Emily cargó a Eli en sus brazos al escuchar la puerta sonar por tercera vez. La pequeña subió la mirada mirándola bastante fascinada y a la vez cómoda por su presencia. A decir verdad, habían resultado bastante compatibles y tanto ninguna como la otra tenían problema en pasar tiempo juntas.
Miró por el rabillo del ojo y sin poder captar mucho, abrió la puerta.
Y sus ojos también se abrieron lo suficiente como para delatar su impresión. Pero ni siquiera ella misma se daba cuenta de lo que hacía. Era incapaz de reaccionar ante lo que sus ojos registraban.
- ¿Aquí se queda _______________ Peterson? – preguntó Travis. Traía dos cajas grandes sobre los brazos, así que tuvo que ladear la cabeza para poder mirar a Emily.
Esta tragó saliva y acomodó a Elisabeth sobre ella, que reaccionó estirando los brazos al reconocer a Travis.
- Sí. – logró pronunciar ella. La garganta se le secó y lo siguiente que pudo ver fue a ese Dios griego que había llegado a las puertas de su casa, dejar las cajas en el suelo y robarse a Elisabeth de sus brazos.
Tardó un poco en volver al mundo real. Pero es que el mundo real también tenía al mismo hombre que sus fantasías. Por Dios, era guapísimo. Sus músculos estaban tensos por sostener a Elisabeth con él. Se fijó en su espalda ancha, sus gruesos pómulos, en su piel, en su boca, en sus tatuajes, en sus ojos, en la manera en la que jugaba tan a gusto con Eli…
- ¿Y tú quién eres? – ahora fue él quien la inspeccionó sin disimulo alguno, por supuesto.
- Emily… Emily Prescot. – respondió ella, acomodándose los shorts de pijama que traían osos de colores. – soy amiga de _________________.
- Mnh. – respondió él un tanto desinteresado.
- ¿Y tú? – Emily enarcó una ceja, colocándose ambas manos sobre las caderas.
- Que te responda ella. – se estiró y le entregó a Elisabeth en sus brazos otra vez. Poco después, tenía de nuevo las cajas que había traído sobre los brazos. - ___________________ me ha pedido que deje esto en tu casa.
Emily se quedó pensativa.
- Creo que debería llamarla antes para…
- No lo pienses tanto, nena. – frunció el ceño y hundió los hombros. – soy de los buenos.
Sus ojos azules la miraron. Se sentía bastante seguro de lo que hacía como casi siempre y digamos que parte de esa seguridad también le proporcionaba un aire sexy. Y ahora, más que nunca deseaba serlo. Deseaba que ella lo viera de esa forma.
- Pasa. – le dijo ella, rindiéndose. Se hizo para atrás y con una mano abrió un poco más la puerta. Travis se movió hacia dentro, rozando de casualidad su hombro con el de ella. Emily se quedó petrificada, joder… ¿Cómo es que tenía un poder tan grande sobre ella? Había sido una corriente jamás experimentada. Esperó a que Travis siguiera caminando, y al así hacerlo, enmudeció al notar su olor en medio del ambiente. Tenía una fragancia bastante varonil y perturbadora. Su respiración se entrecortó al saber que estaba detrás de ella posicionando las cajas sobre el suelo. Cerró la puerta e intentó relajarse.
- Bonito departamento. – dijo él bastante tranquilo. Dejó ambas cajas sobre el suelo y tomó asiento frescamente sobre uno de los muebles del departamento.
- Gracias. – ahora ella fue quién se volteó. - ¿te vas a quedar mucho tiempo?
Él hundió el rostro.
- ¿Por qué?
- Quería tomar una ducha. – tragó saliva.
- Hazlo. – él se puso de pie, quitándole a Eli una vez más de los brazos. Y esta vez no pudo evitar mirarle la boca al acercársele. Tenía que reconocer que la amiga de ______________ estaba realmente buena. Tenía un corte bastante gracioso y unos ojos verdes que le erizaban la piel. No sabía porque se estaba fijando en su mirada, solo sabía que sus ojos habían sido lo primero que le había llamado la atención. – yo me encargo de ella. – dijo volteándose y distrayéndose con Elisabeth
Emily asintió una vez más aturdida e intimidada. Al poder estar de nuevo con los cincos sentidos puestos, caminó en dirección a su habitación.
Y él la miraba desde atrás. Sus ojos recorrieron cada centímetro de ella, asimilándolo y guardándolo en su memoria. Sí, era realmente guapa y estaba más buena de lo que había pensado en un principio. El pijama de osos le hacía dulce, pero esas piernas delataban lo madura que ya era. Bastante mujer. Bastante provocativa. Bastante ardiente. Y su cabello que caía sobre ambos hombros, y sus ojos… verdes encendidos. Y ese bonito cu.lo que estaba observando en ese momento…
Solo el ruido de la puerta de la habitación de Emily cerrarse, pudo devolverlo al mundo real y a pensar un poco más con la cabeza.
- Está bastante buena. – le dijo a Eli, que sonreía sin motivo alguno frente a sus ojos. - ¿la conoces? – Eli asintió, cogiendo el ritmo de sus palabras y entendiendo algunas. Sus coletas castañas se movieron en el aire al asentir. – y bueno tú, ¿me has extrañado, verdad? – hundió sus labios en el cuello de Elisabeth, haciéndole cosquillas y llevándola a reírse a carcajadas. Cuanto le hacía recordar a __________________ cuando reía de esa manera. La imagen se asemejaba bastante. Y verdaderamente… lo llenaba muchísimo poder recordarla…
Se quedó jugando con Eli un buen rato, mientras escuchaba bastante inquieto el sonido del agua caer. Sonrió una vez más al acordarse de Emily y su actitud tímida ante él. Así se comportaban casi todas las mujeres al verle, era algo tan mecánico. La única mujer que no había reaccionado así al conocerle era _____________________. Una razón más de porque le ponía y le gustaba tanto. Pero ese día, sin saber por qué, pensó en Emily como algo atractivo. Le había inquietado bastante su inocencia reflejada en cada mirada que le había dado. Su pureza. La forma en la que se quedaba quieta por su proximidad. Entonces… ¿también le iban las inocentes? Frunció el ceño y negó el mismo con la cabeza al formularse esa pregunta. ¿En qué coño estaba pensando?
De pronto el sonido de la puerta del departamento retumbó en sus oídos. Fue hasta ella, con Eli en brazos y la abrió rápido.
__________________ estaba parada frente a él. A diferencia de las otras veces que la había visto, hoy notaba en ella una felicidad absoluta. Una que nadie podría quitarle.
- Por fin apareces. – le reprendió él.
- Como ves estoy muy bien. – respondió _________________, sonriendo ampliamente al ver a su hija en brazos de Travis. - ¿me la das? – estiró ambos brazos y cogió a Eli, arropándola. La pequeña no tuvo ningún problema en movilizarse.
- Empezaba a preocuparme.
- No tienes por qué. – le brindó un beso en la mejilla a Elisabeth.
- ¿Dónde has estado?
Ella se quedó callada.
- Elisabeth tiene alguien a quién conocer. – una sonrisa más le adornó el rostro al terminar esa frase. Él se quedó petrificado al escucharla y sus nervios aumentaron más al ver la silueta de un hombre tras ella.
La silueta de Justin.
Narra Justin:
Me quedo callado, observando a los lejos como ___________________ habla con Travis con una tranquilidad absoluta. Ambos me miran y yo finjo estar sosegado desde el ángulo en el que estoy viendo todo.
No quiero hablar, ni quiero reaccionar de una manera equivocado ahora cuando las cosas están mejor que nunca. Pero juro, que sino fuera por ella, estaría arruinando este momento como tantas veces lo he hecho.
Mi mente se nubla al bajar la mirada y fijarme en la niña que trae Travis cargada en los brazos. Y no solo mi mente, sino todo mi interior. Todo en mí se vuelve vulnerable y mis ojos ahora solo se fijan en ella. La observo detenidamente, analizándola. Es tan pequeña… tan bonita, de verdad lo es… su inocencia conmueve todo dentro de mí. Y de pronto soy yo quien se siente pequeño. Quien se siente debilitado por todo lo significa esa pequeña niña para mí. Frunzo el ceño, aturdido. Muy aturdido. Muy debilitado. ¿Cómo alguien que ni siquiera conozco puede ponerme así? Es tan poderosa.
Travis estira los brazos y se la entrega a ______________________. Puedo notar celos en todo el semblante de él. Está bastante cabreado y dudo varios segundos en si debo intervenir o no. Pero recuerdo brevemente las palabras de ______________ en mi cabeza: “Déjame esto a mí” y respiro, tragándome todos los impulsos. Además solo están hablando… yo a él tengo que decirle muchas cosas, pero no siento que este sea el mejor momento.
Entonces lo veo endurecer la mandíbula y mirarme. No dudo ni un segundo en devolverle la mirada. Puedo percibir perfectamente lo jodido que está. Y lo siento mucho Travis, de verdad lo siento, este no es un tema personal, pero ella es mi chica. Ambas son mías. Y aunque intento aplacar la mirada, la suya es bastante helada. La suya es bastante directa. No baja la guardia y supongo que está sintiendo lo mismo que yo sentí hace dos años atrás. Que se lo están quitando todo sin motivo alguno. Aunque juro, que nunca planeé que podría vengarme, no es algo que hubiera querido hacer. Simplemente llegó.
_____________________ continúa hablándole.
- Por favor, solo has esto por mí. – le suplica. Por fin puedo escuchar claramente las palabras que ella le está diciendo. – no vas a dejar de verla Travis, Elisabeth también te quiere.
Frunzo el ceño. No puedo evitar sentirme celoso por lo que le dice.
- Olvídalo. – farfulla él y sin dejar de mirarme, camina hasta mi dirección, con bastantes ganas de desquitarse conmigo. Pero mágicamente, cambia el rumbo y se encima hasta las escaleras del edifico, desapareciendo minutos después.
Ahora mismo el silencio gobierna entre los tres… sí… los tres.
___________________ me mira. Suelta un suspiro y nuestras miradas se encuentran sin decirnos nada. Una mirada llena de aliento, una mirada de alivio. Está bastante herida por haber discutido con Travis y solo en este momento puedo razonar y darme cuenta de lo que significa para ella. Me lo ha explicado bastantes veces, pero nunca sé entender hasta verlo. Lo quiere como un amigo y la idea me reconforta.
- Ven. – me llama en un hilo de voz. Yo asiento, pero mi cuerpo no se mueve. Me he quedado aturdido en el mismo lugar y mirándoles a los dos.
Lentamente me acerco. Y cada paso que va desapareciendo, hace la distancia más satisfactoria. Y de pronto ya no hay nada… ningún centímetro… estoy frente a ___________________, que carga en brazos a una niña muy… muy parecida a ella pero también a mí.
Mi garganta se seca. El pensamiento hace que se me erice la piel. Dios… esa niña tiene mis ojos. Nunca he visto algo tan igual. Está acurrucada en el cuello de _________________, como si tuviera miedo de hablarme. Y pensándolo bien, yo también estaría así si fuera un niño.
Me quedo sin poder hacer nada y ella también.
- Mi amor. – le llama ______________________. Intenta ponerla de mejor humor y sacarla de entre su cuello. – hay alguien aquí que quiere conocerte, preciosa.
“Preciosa”… y vaya que lo es.
- Eso es. – le anima, ahora que se ha inclinado y se ha atrevido a mirarme. Está bastante avergonzada. Tímida. Dios… y yo también lo estoy, joder. - ¿quieres cargarla? – me pregunta. Abro más los ojos ahora que puedo reaccionar.
- No sé… yo… no sé si ella quiera que…
- Vamos, cárgala. – me sonríe. Su sonrisa me alivia. Asiento y estiro los brazos hacia Elisabeth. Mágicamente ella se deja. Y la sostengo, hago un pequeño esfuerzo por tensar mis brazos y la acurruco entre ellos. Es liviana. Y su olor es encantador. Es dulce. Bastante dulce. Su cabello toca mi rostro y lo acaricia. La veo de cerca, se parece a ____________________ lo suficiente como para recordarla en cada mueca que hace. Se le parece tanto que me hace soñar.
Y ella nos mira desde su ángulo, sé que está a punto de llorar y es muy probable que yo también. Juro no saber lo que siento, solo estoy dejando pasar el momento y disfrutándolo como debí haberlo hecho desde hace dos años.
Elisabeth me mira. Sus ojos tocan los míos y nuestras miradas se abrazan. Vaya… sí, en realidad es preciosa, es guapísima. Se me eriza la piel al sentir sus manitos tocar mis brazos gruesos. Se detiene pasando los dedos sobre uno de mis tatuajes en el brazo izquierdo. Se queda bastante maravillada al verlos, y los toca más, buscándoles forma y tratando de entenderlos. Algo dentro de mí se forma en un impulso, queriendo explicarle porque me hice esos tatuajes hace años. Y quiero decírselo todo. Parte de mí se enternece por tenerla conmigo. Es adorable. Es preciosa. Supongo que al mirarme como lo está haciendo, es su forma de aceptar a su jodido y problemático padre. No sé exactamente si yo también lo estoy haciendo, solo sé que tenerla en mis brazos me hace sentir en un paraíso extenso y sin ninguna preocupación a mi lado. Que tenerla es más o menos así como navidad para un niño. Que sentirla aquí, aquí conmigo… me hace sentir demasiado afortunado, tanto que pongo en duda si de verdad lo merezco.
_____________________ solloza y yo subo la mirada, me acerco a ella a pasos lentos con Elisabeth conmigo haciendo que deje de sollozar.
- Es preciosa. – digo y me acerco hasta sus labios para poder besárselos. ___________________ me acaricia la nuca con los dedos de su mano, mientras mi boca se come la suya suavemente.
Y al soltarla, siento que Elisabeth me mira de nuevo. No sé cómo interpretar su mirada… pero es como si tratara de transmitirme alguna molestia y oh… claro… es que acabo de besar a su madre en los labios. Me reprendo a mí mismo. Tengo que acostumbrarme a esto.
- Voy a dejarlos solos ¿sí? necesito decirle algunas cosas a Emily.
Elisabeth estira los brazos en dirección a su madre cuando la siente alejarse y un sollozo agudo sale de ella.
- Dame un minuto, mi amor.
Vuelve a decirle tranquilizándola.
Escucharle llamarle así me provoca celos… celos estúpidos, pero básicamente celos. Pronto se me pasan cuando __________________ se me acerca y vuelve a besarme en la boca.
- Ya vuelvo. – nos dice a los dos, pero especialmente a ella, que ha recobrado el control pero todavía sigue indispuesta a quedarse sola conmigo.
_________________ abre la puerta del departamento y entra echándonos una última mirada. Después de eso, desaparece completamente y puedo escuchar sus pasos desapareciendo cada segundos más. Se ha ido. Y en cambio me he quedado yo junto a una niña de dos años que me mira a los ojos, como si tratara de entender porque nos parecemos tanto.
- Hola. – le saludo. Ha nacido de mí y es que…
sinceramente no sé qué otra cosa decirle. Ella parece entenderme, pero ladea la cabeza y finalmente baja la mirada para distraerse con mis tatuajes. - ¿te gustan? – le pregunto enarcando una ceja. Sin embargo algo dentro de mí se enciende y me hace pensar que jamás le dejaría hacerse uno. No sé por qué, solo lo pienso. Elisabeth asiente con la cabeza y su cabello se mueve, enredado en dos coletas. El hecho de que haya asentido me hace sonreír. Bajo también la mirada y la observo una vez más con detenimiento. - ¿Cuál te gusta más? – pregunto entusiasmado.
Sus pequeños dedos bajan hasta la altura del búho que me tatué a los dieciocho.
- Es un búho. – le digo y al subir la mirada, mi nariz toca su frente y su cabello. Huele bien. Huele demasiado bien. Mojo mis labios y no soy muy consciente de lo que voy a hacer en ese momento. Pero el hecho de sentirla lo suficientemente cerca me hace estirar los labios y besar su frente.
Ella espera a que me despegue y al saber que he terminado de besarla, me vuelve a mirar directamente a los ojos. Y lo recalco, es preciosa. Se le parece tanto…
- Te pareces muchísimo a tu mamá. – digo y ella hace una mueca con la boca. - ¿lo sabías? – la meso entre mis brazos y ella suelta una sonrisa pequeña. Oh… así funciona esto... la meso en mis brazos con más velocidad y ella termina por reír fuerte y sostenerse de mi cuello. – tranquila. – susurro teniéndola cerca una vez más. Mi mano derecha toca su pequeña espalda y la abrazo suavemente.
Sonríe todavía sosteniéndose de mi cuello. Una risa pequeña y aguda que me hace sonreír a mí también. No lo estoy haciendo tan mal después de todo. Pero supongo que no es el mejor momento para decirle que soy… que soy su padre. Que nos hemos separado dos años y que he tenido que superar millones de cosas para poder estar aquí con ella. No lo entendería, y es mejor así, supongo que dentro de mí el antiguo Justin también piensa que es mejor así.
Segundos después, su mano derecha toca mi mejilla del mismo lado. La siento abrir sus dedos y acariciarme suave. Me quedo quieto. Esto no me ha pasado nunca. Nunca he visto a una niña ni he llegado tan lejos con una. Tiene que ser por algo… sí… definitivamente no he sido el único que ha sentido tanta química entre los dos.
Sin embargo, solo hay una cosa que pido esta noche, ojalá en algún momento me llegues a querer tanto como has querido a ________________ durante los dos últimos años. Lamento no poder haber estado contigo, créeme, hubiera dado mi vida por verte crecer o al menos saber que existías. Eso ya te lo explicaré luego, por ahora, solo deseo que me quieras tanto como quieres a __________________. Por ese lado, no dudes en que yo voy a quererte de la misma manera, mi amor.
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