis impulsos se convierten en palabras. Y de pronto quiero hacerlo. Quiero herir a _______________. Herirla mucho. Herirla con palabras tal y como ella me enseñó. Tal vez porque desde hace mucho llevo guardado ese resentimiento y quiero dejarlo salir antes de que pueda consumirme para siempre. Así que lo hago. Busco su mirada en medio de la multitud mientras todos levantan sus copas junto a la mía. Y nos miramos. _________________ clava sus ojos sobre los míos y sé que está llorando. Puedo percibir el brillo de sus ojos y su mandíbula temblando. Y sé qué quiere decirme muchas cosas. Y sabe que yo también quiero decirle bastante. Nos miramos y por un segundo me quedo sin aliento. La estoy viendo después dos jodidos e inmundos largos años. La estoy viendo y no es una alucinación. Y ese pensamiento no hace más que llenarme de melancolía. Mi piel también se eriza. Todo en mí se enciende como un imán junto a un metal. Pero no quiero detenerme. La tengo en mis manos y por primera vez, quiero hacerle daño y terminar con esta mierda de una vez por todas. – me gustaría brindar. – desvío la mirada pero sé ______________ todavía está mirándome. Puedo sentir su reflejo. - Por ella. – aprieto a Marie contra mí, que me mira incomoda. - Porque a pesar de que me he cruzado con gente que no vale la pena… estoy aquí con ella y mejor que nunca en toda mi vida ¡Salud!

- ¡Salud! – se escucha en todo el local.

Todos brindan por mí y toman del champagne. Hago lo mismo y al hacerlo busco con la mirada a ___________________ en todo el lugar. Pero no hay rastro de ella. Algo en mi interior se enciende y se desespera por no encontrarla. Mis ojos se abren más y empiezo a buscarla con la mirada como un imbécil desenfrenado por todo el local.

- ¿Qué pasa? – me pregunta Marie a mi costado. Pero no logro prestarle la atención debida.
Y estoy perdido. Necesito verla. Necesito saber que está aquí. Joder. No otra vez. Solo pido eso… que no se vaya otra vez… necesito saber al menos por qué está aquí, a qué ha venido exclusivamente… ¿ha venido por mí?

Y mis impulsos se convierten en actos. Y una vez más hago las cosas sin pensar. Termino la copa de champagne y la coloco en la bandeja de la camarera que está atrás de mí y de Marie. Y no me importa nada. Ni el tiempo. Ni los errores. Ni ella. Ni yo. Solo mis sentimientos y la razón de por qué ________________ está aquí después de tanto tiempo. Y no me importa lo que he logrado, no me importa cuánto daño me ha hecho. Ni cuanto afectó mi vida cuando se fue. Y no me importa todo lo feliz que soy ahora sin ella. Solo hay algo que quiero hacer y sé que si no lo hago ahora, probablemente no puede hacerlo nunca más.

Y de pronto estoy corriendo rápidamente, escabulléndome entre la multitud. Sé que atrás de mí muchas personas se me han quedado mirando al igual que seguramente Marie lo está haciendo. Te lo juro nena, voy a explicarte todo esto cuando llegue a casa.

Y corro desesperado hasta llegar al umbral de la puerta de cristal del club de jazz, abro las puertas y afuera está lloviendo. Y sé que no debe estar muy lejos. Trago saliva… solo hay una decisión que está en mis pensamientos ahora.

Puedo dejarla ir y olvidarme de todo esto, o ir por ella para enfrentarla por última vez.

Y esa noche, la segunda opción se apodera de todos mis pensamientos.

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